Ardales (Málaga) - El Caminito del Rey es el de Alejandro Valverde, aunque el paso, una obra compleja y audaz lo inaugurara Alfonso XII hace 115 años. Valverde no tiene la edad de la pasarela, pero es eterno. Alejandro Magno. Monarca en el Caminito del Rey después de despachar el ímpetu de Kwiatkowski, el nuevo líder de la Vuelta. Antes se puso la corona en Envalira, La Pandera, Soria, El Morredero, Jaén, Arrate, La Gallina, Cumbres Verdes y Vejer. La biografía del murciano se escribe con los lugares comunes de las victorias. Su camino es de oro como los tres kilómetros pegados a la garganta del Desfiladero de los Gaitanes, 100 metros de altura por encima del río Guadalhorce. Pasa la vida y permanece Valverde, inmune a las dentelladas de la edad incluso llegando desde la playa a la Vuelta. “Sabía que las sensaciones eran buenas. Después del Tour he tratado de descansar mucho, he aprovechado para entrenar bien en la playa, en Murcia, dando un respiro al cuerpo y buscando que la forma fuese progresando aquí. Se ha podido confirmar que la dirección era la correcta”, analizó Valverde. El murciano no cumple años, solo festeja victorias, la décima en la Vuelta, la duodécima del curso.
Valverde se impuso en una jornada dura, pegajosa, con el calor enmarañando los cuerpos en la agonía de un final para la supervivencia. Detrás de Valverde llegó el séquito de la nobleza con Kelderman, Urán, Nairo Quintana y Pinot a un chasquido. Apenas tres segundos de retraso. Ion Izagirre, De la Cruz, Enric Mas y Fabio Aru aparecieron a ocho. Afectado por una caída, el gran perjudicado fue el ruso Zakarin, quien se dejó algo más de un minuto. Vincenzo Nibali se desvencijó y se fundió a Richie Porte. Los dos se cayeron en el Tour. En la Vuelta gatean su desgracia. Se precipitaron al abismo en el Caminito del Rey. El italiano cedió 4:44, mientras que Porte tiene cara de réquiem. Perdió más de 13 minutos.
La carrera española se recogió hacia el interior tras dejar el glamour de Marbella y su cromados y dorados en el retrovisor, donde el Mediterráneo se refleja en las panzas de los yates, donde el mar es más lujoso. Espuma y champán para un día que demanda salitre y sudor. Se impuso el rostro de los jornaleros en un terreno picudo, incómodo, pestoso, con carreteras caprichosas, entre las sierras de contrabandistas y bandoleros. Un paraje para la aventura atenazado por el infatigable sol, la bombilla incandescente que alumbra Andalucía. Hacía calor y el paisaje no prometía una bella postal. Tal vez sea mejor enfrentarse al destino sin distracciones, sin imaginar la travesía. Con esa idea partieron Jonathan Lastra (Caja Rural), Luis Ángel Maté (Cofidis), Alexis Gougeard (Ag2r), Pierre Rolland (Education First), Pablo Torres (Burgos-BH), Thomas de Gendt (Lotto) y Héctor Sáez (Euskadi-Murias).
El bilbaino Lastra se encendió con la Vuelta, su primera grande. No existe mayor estímulo como adentrarse en lo desconocido con un punto de inconsciencia, sin saber muy bien a qué se enfrenta uno. De eso se alimentan los sueños. Lastra colocó una lupa sobre su estreno. “Una lección de vida”, según el vizcaino. Aprendió rápido desde el pupitre de la ilusión. Lastra rellenó el petate con el deseo y se alistó a lo imposible. También Héctor Sáez, con el mismo hilo argumental. El Euskadi-Murias quería dejar huella entre las primeras aristas de la Vuelta. Como todos hablaban el mismo idioma, sin necesidad de manejar los codos porque se entendían con la mirada, observaron el horizonte para ganárselo. Alcanzaron unos minutos de renta. El pelotón jugueteó con ellos y a un palmo de Guadalhorce todo se incendió. De los escapados quedaron las cenizas.
el ritmo de castroviejo El lanzallamas del Sky abrasó a todos. Castroviejo, con el acento del Tour aún incorporado en su lenguaje gestual, volatilizó la calma con un ritmo endiablado que lo puso todo patas arriba. ¡Danzad malditos! Rohan Dennis, el líder, se despidió. Vestía como el primero, pero no lo era. Su rojo destiñó. A Richie Porte no le fue mejor. Fundido a negro. Debilitada la salud, el australiano se hundió sin remisión en una carrera que se le ha cruzado de mala manera. Omar Fraile, dolido del codo izquierdo por una caída, tampoco puso soportar el estirón del Sky y su magnífico látigo. Sagan pensó que aquello no era para él, que existen más días que longanizas y que sembrará la Vuelta. Entre los ilustres, Nibali, en sus primeros días de competición después de la lesión de vértebra que le retiró en el Tour, bajó a los infiernos, desmembrado por el despiadado Sky en el puerto de Guadalhorce. Gorka Izagirre, uno de su alfiles, tampoco logró agarrarse en medio de la ofensiva del equipo británico, el ciempiés que zapatea a ritmo marcial. El Sky aplastó a muchos como a hormigas.
El pelotón mudó en un grupo escaso, magro, apenas piel y hueso en medio de un padecimiento que aceleró el pellizco de Laurens de Plus, que se disparó a falta de un kilómetro en un grupo atosigado con el aire de fuego y en el que se apretaban los favoritos. Kwiatkowski y Valverde se vigilaban. Vis a vis. Distancias cortas. De Plus se empeñó y el de Movistar retumbó para desactivar al belga antes de aguardar su momento, al acecho. Francotirador. El murciano estiró el gaznate y elevó la temperatura al esprint. Kwiatkowski respondió al envite del español, que le mostró el capote en la curva por la que el polaco llevaba ventaja. Camuflado en la chepa de Kwiatkowski, Valverde dejó que su rival acelera antes de entrar en la zona Valverde, las de las famosas doce pedaladas, que tantas vitrinas han llenado. La siguiente visión de Kwiatkowski fue la de la celebración del murciano, que le arrebató la corona. Valverde, monarca en el Caminito del Rey.