VILLAR DE TORRE - La senda de Miguel y David Merino en Aspe se terminó el viernes, pero el camino sigue. Ganaron sus partidos en la calurosa despedida de Ezcaray. Hay pelota para rato.

El jueves 2 de agosto recibieron la noticia de que Aspe prescindía de ustedes...

MIGUEL MERINO: Nos llamaron para que acudiéramos a la oficina de Eibar. Empezaron conmigo. Me dijeron que llevaba once años en profesionales, que se había acabado un ciclo y que no querían contar más conmigo. Cuando íbamos, veíamos que iba a ser complicado.

¿Les sorprendió?

DAVID MERINO: Cuando nos llamaron, no sabíamos si era para algo bueno o malo. Hay veces que a algunos pelotaris les han comunicado su baja al terminar un partido. Por lo menos, a nosotros nos citaron. Así es mejor, pero tampoco creo que sean las formas. Si sabían desde hacía tiempo que no nos iban a renovar, nos lo podían haber comunicado antes. Las programaciones nos iban anunciando un poco todo esto: Miguel jugó seis partidos en cuatro meses y yo, dos al mes, más o menos.

Han cerrado una etapa de once y ocho años, respectivamente, pero aún les queda mucha pelota, ¿no?

M. M.: Sí. Lo que queremos es seguir jugando. Esto no se acaba aquí, en este momento se termina Aspe. Nos encanta la pelota y seguiremos.

D. M.: ¡Somos jóvenes! Antes la gente duraba hasta los cuarenta y no llamaba la atención. La política de la empresa es hacer debutar a pelotaris muy jóvenes y, al de unos años, si no dan el nivel en Primera, te cambian por otro. Dentro de lo malo, Miguel ha estado once años y yo, ocho. No es tan fácil. Yo me encuentro bien. Se acaba Aspe, pero la pelota continúa.

Tienen 31 y 28 años. Están en la madurez del pelotari.

D. M.: Cuando debutamos nos dijeron eso, que, al comenzar con veinte años, a los 28 íbamos a estar en el mejor nivel. Y, fíjese, estamos en la calle. Es la decisión que toman ellos, su política de empresa y es respetable. Lo que no nos pueden quitar con esta edad es la ilusión de seguir jugando a pelota, que sigue intacta. Las ganas de hacerlo bien siempre han estado ahí.

¿Fue un palo la noticia?

M. M.: En mi caso, ves que va llegando la hora. Por contra, lo de David sí que lo fue para todos, porque tiene 28 años y nivel para estar entre los mejores. Lo mío era más esperado. El hecho de jugar solo seis partidos en cuatro meses es un empujoncito.

D. M.: A mí se me llegó a pasar por la cabeza y al llegar a Eibar me lo confirmaron. Los primeros días, al darte cuenta de que todo se había acabado de verdad, estuve un poco jodido. A partir del pasado sábado, empecé a asumirlo y a verlo de otra manera.

¿Se han sentido queridos?

D. M.: Muchísimo. Desde que se conoció la noticia el teléfono no nos ha dejado de sonar. Nos hemos sentido queridos todos estos años. La gente nos ha apoyado y en los momentos malos han respondido.

¿Qué opinan sobre que se haya puesto en tela de juicio su rendimiento?

D. M.: No estoy de acuerdo. Firmé mi último contrato en 2014 y quizás en esos dos primeros Parejas no estuve bien, pero en los dos últimos sí que he hecho torneos de notable. Ahí está la hemeroteca. Después de este último Parejas fui consciente de que la empresa ya no confiaba en mí.

M. M.: Cuando juegas poco, sales al frontón con dudas sobre cómo estás, sin confianza. En los últimos meses ha habido partidos malos, pero me quedo satisfecho con todo lo que he hecho. Lo he dado todo en el frontón.

¿Cómo calificarían sus carreras dentro de la pelota a mano profesional?

D. M.: Los primeros cursos fueron para mí los mejores. He jugado el Parejas de Primera desde el primer año hasta el último. He mantenido una línea de estar considerado entre los cuatro mejores zagueros de mi empresa para entrar en el campeonato. Sí que es cierto que el de Martínez de Irujo y los tres de Titín III fueron los que más jugué y los que más motivado estuve. Después, no he podido tener una regularidad por las lesiones. Me quedo con mis primeros años.

M. M.: Mi caso ha sido al revés. En las primeras campañas me costó un poco. Tuve muchas lesiones de manos y fui irregular. Me fui haciendo poco. Al final, pude mantenerme en Segunda, jugando algunos estelares y encuentros del Parejas como suplente. Al llegar este año veía que iba teniendo menos partidos. Alguna temporada no he llegado siquiera a jugar los que tenía firmados.

¿Qué van a hacer ahora?

D. M.: De niño lo que quieres es llegar a profesionales. Una vez que se acaba Aspe, parece complicado volver a ese nivel. Lo importante a partir de ahora es disfrutar de la pelota. No sé dónde, pero ese es mi objetivo.

M. M.: En septiembre empezaré a jugar partidos con Garfe. Es el momento de disfrutar. En los últimos años veía que me ponían pocos partidos e iba con el afán de ser profesional, como siempre, pero no es lo mismo que si sientes que te apoyan.

¿Necesitaba mayor motivación?

