Tiger Woods es el golf lo que Michael Jordan al baloncesto, Michael Phelps a la natación, o Roger Federer o Rafa Nadal al tenis, ese tipo de deportistas a los que se puede admirar y odiar a partes iguales por su fiero instinto competidor y por su contumacia en las victorias. Pero también son ese tipo de atletas a los que se echa en falta cuando estás fuera ya que elevan el nivel de sus rivales. Estos quieren estar preparados para derrotar a aquellos ya que saben que ese triunfo tiene mucho más valor. Por eso, nadie en el golf ha manifestado su disgusto por el regreso de la leyenda californiana. Simplemente, saben que es algo bueno para todos. Porque Tiger no volvió en el Hero Challenge, un torneo de exhibición, ni volvió en el Farmers Insurance, su primera cita oficial en casi dos años. Su regreso se confirmó en la tercera jornada del Valspar Championship cuando la velocidad de su swing fue registrada a 207 kilómetros por hora, la más alta del PGA Tour en toda la temporada.
En ese torneo Woods acabó segundo y estuvo muy cerca de pelear por el triunfo, que habría sido su octagésimo en el circuito americano. En sus últimas tres salidas a un campo cuenta solo una de doce vueltas por encima del par y su juego ha ido afinando hasta el punto de que ya está entre los favoritos para ganar el Masters de Augusta, que sería el quinto de su carrera. Su último triunfo en un grande data del US Open de 2008, pero hay muchos que creen, entre ellos Jack Nicklaus, según confesó a El País, que Tiger va a ganar algún major más, como muchos pensaban que Jordan iba a conseguir más anillos, Phelps más medallas olímpicas o Nadal y Federer más Grand Slams. Y Tiger Woods también está deseando medirse otra vez en los grandes escenarios a sus viejos rivales de esta década y media pasada y a toda la nueva hornada de veinteañeros que están ascendiendo a los primeros lugares.
Y, cómo no, la vuelta de la estrella californiana ha sido celebrada por los aficionados, los patrocinadores y las televisiones, que se están aprovechando de su tirón medíático, que sigue intacto pese a los graves problemas personales que mancharon su imagen pública en un país tan puritano como Estados Unidos. Pero en el golf cuenta lo que pasa en el verde, en los 18 hoyos de un campo, y Tiger disparó las audiencias de ese Valspar Championship en un 621% respecto al año anterior, la NBC y Golf Channel lograron sus mejores registros en un lustro y algunas aplicaciones que permiten seguir los torneos se colapsaron cuando embocó un putt desde quince metros.
tres años después Los organizadores también se frotan las manos porque saben que aquel torneo al que acuda la estrella californiana será un torneo mejor. Como lo será el Masters de este año al que Woods vuelve después de tres años de ausencia. En su última participación en 2015, acabó el decimoséptimo con cinco golpes bajo par. Su objetivo es “ganar”, aunque si algo se destaca de este nuevo Tiger Woods, veinte años después de su explosiva irrupción en el circuito, es que muestra una cara más humana y amable, menos voraz en su rutina de entrenamientos y más dispuestos a escuchar a su cuerpo después de doce operaciones quirúrgicas.
Y es que se siente agradecido de esa “segunda oportunidad” que le ofrecen la vida y el deporte. Y las leyendas lo son porque no dejan pasar oportunidades. Desde el jueves en el Augusta National, los otros 86 jugadores estarán advertidos de que el Tigre quiere volver a dar bocados a la gloria. Al fin y al cabo, algunos de los récords del Masters siguen siendo suyos. l