L as ambiciones de Portugal en Rusia 2018 van a quedar definidas en el Mordovia Arena de Saransk en una irremediable lucha de intereses frente las esperanzas de Irán, manejado desde su banquillo por Carlos Queiroz, un reputado técnico de origen luso, que en su día habilitó una influencia notoria en el fútbol de su país.

Nada más lejos de los deseos del preparador de 65 años, que se topa de bruces con el equipo nacional al que defendió en gran parte de sus categorías, incluida la absoluta.

Tiene miga la cita de Saransk porque el destino ha provocado que Irán y Portugal se enfrenten en un partido a vida o muerte. Un duelo al sol sin remedio para el perdedor. El que gane del envite prolongará su estancia y sus aspiraciones en Rusia. El perdedor dirá adiós. No hay margen de error.

El azar marcó el camino y el balón el destino. Irán llega a Saransk con tres puntos. Uno menos que Portugal, al que le basta con el empate para sobrevivir en Rusia.

Puede Carlos Queiroz convertirse en el verdugo de su propia estirpe. De provocar el desencanto en una selección a la que manejó durante mucho tiempo y a la que adiestró para que llegara a situaciones como la de ahora.

Sin bagaje como jugador de Queiroz siempre fueron los banquillos. Con 36 años, la edad que viene marcada en el adiós de un futbolista, ya entró a formar parte del cuerpo técnico de las categorías inferiores de Portugal. Dirigió a la sub’16, con la que fue tercera del mundo, y la sub’20 como parte de la etapa de mayor consideración del fútbol luso, una potencia en sus equipos menores.

Dos años después prolongó su idilio con el éxito. Fue campeón mundial juvenil con una generación de ensueño. Luis Figo, Joao Pinto, Rui Costa, Fernando Couto, entre otros.

Tuvo tal repercusión que el único entrenador capaz de triunfar en el fútbol nacional portugués le llevó a la selección absoluta lusa. No progresó. Incapaz de alcanzar la fase final del Mundial de Estados Unidos 1994 fue destituido e inició su recorrido en la competición de clubes.

No encontró el camino adecuado Queiroz, que recuperó el prestigio cuando fue capaz de llevar al equipo nacional de Sudáfrica a la fase final del Mundial de Corea y Japón 2002. Todo cambió desde entonces y Alex Ferguson y el Manchester United entraron en su vida. Fue determinante el club inglés, donde trabajó durante cinco años en dos etapas distintas. Antes y después de su etapa en el Real Madrid, donde no fue capaz de cumplir las expectativas tras un inicio esperanzador.

Carlos Queiroz recuperó el pulso con Portugal en el 2008, cuando volvió a ser designado seleccionador nacional de un equipo liderado por Cristiano Ronaldo y hombres como Ricardo Carvalho, Nani o Simao Sabrosa. Con ellos disputó el Mundial de Sudáfrica 2010 hasta que fue eliminada en octavos de final contra España.

Dejó otra vez la selección lusa y se embarcó en la aventura persa. En el 2011 asumió la dirección del equipo nacional de Irán en el que permanece. Le llevó al Mundial de Brasil 2014 y también le ha traído hasta Rusia, donde compite como el que más.

“Como portugués creo que es una oportunidad y un momento muy especial tanto para mí como para los jugadores. Pero será el fútbol el que determine el vencedor y quién es mejor sobre el terreno de juego”, opina Queiroz antes de medirse a Portugal en Saransk.

Queiroz, el vigésimo entrenador nacional que en un Campeonato del Mundo se topa con su selección de origen, se cruza ahora en el camino de Portugal, que compite en Rusia ataviada de la condición de campeón de Europa que hace dos años se ganó en Francia.

Pero quiere hacer historia el reputado y experimentado seleccionador iraní. Capaz de poner en cuestión la fortaleza de España, sacó tres puntos de su cita con Marruecos gracias a un gol en el tramo final en propia portería y aspira a plasmar una clasificación para octavos que sería histórica. Aunque supondría dejar fuera de los cruces de octavos a Portugal, su país.