M. M.: No sé. Considero que debe haber mayor comunicación entre los jefes y los empleados, debe hablar tanto con el pelotari de arriba como con el de abajo.

D. M.: Cuando estás bien, no necesitas que te digan nada, porque va todo rodado. Sin embargo, cuando uno está mal, que se come la cabeza, es cuando más apoyo necesita y menos recibe de tu empresa, es cuando más patadas te dan. Tienen que animar tanto a los de arriba como a los de abajo. El apoyo anímico a veces es más importante que el económico.

Es decir, que se sienta reconocido por su trabajo tanto el que juega estelares como el que alinean en primeros o terceros partidos.

M. M.: Y si te tienen que echar una bronca, que te la echen, pero también hay que animar al pelotari.

D. M.: El manista hay veces que se presiona mucho y no puede salir del agujero. El apoyo del que maneja la empresa es muy importante. En Aspe, bajo mi punto de vista, falta ese tacto.

¿Ha cambiado mucho el profesionalismo desde sus debuts?

M. M.: Recuerdo que cuando se fue Xabier Urberuaga se dijo que si no eras un Primera, a los treinta años te ibas para casa. Creo que esa edad ha bajado y lo seguirá haciendo. Tienen que dejar al pelotari. La mejor edad siempre ha sido entre los 28 y los 32, pero no hay ese plazo. Eso repercute.

D. M.: Al debutar, con veinte años, había seis u ocho zagueros de treinta para arriba. Jugué contra Eulate, Goñi III, Laskurain, Barriola? El hecho de enfrentarse a pelotaris de mucha experiencia es importantísimo. Ahora pasa como en aficionados: debutan y juegan entre ellos. Antes te curtías en aficionados y ahora se hace en profesionales. Si no vales, a los tres cursos vuelves a aficionados. Debería de haber más paciencia. También ha cambiado el material y cuesta más sacar zagueros.

Prosiga.

D. M.: Pocos chavales van a querer ser zagueros de aquí en adelante. Es imposible que un zaguero gane un partido si no eres Rezusta o Zabaleta y lo único que puedes hacer es no perderlo. Un delantero puede marcar el ritmo. O tienes un golpe espectacular o estás jodido.

¿Considera que están expuestos?

D. M.: Del cuadro siete o le sueltas mucho o la pelota cae como un huevo frito y el delantero entra de aire desde cualquier lado, que tiene mérito. Hay que amoldar el material para que haya equilibrio. Es difícil ser zaguero.

¿Hay escasez de zagueros?

D. M.: Sucede que hay menos chavales que quieran ser zagueros. Si volviera a empezar, trataría de jugar de delantero. Igual no hubiera llegado a nada, pero son los protagonistas y los que llevan el ritmo. Los zagueros somos acompañantes, pero no podemos marcar la pauta.

¿Necesitan desconectar?

M. M.: Durante los últimos meses ya he desconectado bastante (risas). Ahora jugaré con otra ilusión. Es un cambio de chip. Quiero jugar más.

D. M.: Yo sí que necesito un tiempo. La cabeza da muchas vueltas.

Le ha costado disfrutar, ¿no?

D. M.: Sí. En el último año y medio me ha sido difícil. Los primeros años fueron como la seda. Me costó, porque me como la cabeza y salgo presionado al frontón. He entrenado y trabajado desde el primer día con la misma ilusión, pero cuando te vistes de blanco y no salen las cosas continuamente te ves en un agujero. Lo hemos dado todo desde los primeros días. Tenemos la conciencia tranquila.

¿Existe la opción de ir a Asegarce?

D. M.: No he hablado con nadie. Lo veo difícil después de salir de Aspe. Estoy abierto a una propuesta.

¿Con qué se quedan de esta senda?

M. M.: Con todo el cariño de la gente y, dentro de la pelota, con los ratos de vestuario y los amigos que hemos hecho. El ambiente entre los compañeros es muy bueno.

D. M.: Efectivamente. La cantidad de amigos que hemos hecho es lo mejor. Agradecemos mucho a la gente que nos ha acompañado en lo bueno y en lo malo. En especial, a nuestros padres, que han estado siempre a nuestro lado, y a los compañeros.

¿Qué compañero les ha marcado?

M. M.: No puedo decir uno. Todos.

D. M.: Hemos intentado ser buenos compañeros y sumar como pareja. No se puede nombrar solo a uno.

¿Qué zaguero se les atragantaba?

D. M.: Al empezar, no ganaba nunca a Barriola. En aficionados, tuve a Beroiz. Últimamente, el peor ha sido Rezusta.

M. M.: A mí siempre me tocaba con Urberuaga en Eibar. Era imposible ganarle. Con Iza coincidimos desde aficionados. Esa izquierda siempre me ha dado guerra. No se me puede olvidar Cecilio, que era tremendamente incómodo.

¿Un partido en la retina?

D. M.: El debut y la final del Parejas de 2012 en Bilbao. Fue un boom.

M. M.: Hay muchos. El debut está entre ellos. Fue en Ezcaray con Capellán, que siempre fue nuestro entrenador. Debuté y he acabado allí. Además, recuerdo el Parejas que jugué con Altuna, los dos de suplentes; el último San Mateo de Titín, que fue emocionante; el choque con Irujo ante David o las finales de Segunda.