“Tomás, que vaya bien el día”, saludó el padre de Mikel Landa a uno de los mecánicos del Movistar en Gasteiz, donde hibernaba la Itzulia, dispuesta a estallar en primavera, coloreada por un día del ciclismo añejo, que reclamaba la presencia de los valientes. No faltó ninguno a la cita. Landa y su atrevimiento, Roglic y su fortaleza, Izagirre y su entusiasmo, pero sobre ellos se elevó Fraile y su ambición. En Eibar, el gran festejo fue para Omar Fraile (Astana), un gato callejero que no se asusta ante los retos, menos si los tiene tatuados para que no se le olviden. Su recado en la Itzulia era cazar una etapa y se inscribió en una fuga que le hizo libre en Eibar. Grita libertad. “Cuando a Omar se le mete una etapa entre ceja y ceja...”, aclaraba Pello Bilbao después de fundirse en un abrazo con el santurtziarra, al que le convenció para que le acompañara al Astana, el equipo del sol kazajo. “Me ayudó a tomar la decisión”, apuntó Fraile. De azul cielo, Omar Fraile tocó el paraíso. Azul sobre azul. La vida en rosa. Cocinero antes que Fraile, el de Santurtzi, que se quedó a un palmo en la París-Niza, bramó su gozo en Eibar. Un sotamano de autoridad cerca del frontón Astelena. Su grito de alegría, pura pasión, fue el chorro de voz de un alivio. Un pelotazo. Fraile, un solista, dio el Do de pecho ante los mejores tenores de la Itzulia: Primoz Roglic, que rascó 6 segundos de bonificación, Mikel Landa y Ion Izagirre, que sumó cuatro de ventaja. Todos ellos compartieron aventuras en una etapa que les ordenó en el podio a falta del asalto definitivo al Santuario de Arrate, al que se accederá por un infierno de ocho cotas y un día que espera la lluvia. Fraile no espero. Se beatificó en Eibar. Antes del confeti en la calle Toribio Etxeberria, Elosua, que contiene una de la cimas míticas del ciclismo aficionado, fue un suplicio al sol, duro, de aluminio, tenso. Piel de tambor. Allí retumbó el redoble del Movistar. Doble bombo en un ritmo diabólico. A la guerra camino de Eibar, la ciudad de la República, las armas y las bicicletas. Landa, que dispuso su clase escaladora en Gorla en 2009 cuando era más joven, el lugar en el que antes se coronaron Contador, Purito o Julián Gorospe, arengó a los suyos para que Primoz Roglic, el líder que luce bíceps y una cruz en el antebrazo, se quedara sin su muchachada, crucificada en una montaña que era una llamada a la ley de la selva. líder aislado El esloveno perdió las cuentas del collar de perlas. Se le desperdigaron los boletos de la lotería en las rampas de Gorla. Su equipo era él. Landa, con la ballesta de Víctor de la Parte, agitó el avispero entre los mejores. Adelgazó el grupo. Dieta severa y sauna. El día exigía carne magra. La que se apretaba en la escapada que despertó en los primeros kilómetros con Omar Fraile (Astana), Jonathan Castroviejo (Sky), José Joaquín Rojas (Movistar), Mark Padun (Bahrain), José Herrada (Cofidis) y Carlos Verona (Mitchelton), entre otros.La montaña, que se mostró hosca por un perfil, dibujó una media sonrisa en el reverso. El descenso ofreció una oportunidad para el reenganche de quienes se extraviaron en la ascensión. Los que se quedaron, volvieron apresurados para mantener el status quo, como si Gorla no hubiera existido. A Roglic, de repente, le abrazaban sus compañeros. El líder solitario en Gorla silbaba serenidad antes de que alumbrara Endoia, donde Movistar empujó otra vez con el ariete de Víctor de la Parte. Landa se colgaba a su espalda, de la que partía Roglic, con la correa atada a la rueda de Landa, siempre Landa. El alavés mandaba en un grupo con el líder, Ion Izagirre, Mollema, Alaphilippe, De la Cruz, Urán... en Endoia. Izagirre y De la Cruz reanimaron el espíritu de combate de Landa, cuyo estirón dejó a Roglic, al alavés e Izagirre en el mismo plano. En él metieron la cabeza De la Cruz y Rojas, que hizo un rappel desde el grupo de los escapados para poner sus piernas al servicio de Landa, muy mandón. Rodaron las cabezas de Alaphilippe, Gorka Izagirre y Pello Bilbao. La guillotina de la Itzulia cayó en Azurki.fraile, espera Allí se inmoló José Joaquín Rojas y se destacó Verona entre los fugados. Fraile aguardó a Izagirre, Landa y Roglic, que bailaban un arrimado. Un chotis entre los gigantes de la Itzulia. Landa e Izagirre volvieron a erizarse para pinchar a Roglic, que no esquivó la esgrima. El líder esposó al de Murgia. No le dio ni una pulgada. Sabe que Landa apenas necesita unas migas para darse un festín. El líder se encastilló. Está hecho de las rocas de las montañas eslovenas. Roglic, un coloso, pudo relajarse una vez olvidado Azurki y disfrutar en Azkarate, un descenso solo apto para locos, kamikazes y especialistas. Por encima de los 100 kilómetros por hora, aplanados en una posición imposible sobre las bicicletas volaban los siete magníficos: Roglic, Landa, Izagirre, Omar Fraile, Padun, Verona y José Herrada. Lejos de ese rebufo, a un minuto, se desgañitaban Mollema, De la Cruz, Quintana y Pello Bilbao, entre otros. Alaphilippe necesitaba unos prismáticos para seguir la acción. Fuera de plano.En las calles de Eibar, donde perece el Valenciaga, otra de los grandes relatos del mundo amateur, Fraile supo que no se le escaparía la pieza. Es un francotirador. Certero. Un cazaetapas. Camuflado en las espesura de los chicos del podio, el santurtziarra esperó su momento. Siempre es el suyo. Sabía que la curva marcaba la meta. Olvidó la ansiedad.. Frío, calculador, exacto. “Tenía que esperar”. Esperó en la silla de la paciencia. El dedo acariciando el gatillo, la respiración acompasada, profunda Un ojo cerrado. Para apuntar mejor. Se tachonó a Primoz Roglic, el hombre más fuerte. Fue su soporte cuando Ion Izagirre desenfundó. Herrada salió al ruido sordo. Se equivocó. Le derrotaron las prisas. Se abrió demasiado. Fraile, sereno, vio el hueco por el ojo de la cerradura. Por esa rendija hizo palanca. Regateó el tráfico, tachó a Izagirre, y se lanzó a la conquista. A todo o nada. Es su estilo. Irrumpió con una fuerza descomunal. Puro convencimiento. “No sabía si me podían remontar”, dijo. Imposible. Desatado. No erró el tiro. Diana. Esprintó con la vida retumbándole en el corazón, como cuando derrotó a Rui Costa en el Giro. El alma en cada pedalada. La boca abierta. Voraz. El brazo al aire. El puño al viento. Gol en Eibar en un día con disparos y ráfagas entre Landa, Izagirre y Roglic. En la ciudad armera, nadie dispara como Fraile. l
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