Vitoria - Sentada en la recepción del gimnasio Rodas, puntual como los golpes que maneja, Ana Ibarrondo saluda la llegada de este periodista con esa misma cara de incertidumbre que acostumbra cuando se pone el kimono, salta al tatami y escruta el perfil de su contrincante antes de que el juez dé comienzo al combate. Es entonces cuando su rictus cambia y comienza el desafío, donde esta alavesa se mueve como pez en el agua. Quizá por ese alto grado de concentración que ha ido moldeando en los últimos años, la situación de enfrentarse a un periodista no le provoca la más mínima señal de nerviosismo; más bien todo lo contrario. Por eso decide bajar la guardia y encajar cada una de las preguntas con la sinceridad de un niño, mostrando un lado humano forjado a base de coraje y sacrificio que ahora pretende trasladar a las futuras generaciones de karatecas a las que cada semana se entrega en cuerpo y alma en este gimnasio donde trabaja.

Quizá sea una manera de agradecer al kárate todo lo que este deporte le ha dado en sus dos décadas de carrera. Méritos como el cinturón negro en kick boxing conseguido hace años, el 5º Dan logrado recientemente en la modalidad de Kyokushinkai -es la única mujer del mundo que lo ha conseguido hasta la fecha- o la “inesperada” y “sorprendente” medalla de Bronce de la Real Orden al Mérito Deportivo, una de las más altas distinciones que se otorga al deporte cada año. “Cuando recibí la medalla estaba muy abrumada. Era un reconocimiento a todo mi trabajo dando clase y luchando por este deporte, por eso es lo más grande que me ha pasado deportivamente. Además, fue espectacular ver a mi aita allí presenciando cómo me concedían semejante reconocimiento...”, recuerda hoy Ibarrondo con cierto brillo en sus ojos.

Aunque pueda parecer increíble con semejante currículum, esta karateca no siempre fue una mujer echada para delante. La joven Ibarrondo creció escuchando con demasiada frecuencia que no era capaz de hacer éste o aquél deporte o que resultaba muy torpe para practicarlo. Mensajes siempre negativos que de haberlos asumido finalmente hubieran dado como resultado una “mujer plana sin aspiraciones”. Sin embargo, no fue así. Y un punto de inflexión alteró el curso de los acontecimientos.

Ocurrió a los 17 años, cuando acompañó a su hermana pequeña a apuntarse al gimnasio Ying Yang. Fue cruzar el dintel de aquel lugar y producirse el flechazo, rememora. Con una mezcla sana de curiosidad y deseo, se decantó en un primer momento no por una modalidad de contacto sino por algo más suave como la condición física, compartiendo las sesiones con mujeres que la triplicaban la edad. Sin embargo un día, Javier Lezcano, uno de los promotores de este gimnasio y que más adelante se convertiría en su Shihan (maestro), la convenció para que probara el Kyokushinkai. Ana aceptó y una vez dentro no pudo salir. Desaparecieron a partir de ahí todas las inseguridades con las que el primer día acudió a su primera experiencia deportiva y con el tiempo fue derrotando la vergüenza que le invadía desde hacía años. “Era incapaz de mantener la posición del pudor que tenía porque sentía que me miraban, pero al final te das cuenta de que la gente no te mira”, recuerda.

Como suele ser habitual, el camino hasta alcanzar los éxitos no ha sido ni mucho menos fácil. Ibarrondo recuerda en este sentido no pocos episodios de inseguridad y esfuerzos no recompensados que muchas veces tuvo que digerir en la más absoluta de las soledades; fracasos y desilusiones que animan a tirar la toalla y ante los que solo una fortaleza mental a prueba de bombas permiten salir adelante y enderezar el rumbo. Por eso esta karateca sabe bien de lo que habla y por eso trata cada semana de inculcar sus experiencias a los chicos y chicas que están empezando en este estilo. Ejemplos, remarca, como el tesón y la perseverancia, claves en su caso a la hora de conseguir un altísimo grado de competitividad como el 5º Dan, con el que consiguió superar no solo sus propios límites sino también los impuestos por los demás. “Siempre he sido muy trabajadora y cabezona. El año pasado intenté conseguir este nuevo grado pero no creían que podía presentarme... Cuando lo logré a finales de julio, sin embargo, sentí el paso enorme que estaba dando en este deporte como mujer y lo mucho que me había costado porque para lograrlo tuve que acudir a varios torneos internacionales para que me reconocieran que podía presentarme. Ha sido un camino duro del cual me siento orgullosa”, sentencia con satisfacción antes de recordar una anécdota vivida en una de aquellas citas. “Estando en Holanda en el examen final, estábamos 28 karatecas, de los cuales solo tres éramos mujeres, de modo que no me salió otra cosa que mirar a mis compañeras y sentir el paso tan grande que estábamos dando”.

