Mi calendario estaba cerrado a priori. No me tocaba correr la Itzulia, y sí las clásicas francesas que se disputan por estas fechas. Pero el sábado de la Classic Loire Atlantique, hace diez días, me comunicaron allí que entraba en la alineación para País Vasco. Hay que traer un equipo compensado, no puedes hacer un siete solo con líderes, hace falta gente que trabaje. Y con esta idea me planté ayer en la salida de Zarautz, para mi debut en una carrera de categoría World Tour.
Curiosamente, en los que estaban siendo mis primeros metros en la élite del ciclismo mundial, lancé un ataque. Estaba más o menos programado. Me puse en primera fila durante la neutralizada, porque el objetivo del equipo consistía en entrar en la fuga. Y cuando vi que había gente que arrancaba yo tampoco me lo pensé. Nos fuimos varios por delante, pero enseguida nos cogieron. En la segunda intentona participó mi compañero Aitor González y esa sí que fue la buena. En mi grupo había estado Jordi Simón, y en el de Aitor iba Ibai Salas, ambos del Burgos BH. Los ciclistas de los equipos pequeños nos solemos vigilar en estas situaciones e intentamos saltar a la vez, porque sabemos que si unos no están representados en la escapada van a intentar tumbarla. Así que juntos mejor.
Con la fuga hecha, y recorriendo carreteras en las que entreno casi a diario, ya que nos suele gustar ir hacia la costa, me correspondió ayudar a Bravo, Bizkarra y Prades. Se trataba de que no les faltara de nada antes del tramo decisivo de la etapa. Luego, subiendo a Aia, una vez cumplida mi labor, levanté el pie, porque esto no ha hecho más que empezar y hay que administrar energía. Terminé satisfecho y con la confirmación de que, efectivamente, en el World Tour se va muy rápido. Estás subiendo un puerto a buen ritmo, miras a tu alrededor y no se ha descolgado nadie. (*) Ciclista errenteriarra del Murias