almadén - Habrá que convenir que el entrenamiento playero, el que realizó Alejandro Valverde como aproximación a la Vuelta o eso contó, le alcanza al Bala para vencer con las chanclas puestas, ya sea en Caminito del Rey o en Almadén, donde el mercurio es oro. La riqueza del pueblo. Allí encontró su tesoro Valverde, que sisó diez segundos de bonificación, es segundo en la general a 37 segundos Rudy Molard en la antesala da la Covatilla, y dejó pasmado a Peter Sagan, aún con la boca abierta, estupefacto el campeón del mundo ante la reacción fastuosa del murciano. Nada se le resiste a Valverde, cada vez más joven, con la exuberancia propia de los adolescentes y la chispa intacta a pesar de que los cuarenta asoman a un par de palmos. A Valverde eso le da igual, que disfruta en bicicleta su Verano azul silbando. El murciano es un ciclista de otro tiempo. O en realidad, no. Valverde no tiene edad. No se le conocer ni principio ni fin. Infinito Eterno. Un Benjamin Button que pedalea. Cuanto más viejo, más joven y capaz. El mundo al revés. Solo así se puede entender que derrotara a Peter Sagan, tres veces campeón del mundo, un ciclista mayúsculo. Le batió Valverde con esa facilidad tan suya, en un arrancada de 100 metros, que enmudeció a Sagan a falta de 30 metros para la gloria.

Las pedaladas mágicas de Valverde son un juego de manos más rápido que la vista. Su mejor truco. Ese que le ha decorado un palmarés gigantesco. Sagan, que había descontado a Iván García Cortina, y pensó que la victoria la tenía empuñada, ni le vio. Un rayo atravesó al arcoíris, fulminado. El maravilloso hombre bala ofreció otra de sus exhibiciones. Una remontada alucinante. Para cuando el eslovaco bizqueó, Valverde contaba otro festejo en la Vuelta. Once triunfos en la ronda española, territorio Valverde, que colocó otro estandarte en su biografía de ganador impenitente. El país en la mochila de Labordeta lo lleva en el macuto Valverde, a que un buen día apodaron el Imbatido. Vencedor desde los 9 años, aún continúa con las buenas costumbres y la sonrisa ladeada de los ganadores.

Irrespetuoso ante la lógica, Valverde apagó el luminoso de Sagan, que parpadea en esta Vuelta como un neón al que le falta algo de voltaje para brillar. A Valverde le sobra la energía. Fuerte como el sol que castiga la vuelta y revienta el termómetro. “Para ganar a (Peter) Sagan aquí hay que estar muy fuerte”, describió el murciano, al que no se le intuye agotamiento aunque venció con la lengua fuera, al modo en el que Michael Jordan encestaba desde una aplastante superioridad. La dinamo del murciano es capaz de alumbrar un continente. Levita Valverde incluso en una pueblo subterráneo, repleto de galerías y minas. De allí extrajo otra victoria con una detonación controlada en un final picudo, exigente, ideal para su manual de estilo, que en realidad alcanza numerosas poses, tantas como triunfos almacena en su baúl. Se puso el frontal Valverde en el casco y su destello deslumbró a todos en Almadén. También a sí mismo o eso comentó con la credibilidad justa. “La verdad es que estoy muy sorprendido”, dijo el murciano tras aniquilar a Sagan al esprint como quien se desprende de una mota de polvo. El eslovaco no es precisamente un cualquiera.

la rueda de sagan Rendido el eslovaco al poder de Valverde, otra vez estelar en un pueblo acostumbrado a las luces que salen de las entrañas de la tierra como luciérnagas que dan vida a los rostros de la minería. El relato de la victoria se produjo después de que se le colaran varios corredores. Lo arregló con los brazos abiertos, la firma de sus conquistas. José Luis Arrieta, su director, aleccionó por le pinganillo al murciano. Arrieta recomendó a Valverde que se encolara al rebufo de Sagan, pero el corredor del Movistar, genio y figura, se enredó con ese deje que acarrean los elegidos. “El final subía en los últimos 500 metros, y eso siempre es algo que me favorece. He cogido la rueda de Sagan y quería superarlo por su derecha, pero tenía miedo de quedarme encerrado. A la vez, Nizzolo progresaba por la izquierda. He dudado, pero he encontrado el espacio”, analizó Valverde al dejar atrás las estrecheces de la mina. Garabateó antes de dibujar un triunfo sensacional, repleto de purpurina, aunque, supuestamente, él no quiso ganar. “Arrieta me dijo, a rueda del que te adelantó ayer. Le he respondido que no iba a disputar la etapa, pero cogí su rueda y remonté”, explicó después de otro de sus recitales en un día en el que estalló el termómetro, que trepó hasta los 42 grados. Las dehesas manchegas marcaron la ruta de Tiago Machado (Katusha-Alpecin), Héctor Sáez (Euskadi-Murias) y Jorge Cubero (Burgos-BH), en fuga antes de perecer ante la pujanza del Bora, que colocó un trampolín para Sagan. En el Movistar instalaron una catapulta pensando en Valverde.

“Me dijeron que era un final bueno para mí. La idea era no perder tiempo y ver lo que podía hacer”, desmenuzó el murciano. ¿Y qué podía hacer Valverde ante ese escenario? Lo de siempre: ganar. Con su victoria en Almadén rompió el empate con Miguel Indurain en la dinastía de Movistar, que se retrotrae a 1980, al embrionario Reynolds. Valverde suma 98 triunfos por 97 de Indurain, uno de los mejores ciclistas de la historia. El murciano, que luce trece victorias en este curso y más de 120 en su extenso currículo, continúa con la ambición intacta. Segundo en la general, no descarta vestirse de rojo en la Covatilla. “Vamos a salir con la mentalidad de seguir estando ahí y si podemos, por qué no, coger el rojo”, imaginó Valverde en Almadén después de que tapara el arcoíris.