SITUACIÓN DEL KÁRATE A pesar de reconocer lo mucho que han cambiado las cosas, “aún queda mucho por hacer”, avisa Ibarrondo. “No es de recibo, insiste, que te consideren mala madre por hacer deporte de élite y además llevar una escuela de kárate, sin embargo no está mal visto que un hombre lo haga”. Quizá por esta sensación de injusticia, la sensei alavesa reconoce que además de por ella misma, todo lo logrado hasta la fecha ha sido por sus dos hijas y sus alumnos, para los que quiere ser un ejemplo. “Las y los chavales con los que trabajo cada semana no ven los límites que yo he tenido que superar y no son conscientes de la incidencia que tenemos ahora como mujeres pero sé que con el tiempo lo valorarán”, afirma.

En su foro doméstico, al menos, ya hay camino avanzando, aunque solo sea por el ejemplo que Ana proyecta sobre una de sus hijas, Ane, con la que en el último campeonato de España compartió tatami. “Nunca pensé que pudiéramos estar al mismo tiempo una de mis hijas y yo compitiendo. Estaba tranquila pero quería acabar rápido para verla a ella. Éramos dos mujeres dándolo todo por el deporte”, recuerda con emoción y una cierta sensación de rabia por lo que considera una injusticia: el trato que habitualmente reciben los mal llamados deportes minoritarios como el suyo. “Sabemos que no generan lo mismo que el fútbol o baloncesto pero por méritos deportivos y por justicia deportiva tendrían que gozar de una mayor promoción que la que tienen y no solo cuando ganan”, reivindica.

AGRADECIMIENTO En la recta final del encuentro con este periódico, Ibarrondo aprovecha su tiempo para agradecer a su toda su familia y entorno más próximo el apoyo, la compresión y la paciencia que han tenido con ella desde que practica este deporte. Un agradecimiento sincero que con su padre, en cambio, alcanza un emotivo grado más al dirigirse a él como un “ídolo” al que debe muchísimas cosas. Por eso fue él, quizá, la primera persona de la que se acordó el día que recibió la medalla de Bronce de la Real Orden del Mérito Deportivo, un galardón con pocos precedentes en el deporte español. “Mi aita me dijo entonces que sentía mucho haber sido a veces demasiado duro conmigo, pero entiendo la dificultad de entender lo que hago si no lo vives por dentro”. Quizá por eso el mantra deportivo y personal que mueve a esta karateca siempre se mantiene firme: “Si puedes soñarlo, puedes conseguirlo, pero siempre con trabajo y esfuerzo”.

‘Kyokushinkai’. Ana Ibarrondo lo define como “un deporte al KO, de contacto pleno, donde solo puede quedar uno”. Aunque esto último, como ella misma dice, “resulta complicado de entender para el que no lo vive desde dentro”. Además, insiste, “esta modalidad es sobre todo espíritu, esfuerzo, sacrificio y trabajo; un estilo de kárate muy duro en el que se exige mucho de ti a nivel físico pero sobre todo a nivel mental”. Reconoce, por último, que este estilo conlleva una preparación continua con el fin de lograr “objetivos y una evolución personal, lo que te hace ser muy exigente contigo”.

‘Kick boxing’. A la hora de definir esta modalidad, Ibarrondo asegura que es una mezcla de estilos que ha buscado ser un poco más comercial pero que a pesar ello “se queda muy pobre a nivel técnico por no tener una filosofía en el origen de su creación como arte marcial”. En su opinión, “es un deporte que está mucho más enfocado al sistema de competición”, aunque reconoce que está evolucionando además de buscar “más fondo” que el que hoy en día tiene.