21.00horas de un sábado noche en la Kutxi. Nos juntamos los amigos, con intención de ponernos al día de noticias y marujeos de la semana. De repente, uno de los amigos me dice: “Jokin, no sabía que escribías en el periódico. Ahora a cualquiera le permiten escribir”. Tras las risas posteriores y mi aceptación de que siempre hay cariño detrás de un comentario como ese, me empiezan a retar sobre temas de los que podría tratar. Hay uno que se repite y viene precedido de la siguiente historia:
Hace años, uno de los amigos del círculo entrenaba a un equipo infantil (niñ@s de 12-13 años). Convirtió a ese equipo en un grupo rocoso, cuyo objetivo principal era ganar a toda costa. Llegaron a la final de la categoría y su lucha y entrega eran incuestionables. Es verdad que muchas veces las triquiñuelas utilizadas o la exaltación que mostraba el entrenador con las decisiones arbitrales eran discutibles, pero el objetivo del equipo era evidente: ganar, ganar y ganar y él lo defendía por encima de todo.
Esta historia me da pie para introducir el tema de hoy, el deporte base.
Y es que como todo tema en la vida, para poder acotarlo, tenemos que analizar primero cual es la definición que tenemos del concepto.
“El deporte base o deporte formativo es el deporte que niños y jóvenes practican con el objetivo de competir al máximo nivel cuando alcancen la adultez. El objetivo es formar a los aspirantes en diversos aspectos, desde las habilidades intrínsecas al deporte hasta relacionarse con otros actores (compañeros, rivales, público, jueces)” (fuente: Wikipedia).
Tras leer esta definición, me viene una pregunta a la mente:
? ¿Cuál es el objetivo principal del deporte base?
El otro día, tras haber arbitrado un partido, reflexionaba sobre la importancia que le damos a la victoria. ¿Qué nos enseñarán de pequeños para que el simple hecho de meter un gol o una canasta más que el rival, haga que nuestro estado emocional sea diferente? Si ganamos, nos vamos contentos para casa. Si perdemos, lo más seguro es que sintamos tristeza o rabia. Cualquier persona que haya entrenado o entrene un equipo sabrá de lo sencillo que es todo cuando la victoria está presente y lo complicado que se vuelve todo cuando entras en una rutina de partidos perdidos.
¿En qué momento de nuestras vidas nos enseñan esto? Quizás sea un bonito reflejo de la vida. Nos apegamos al resultado, sin disfrutar del camino recorrido para llegar a él.
Y es que muchas veces asociamos al deporte base con los niños y niñas. Si no nos olvidamos de que uno de los objetivos es formar a los aspirantes en diversos aspectos (habilidades intrínsecas, valores?), gran parte de la responsabilidad recae sobre los deportistas de “elite”. ¿Os acordáis en la primera época de Ivanovic en el Baskonia? Muchos entrenadores de base seguían su ejemplo y castigaban el error del jugador con el banquillo. Estoy convencido también que en la época del Barça de Pep Guardiola, los entrenadores de base tratarían de implantar el sistema de toque en sus equipos.
Miles de cuestiones sin resolver y que no creo se resuelvan nunca. Bienvenido sea el hecho de su no resolución. Que aburrido iba a ser si tod@s pensáramos lo mismo y buscáramos el mismo objetivo para con los deportistas de base. Es necesario el entrenador que les enseñe los valores intrínsecos del deporte, pero también ese entrenador duro que te ayuda a crecer como persona, aunque el sufrimiento haga presencia. Y es que me encantaría terminar este artículo con un pequeño ejercicio. Te reto a que cojas papel y boli y des respuesta a estas preguntas:
? ¿Quién ha sido tu mejor entrenador? ¿Por qué?
? ¿Quién ha sido tu peor entrenador? ¿Por qué?
? ¿Qué has aprendido de cada uno de ellos?
* Jokin Fernández es socio de Sport&Play