De Fuentealbilla a La Masia, de Stamford Bridge a Johannesburgo y de Barcelona a China, esas han sido las coordenadas vitales de Andrés Iniesta que ha decidido dejar el FC Barcelona y el fútbol de alta competición para emprender el último camino de su carrera, probablemente en la pujante liga china.

La trayectoria de Iniesta reúne elementos más propios de una gran superproducción cinematográfica que de la vida real, es el triunfo del talento, de un niño que siempre quiso ser futbolista y que un día de septiembre de 1996 emprendió el gran viaje de su vida en un Ford Orión azul.

Casi 22 años y 31 títulos después (a la espera de otra Liga que está al caer, con la que ascenderá a 32 trofeos), Iniesta se va habiendo puesto de acuerdo a enemigos acérrimos, a barcelonistas, a seguidores del Real Madrid o del Espanyol. Andrés, ese elegante y frágil centrocampista, es el mejor, el futbolista perfecto, el que nunca falla.

Y eso que sus inicios en Barcelona fueron complicados. Aquel 16 de septiembre de 1996 emprendió un viaje de casi 500 kilómetros desde Fuentealbilla (Albacete), 500 kilómetros entre dudas en las que dejaba atrás su familia, sus amigos y la zona de confort que le había protegido hasta entonces para emprender su gran aventura.

El Barça se fijó en Iniesta después de un torneo de fútbol 7 en el que Andrés fue el más destacado del Albacete. Albert Benaiges, colaborador del mítico Oriol Tort, escribió el nombre de Iniesta el primero de la lista.

Pero había un problema. Por entonces, la edad mínima para ingresar en La Masia eran los 14 años y Andrés tenía 12. Cuenta Benaiges, en una entrevista que publicaron Ramon Besa y Lu Martín en El País, que la aparición en escena del padre de un chaval que tenía en la lista (Jorge Troiteiro) desencalló el asunto. Entonces se aceleró todo, el Barça llamó a Fuentealbilla y el padre de Andrés le dijo: “Puede que el tren solo pase una vez en la vida”. Iniesta reflexionó en su habitación, presidida por un póster de Laudrup y otro de Guardiola, y tomó la decisión de su vida.

“El peor día de mi vida lo he pasado en La Masia. Así lo sentí entonces, así lo siento ahora, con tanta intensidad como si no hubiera pasado el tiempo. Tuve una sensación de abandono, de pérdida, como si me hubieses arrancado algo de dentro, en lo más profundo de mí”, recuerda Iniesta en La jugada de mi vida, escrito por Besa y Marcos López.

Desde que llegó a Barcelona, su vida siempre ha ido deprisa, deprisa. En 1999, en una edición de la Nike Cup, Guardiola advirtió que había visto un jugador que sabía interpretar mejor el fútbol que él mismo. “Xavi me quitará el puesto a mí; Iniesta se lo quitara a Xavi”, dijo entonces Guardiola, que con el tiempo fue el entrenador de ambos.

En 2001, con 16 años, Llorenç Serra Ferrer le llamó para entrenarse con el primer equipo en el Camp Nou. El tímido de Andrés no sabía ni cómo entrar en la instalación. Siempre recuerda que Luis Enrique, que luego fue su entrenador, le subió en su coche y lo llevó hasta el acceso de vestuarios.

En octubre de 2002 se estrenó con el primer equipo en un partido de Champions en Brujas, Louis van Gaal era el entrenador de los blaugrana; en 2004 marcó su primer gol (enero en Copa del Rey ante el Levante); y en 2006 salió desde el banquillo para darle la vuelta a la final de Champions ante el Arsenal en París.

“El jugador que reparte caramelos” como le llamaba Rijkaard demostró su carácter determinante con dos goles. En 2009 le pegó al balón “con el corazón y toda su alma” para marcar en Stamford Bridge y llevar al Barça a la final de la Champions.

Al año siguiente, Iniesta pasó a ser tratado como Don Andrés y se convirtió en una celebridad para el fútbol español tras marcar el gol de la victoria de España en la final del Mundial: “Cuando recibí el balón se para todo y solo estamos yo y el balón. Es como cuando ves una imagen en cámara lenta. Para mí fue así. Es difícil escuchar el silencio, pero yo en ese momento escuche el silencio y sabía que ese balón iba dentro”.

Después de sumar 31 títulos con el Barça (32 si suma la Liga), Andrés Iniesta tomará otro tren, esta vez rumbo a China para acabar su carrera deportiva bañado en oro, porque a la oferta deportiva hay que sumarle otra más que le garantiza la distribución de sus vinos en la gran potencia asiática.