Dicen que en las rupturas siempre hay un perdedor y un ganador. Alguien que cambia para mejor mientras el otro vive a caballo entre la negación, el rencor, la nostalgia o una mezcla de todo eso recordando los tiempos vividos. El Alavés 2016-17 fue el primer amor para mucha gente de diferente índole. Para Sergio Fernández fue su carta de presentación en la élite encabezando un proyecto ambicioso y exitoso. Se movió bien con las cesiones, cerró un par de renovaciones clave y la pasión de esos primeros meses que nunca vuelve nos hacía por aquel entonces mirar para otro lado con pufos como Katai o Krsticic. Solo cuando el amor se rompió un año después empezamos a echarle en cara cómo había hipotecado el club invirtiendo dinero en fichajes que no han aportado nada. Así es el desamor, cuando aparece carga munición retroactiva. En esta separación entre muchas partes Sergio es el que tiene la custodia de los hijos. Su batalla es demostrar al juez que la sigue mereciendo para la próxima temporada.

Canta Sabina una canción que dice que “el superclase de mi clase se pudre en el banquillo” y eso es lo que les está pasando a Marcos Llorente y Theo Hernández, los reyes del baile en Vitoria pero dos a los que se les está poniendo cara de Illarramendi en Madrid. ¿Que por qué no juegan con Zidane? Pues oiga, porque no están ni cerca del nivel mínimo del bicampeón de Europa. El tópico nos empuja a hablar de justicias o de injusticias y de equipos que supuestamente trituran jugadores. Pero la única realidad es que la selección natural se impone. En equipos así solo sobreviven los mejores futbolística y sobre todo mentalmente. Por cada Casemiro hay tres Sahines, Illarras o Llorentes. Por cada Lucas hay tres Pedros Leones, Canales o Jesés. Por cada Marcelo hay tres Danilos, Coentraos o Theos. Ya ven que no tiene que ver con el entrenador ni con la nacionalidad. Solo con esa manía de ese club de ganar Copas de Europa. Y para eso necesitas a los mejores y rápidamente. Llorente y Theo, a día de hoy, no pertenecen a esa estirpe. Cuando lo de Pedro León y Mourinho (“habláis de Pedro León como si fuera Zidane o Maradona”), el futbolista llamaba a Míchel, su exentrenador, para pedirle consejos. A Llorente se le ha visto un par de veces por Ibaia esta temporada para estar con su amigo Ibai y visitar a sus excompañeros. Y seguro que para recordar también el lugar donde encontró el amor.

Pellegrino fue el Eros de todos estos futbolistas. El que le entregó las llaves del equipo a Llorente. El que le dio el carril a Theo. Y el que se inventó una posición nueva para Camarasa. Si solo se pudiera señalar un padre del éxito, ese fue El Flaco. Su grandísima temporada le abrió las puertas del Southampton en una etapa que se antojaba crucial para su crecimiento. La que podía marcar la diferencia entre ser el siguiente Pochettino o quedarse en un Poyet random. Su fracaso ha sido estruendoso y la de él es la ruptura de una persona de mediana edad que sabe que tiene que volver a reconstruir casi todo lo que había levantado. Volver a probar que puede dar el nivel en Europa, que es carne de grandes Ligas. Otra vuelta a casa de los padres en Argentina seguramente le pondría más cerca de comentar partidos en Direct TV que de volver a encontrar un amor tan verdadero e intenso como el que encontró en el Alavés. El Flaco entrenador solo recibiría cartas de Europa de Vitoria si se retirara a su Córdoba natal.

Un año después de una de las temporadas más mágicas de la historia del Deportivo Alavés a uno le surge una duda y es quién necesita más a quién. Mauricio Pellegrino, Marcos Llorente, Theo Hernández o Víctor Camarasa al Alavés. O el Alavés a Pellegrino, Llorente, Theo o Camarasa.