vitoria - Uno de los grandes milagros de la naturaleza, sin duda, es comprobar cómo de un fruto aparentemente muerto y sin más futuro que vagar de un lado a otro en los brazos del viento puede surgir de nuevo, en cuanto se encuentra con unas mínimas condiciones, la vida. Entonces, lo que parecía insignificante se convierte en una valiosa semilla que germina para enriquecer nuevamente con sus frutos el terreno que le ha permitido recuperar todo su esplendor. Es el ciclo de la vida que se repite una y otra vez desde hace miles de años y que permite disfrutar de sensaciones inigualables. Unos sentimientos que está experimentando en primera persona el vitoriano Iván Fernández.
El mejor atleta alavés del momento, que ya consiguió trascender a su vertiente deportiva años atrás al dejar ganar a un rival que se había confundido en los últimos metros del recorrido del cross de Burlada en un gesto que le permitió inscribir su nombre en la selecta lista de las historias inolvidables en las que prima el espíritu deportivo sobre el egoísmo, continúa mostrando su perfil generoso aun a costa de que le pueda hacer pagar algún peaje en su rendimiento. De esta manera, ha querido que su dedicación, esfuerzo y sacrificios no sean solo útiles para sí mismo sino que redunden también en beneficio de otros. De esta manera, se ha convertido en una fructífera semilla cuyos primeros frutos no han tardado lo más mínimo en brotar.
Todo comenzó hace aproximadamente año y medio cuando, en noviembre de 2016, Iván Fernández se decidió a abandonar la habitual zona de confort que ofrece a los atletas profesionales la relación con sus clubes para iniciar una aventura mucho más personal. Fue el momento en el que vio la luz el Club Atletismo El Prado para vestir con sus colores al fondista vitoriano. Pero se trataba de mucho más que un simple suministrador de ropa. “El germen de este proyecto deportivo lo hemos sembrado este año y tiene un doble componente: el deportivo, por supuesto; pero también el de fomentar y difundir valores en la sociedad. Nace con la vocación de ir creciendo poco a poco e ir construyendo su historia en base a los dos objetivos señalados. Lo hará de manera humilde, sin prisa, incorporando a otros atletas, impulsando proyectos”, explicaba entonces el propio Iván Fernández. Apenas quince meses más tarde y bastante antes de lo que estaba previsto, ese proyectado crecimiento es ya una feliz realidad.
De esta manera, desde que arrancó la temporada, el atleta alavés cuenta con compañía en el club que toma el nombre del escenario en el que tantos kilómetros de entrenamiento han acumulado sus piernas. Junto a él se encuentran un veterano, Eduardo Sánchez (nacido en 1967) y tres jóvenes, Adrián Pajares (1998), Asier López de Vergara (1998) y Unai Álvarez de Eulate (2000).
Todos ellos llamaron a las puertas de Iván hace unos meses y aunque en esos momentos no entraba en los planes del fondista la posibilidad de ampliar la nómina de corredores de su escuadra fue incapaz de negarse a compartir su experiencia. “La familia crece. No era este el objetivo que nos habíamos señalado para esta temporada pero se ha presentado así. Lo hemos visto como una oportunidad muy bonita y tiraremos hacia adelante con empeño en hacer las cosas bien y defender las carreras deportivas de nuestros atletas y compañeros. Tener a otras personas detrás mío ha multiplicado por dos la ilusión y motivación que llevo de serie. Me hace muy feliz alcanzar mis objetivos pero tener la oportunidad de ayudar a otros a alcanzar los suyos es muy, pero que muy gratificante”, explica Iván.
Mismos valores Y lo cierto es que los nuevos pupilos del laureado atleta alavés le están dando motivos de sobra para que pueda sentirse más que satisfecho de la aportación que está haciendo para ayudar a su desarrollo. Porque los resultados positivos durante toda la temporada invernal se han sucedido prácticamente en todas las competiciones en las que han tomado parte.
Pero, además, todos cumplen también con el otro requisito fundamental para defender el mismo escudo que Fernández, apostar por la misma filosofía vital que siempre ha exhibido éste. “A todos les unen el compromiso con valores como el respeto, el trabajo, el sacrificio o la generosidad. Y los jóvenes saben también que no pueden descuidar su formación y que eso es lo primero en estos momentos”, recuerda Iván. Aunque todavía le quedan muchos frutos que ofrecer, sus primeras semillas ya están plantadas y florecen con fuerza.