jerusalén - Palestina y la campaña que promueve el boicot y sanciones a Israel se anotaron un gran triunfo al lograr la cancelación del amistoso de fútbol entre las selecciones argentina e israelí del próximo sábado, que había agotado las entradas y generado enorme expectación. Decenas de miles de israelíes, muchos de los cuales habían sufrido para conseguir una de las deseadas entradas -de las que solo salió a la venta un tercio puesto que el resto se distribuyó entre organismos y empresas- se despertaron ayer con la gran decepción, ante la noticia de que no verían a Messi y otros ídolos jugar en Jerusalén.

Los medios recogían ayer el tremendo desencanto, con reproches a los argentinos y también hacia los políticos israelíes, y en concreto a la titular de Deportes, Miri Reguev, a la que muchos acusan de forzar la máquina hasta provocar el desastre. Y es que Reguev había disfrutado del “éxito” diplomático que suponía tener a la albiceleste en el césped en Jerusalén, en un momento delicado en el que Israel trata de lograr reconocimiento internacional a la ciudad como su capital. En diciembre, Donald Trump dio un espaldarazo a las posiciones israelíes reconociendo la Ciudad Santa como capital israelí aunque especificando que no se fijaban fronteras, una decisión que culminó en mayo con el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, que fue seguido días más tarde por Guatemala y Paraguay.

Reguev forzó que el amistoso, último que iba a disputar Argentina antes de viajar a Rusia y que estaba previsto jugar en Haifa, se mudase a Jerusalén, buscando proyectarlo como una muestra más del reconocimiento internacional a la soberanía israelí sobre toda la ciudad. Lo enmarcó, además, en las celebraciones del 70 aniversario del nacimiento de Israel y prometió a los israelíes: “Messi vendrá a besar el Muro” de las Lamentaciones, situado en territorio ocupado.

Pero el traslado del evento a la urbe hizo saltar todas las alarmas y alimentó la campaña de boicot, con llamamientos incendiarios a Messi, fotos de macabras camisetas de la selección manchadas de sangre y montajes y memes acusándole de colaborar con la ocupación israelí y violaciones de los derechos humanos.

Grupos propalestinos fueron incluso a los entrenamientos a Barcelona a gritar a los jugadores: “¡No vayáis!”, una presión que no dejó de aumentar hasta el último momento. Además, fuentes argentinas dijeron que había habido amenazas a las familias de los jugadores si estos acudían. La Asociación de Fútbol palestina advirtió de que pediría a los países árabes y musulmanes que voten contra la candidatura Argentina-Uruguay-Paraguay al Mundial 2030 y su presidente, Yibril Rayub, dijo ayer que Israel “ha intentado utilizar a Messi y las otras estrellas como herramientas políticas”, alabó lo que consideró “una decisión justa” y dijo que espera que “Argentina gane la Copa del Mundo”. En Israel la cancelación fue un jarro de agua fría, no solo para las ambiciones políticas de reconocimiento internacional, sino sobre todo para los hinchas, que lo vivián como el evento del año.