Hasta el 3 de enero, Prienai era una localidad lituana absolutamente anónima, un enclave ubicado a 39 kilómetros de Kaunas que ni siquiera llega a los 9.000 habitantes y cuyo mayor entretenimiento deportivo es su equipo de baloncesto, que milita en la máxima categoría del país. Pero desde hace ocho días la ciudad y el club viven bajo los focos de la prensa deportiva estadounidense. La todopoderosa ESPN ha desplazado hasta allí un equipo de grabación que capta hasta el más mínimo detalle de los entrenamientos, la camiseta del equipo se puso a la venta en Amazon y compradores japoneses arrasaron con las existencias -impagable ejemplo de globalización- y el amistoso disputado el martes contra la escuadra juvenil del Zalgiris fue retransmitido a todo el planeta vía Facebook. Millón y medio de personas conectaron en algún momento con la emisión, que tuvo un pico de más de 120.000 espectadores. Y todo por el desembarco de dos adolescentes californianos acompañados por un padre convertido en celebridad mundial por sus incendiarias declaraciones y por la cuestionable forma de gestionar la carrera de sus tres hijos. Es el universo Ball, un microcosmos en el que el padre, LaVar, recibe más atención mediática que su hijo mayor, Lonzo, número dos del último draft y base titular de Los Angeles Lakers, y cuya última ocurrencia ha sido convertir en profesionales a sus otros dos retoños, LiAngelo, de 19 años, y LaMelo, de 16, en el penúltimo clasificado de la liga lituana con la convicción -probablemente será la única persona del planeta que la tenga- de que es el paso adecuado para llegar a la NBA.

LaVar Ball lleva un año convertido en celebritie a base de fanfarronadas. De su boca ha salido, incluso antes de que debutara en la NBA, que Lonzo era mejor jugador que Stephen Curry o LeBron James y que él mismo habría barrido en su “apogeo” al mismísimo Michael Jordan en un uno contra uno -el apogeo de Ball como jugador de baloncesto aconteció en el curso 1987-88 en la universidad de Washington State y solo le permitió promediar 2,2 puntos-. Incluso se las ha tenido tiesas con Donald Trump, con un cruce de declaraciones que deja clara su incontinencia verbal pero también la enorme trascendencia mediática de su figura.

El origen de su agria polémica con el presidente del Estados Unidos y el paso a profesionales de sus dos hijos menores es el mismo. En noviembre, LiAngelo fue detenido en China, donde se encontraba de gira con la universidad de UCLA, junto a dos compañeros por robar en una tienda de Louis Vuitton -Trump intervino para que los tres chavales pudiesen volver a EE UU, LaVar minimizó el papel del presidente en estas gestiones y ambos acabaron cruzándose lindezas en las redes sociales-. LiAngelo fue sancionado, por lo que su padre decidió que lo mejor para su futuro era convertirse inmediatamente en profesional, metiendo en el mismo pack a LaMelo, aún en el instituto. Ambos fueron ofrecidos a infinidad de equipos europeos, incluido el Andorra. Solo el Vytautas Prienai decidió contratarles.

Y hasta allí han desplazado los Ball su particular show. Su aterrizaje en Vilnius el 3 de enero congregó a un gran número de periodistas y curiosos, con el padre acaparando focos y flashes y los hijos, los supuestos protagonistas, en segundo plano. LaVar también ocupó un lugar de honor en la presentación de ambos, respondiendo a la mayor parte de las preguntas de los medios, recibiendo su propia camiseta de juego con el número 99 y preocupándose de que la marca deportiva que él mismo ha fundado, Big Baller Brand, luciera en un lugar de privilegio. De hecho, el Prienai decidió hace una semana renunciar a la Copa Báltica, la segunda competición que disputaba, para jugar el Big Baller Ball Challenge, que no es otra cosa que cinco partidos amistosos que le enfrentarán a rivales de categoría juvenil con el objetivo de que los Ball puedan lucirse. En su debut contra los chavales del Zalgiris, LiAngelo, mayor que sus rivales, acabó con 19 puntos, mientras que LaMelo sumó 10. Su primer partido en la liga lituana se espera que llegue el sábado ante el Lietkabelis... si lo considera oportuno LaVar, a quien Steve Kerr, técnico de los Golden State Warriors ha definido a la perfección atendiendo a la constante vorágine mediática que le rodea: “Es el Kardashian del baloncesto”.