bilbao - Una joven aficionada me preguntaba el otro día por qué Pablo Laso está con la selección de Euskadi, si no tiene ganas de vacaciones. Le traslado la pregunta.
-Hombre, claro, con estoso calendarios las temporadas son muy intensas y tienes ganas de desconectar, pero el baloncesto es mi vida y aquí estás en una historia diferente y de alguna manera también desconectas al encontrarte con gente con la que llevas muchos años. No hay presión, venimos a disfrutar, los jugadores compiten siempre bien y tenemos la oportunidad de trabajar con gente joven. Al final, lo hago muy a gusto y estoy contento de estar un año más.
¿Qué se puede esperar de la selección de Euskadi este fin de semana?
-Somos un equipo especial porque apenas nos juntamos una semana para conocernos, aunque algunos jugadores repiten de otros años. Por eso, siempre les insisto que hay que ser competitivos y eso suele suceder siempre, con mejores o peores resultados. No es cuestión de meterles más estrés competitivo, pero hay que competir, que es la mejor manera de disfrutar y pasarlo bien.
¿Que usted sea el entrenador les hace estar más receptivos?
-No, no creo. Yo les veo contentos porque intentamos tener buen ambiente y disfrutar este tiempo que estamos juntos. Pero no especialmente por el hecho de que sea yo el entrenador. Por ejemplo, Javi y yo hemos jugado juntos en la selección, le he entrenado y tenemos una relación especial. Luego, vamos incorporando otra gente y quizás para algunos el hecho de que les dirija el entrenador del Real Madrid es un aliciente, pero el hecho mismo de que te llame la selección de Euskadi ya tiene suficiente importancia.
Al final, el que usted, un campeón de la Liga Endesa y la Euroliga, esté con esta selección es un rasgo de normalidad, como mucha gente destaca de Pablo Laso.
-Siempre me he considerado una persona normal, como jugador y como entrenador. Con mis manías y arranques, pero sin más. No creo que deba cambiar la manera de ver la vida por lo que te pase laboralmente. Mi trabajo es ser entrenador de baloncesto, como el de otro es ser director de banco, y eso no te hace especial. En cualquier profesión, ser una persona normal es lo que valora la gente. Yo sigo teniendo los mismos amigos, sigo haciendo más o menos lo mismo. Quiero vacaciones, como todo el mundo, pero sobre todo tengo la suerte de estar en un trabajo que me apasiona, en un gran club y rodeado de grandes jugadores, pero eso no tiene por qué cambiarme.
Con el paso de los días, ¿considera que esta última temporada ha sido la más gratificante de su carrera?
-Ha sido una temporada muy difícil, sobre todo cuando afectan las cosas que no puedes controlar, como las lesiones. El equipo ha trabajado muy bien y estoy muy contento, pero no solo por los resultados, que es lo que mira todo el mundo.
Se refiere, supongo, a esa capacidad de adaptación que citaba como la clave del baloncesto moderno.
-Tengo claro desde hace tiempo que en el baloncesto, como en todas las profesiones, es necesario seguir aprendiendo y mejorando porque siempre hay cambios de jugadores, de capacidad física, de reglas, de tendencias... Lo mismo que el periodista se ha tenido que adaptar a los cambios para hacer mejor su trabajo. En cada persona debe haber ese deseo de mejorar y en el baloncesto es igual. Tienes que adaptarte para crecer y hacer mejor el trabajo cada día.
Hace unos días, pregunté a Andrea Trinchieri sobre la labor del entrenador en estos tiempos y él hablaba más de gestión de grupos que de cuestiones técnicas y tácticas.
-Es verdad que los equipos que juegan dos competiciones plantean una carga de partidos enorme. Nosotros hemos jugado 83 en nueve-diez meses. Entrenador viene de entrenar, pero no entrenamos mucho porque no hay tiempo, es imposible. Entrenador es el que entrena a un cadete y puede trabajar toda la semana para ver a los chicos mejorar y luego jugar el sábado para comprobar esos progresos. Nosotros no tenemos tanto tiempo para eso y hay que gestionar el partido, las emociones, los lesionados, los viajes, el cansancio... Son muchas cosas y no te he hablado de baloncesto. Al final, la esencia tiene que ser el baloncesto, pero Andrea tiene mucha razón.
Últimamente, muchos técnicos europeos están llegando a la NBA. ¿Es algo que le atrae?
-Para mí, el baloncesto siempre ha sido muy global. Yo cuando terminé de jugar y quise dedicarme a entrenar, lo primero que hice fue ir a Estados Unidos. No exactamente a aprender, pero sí a ver algo diferente. Estuve un tiempo con San Antonio y aprendí, cosas buenas y cosas que no te gustan tanto. Ahora hay jugadores, ya no solo europeos, que crecen aquí y luego vuelven a llí. Por ejemplo, Shane Larkin. Los equipos de la NBA con más poder adquisitivo buscan a los mejores jugadores y con los entrenadores pasa lo mismo. Ellos son conscientes de que el buen nivel de los jugadores europeos viene dado porque alguien les entrena bien. Los dos mundos se van acercando, es normal. En mi caso, veo la NBA como algo lejano, no pienso en ello porque estoy en un gran club. Pero los dos mundos están muy cercanos, incluso también en cuestiones como la preparación física, la medicina del deporte o el seguimiento de los partidos.
Después de quince títulos en siete campañas en el Real Madrid, ¿le siguen quedando cosas por hacer?
-Siempre quedan cosas por hacer, pero en absoluto doy importancia a marcar una era. Los títulos son algo grande porque, al fin y al cabo, al entrenador se le exigen resultados, en cualquier sitio. Pero el entrenador debe sentirse satisfecho por algo más que el resultado y en el Real Madrid hemos conseguido mejorar a muchos jugadores. Esto me llena mucho y hace subir la nota. El año que ganamos todo para mí no fue el mejor año. Hay que abstraerse a veces del resultado, aunque no es fácil. En el Madrid siete jugadores distintos han sido MVP en los títulos que hemos ganado y eso habla muy bien del grupo de trabajo. Ningún equipo debe ser el equipo de nadie, todo el mundo tiene su valor y eso es algo que los jugadores deben entender. Creo que en el Real Madrid lo hemos logrado.