MADRID - Dicen que una imagen vale más que mil palabras. El domingo, al término del Open de España, en el Centro Nacional de Golf de Madrid, Jon Rahm, cuarto en el ranking mundial, simulaba un mordisco a una de las asas de la copa que le acreditaba como campeón. Es su quinta victoria como profesional y un fin de ciclo para el vizcaíno en la competición, que ha ganado en todas las categorías. El de Barrika ha crecido al albur de ese trofeo y la competición, indudablemente, también lo ha hecho con su tirón mediático, gigante en apenas dos cursos dentro del campo profesional. Un hito. Rahm es un imán, un efecto llamada para la especialidad deportiva, un nuevo tema de conversación delante de la televisión. “Todo lo que haga por la Federación de España no será suficiente para compensar lo que hicieron por mí”, recita el barrikarra.
Con esa dentellada, el golfista de Barrika se asomaba delante del espejo, hambriento, siempre agresivo, siempre atractivo. Es otra pica más en su camino de oro. Es el momento de Rahm, el instante de encontrar a un golfista atrayente por la generosidad de su propuesta, siempre al ataque. El mordisco al cetro simboliza el patrón del vizcaíno. A dentelladas. Hambre y más hambre. A Rahm le va la marcha, delirio para el espectador. Su deuda se salda con cinco muescas en el cinturón -dos del PGA Tour y tres del Circuito Europeo-. “Es mi estilo de juego”, revela el de Barrika. “Me cuesta no jugar agresivo. Es difícil para mí ser conservador y, a veces, no me divierte. Es un claro ejemplo que en el hoyo 15 haya intentado pegarla a green”, consideró al término de la cita, en la que se congregaron 50.000 espectadores para dar rienda suelta a su pasión por el golf. “Adam -caddie del de Barrika- me estaba diciendo que podía pegar un hierro pero le he dicho que no, que me diera el driver porque no iba a pegar un hierro”, concretó el deportista de Barrika, quien admite que pasó lo mismo “en el 18 y la línea que pego con el drive”. Disfruta con “ese sentimiento y esos instantes antes de darle a la bola, sabiendo que vas a jugar agresivo, cuando haces luego un buen swing y ves la bola volar hacia donde quieres”. “Por eso lo hago, por lo bien que sienta, por la satisfacción de conseguirlo”, confiesa.
Embocando el alma del tiburón, en perpetua y volcánica actuación, sereno a la vez que espectacular, oliendo sangre con el error de Elvira en el hoyo 17, Rahm bebió en trago largo otro vaso de gloria. “En el play-off que tuve este año en Palm Springs iba a por la bandera estuviese donde estuviese; en el último golpe, que hizo que ganase, desde el rough, fui a por la bandera. Esos momentos en que ves la bola volar son los que hacen tan divertido este deporte”, remacha. La ambición sacude el mundo del golfista de Barrika. En su palmarés ya suma el Farmers Insurance, el Irish Open, DP World Tour Championship de Dubai, el CareerBuilder Challenge y el Open de España. Cuestión de carácter. Suma y sigue.
Con todo, el de Barrika ya es el pentacampeón más joven desde que irrumpió otro fenómeno como Tiger Woods. El vizcaíno debutó con 21 años en el panorama profesional, mientras que el californiano lo hizo con 20. El norteamericano tardó 23 torneos en ganar su quinto cetro en 1997, un curso después de haber descorchado su carrera en la élite. Rahm lo logró el domingo con 23 años y cinco meses. - I. G. V.