Por favor, no leas este artículo. Aprovecha mejor tu tiempo. Haz el amor con tu pareja, con tu vecino, con los dos? Apúntate a un curso de macramé por correspondencia o afíliate a un partido político y roba, que el dinero es de todos. Al final, ¿cuánto tiempo puedes tardar en leer estas majaderías? ¿Tres minutos? ¿Cuatro si te paras a pensar en la salud mental del que suscribe? Sí, soy crítico conmigo mismo. Es la única manera de evolucionar, salvo para los políticos. En estos tres minutos puedes tratar de ser feliz, de estar con tus hijos, de hablar con tus padres, de reírte del mundo? Quizás en algún momento este compendio de letras te haya hecho esbozar una sonrisa, puede que incluso una risa? Me doy entonces por satisfecho. A veces me preguntan de dónde saco las ideas para escribir estas tonterías. Un tonto lo tiene más fácil para escribir tonterías. Forrest Gump era un buen juntador de pensamientos, pensamientos tontos, pero pensamientos al fin y al cabo. Esta semana podría haberles aturullado con el caminar acompasado del Glorioso hacia la permanencia, o con el regusto dulce y armónico de la exquisita victoria del Baskonia ante Olympiacos, o del árbitro majareta que zancadilleó y expulsó en un arrebato de locura al estilo Faemino y Cansado a un jugador del Nantes? Tiempo habrá para esas historietas. Y es que la semana pasada me llegó al alma una historia muy triste, desdichada, que refleja a las claras que la desgracia aguarda a la vuelta de la esquina, puede que para usted, puede que para mí, puede que para algún ser querido? La desgracia se presenta en un momento, sin quererlo, sin buscarla, y te atrapa sin posibilidad de verle la cara. Les hablo de una desgracia, de dos, mejor dicho, de las desgracias de David Duque y Ana Capellín, un joven matrimonio que perdió la vida el viernes en la oscuridad de una carretera por obra y desgracia de un kamikaze. Él tenía 26 años y ella 24. Circulaban por la A-8, dispuestos a pasar un precioso fin de semana y a celebrar el 25º cumpleaños de Ana. Pero la desgracia quiso que sus esperanzas se truncaran para siempre. La desgracia se llamaba Rafael Quevedo, un conductor kamikaze que anduvo cuatro kilómetros en dirección contraria. Tres vehículos pudieron sortearle pero David y Ana no. Un segundo, dos vidas. Una desgracia, dos muertos. Tempus fugit. Ahora, aquí. Luego, quizás, no. La desgracia de un desgraciado se llevó sus sueños por delante. La muerte llamó a sus puertas sin estar preparados para ello. Cruel destino el que puede esperarnos detrás de cualquier curva. Por eso te pedía que no leyeras este artículo, que aprovecharas el maravilloso tiempo de que disponemos para disfrutar y hacer disfrutar, para vivir y convivir, para no amargar ni estar amargado, para tratar de ser feliz, que no es poco? El paso entre la felicidad y el drama puede resultar ínfimo. Si Guzmán no emboca en el descuento el cabezazo en Jaén, el drama estaba servido; si Adams clava el triple en la semifinal de la Final Four de Berlín la felicidad habría resultado absoluta. Si David y Ana no hubieran estado en el lugar marcado por la desgracia, habrían celebrado el 25º cumpleaños de ella, podrían haber formado una familia, podrían haber cumplido sus sueños? Dicen los americanos que el lunes 15 -Blue monday- fue el día más triste del año. Escribo estas líneas en pleno Blue monday, en un día gris, frío y triste. Pero no nos damos cuenta de que los Blue mondays tienen nombre y apellido, identidades de personas grises, frías y tristes. Así somos los que nos quejamos de vicio, los que tenemos salud, una familia maravillosa y motivos para sonreír. Si aún estás leyendo estas líneas, deja de lado los Blue mondays, los Black fridays y las alertas por misiles balísticos en la costa de Hawai. La vida, en el peor de los casos es corta, muy corta. Y en el mejor, maravillosa.
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