CLEVELAND - En 2013, en la que era su segunda temporada profesional, Josh Gordon hizo historia en la NFL, la liga estadounidense de fútbol americano. Con 22 años, el jugador de los Cleveland Browns se convirtió en el primer receptor capaz de enlazar dos encuentros consecutivos con más de 200 yardas ganadas (lo hizo, además, a lo grande, pues sumó 237 y 261). Gordon acabó esa misma temporada con una de las mejores marcas de la historia en cuanto a yardas de recepción ganadas con 1.646, cifra extraordinaria pues solo jugó 14 de los 16 partidos de temporada regular, aunque lo realmente meritorio es que salió en todos ellos al campo bebido o drogado. O ambas cosas.
En realidad, Gordon jugó en esas condiciones todos los partidos de su corta, constantemente interrumpida y accidentada carrera, tanto en la NFL como en Baylor University, hasta estas dos últimas semanas, en las que ha regresado a la competición profesional después de tres años de inactividad como consecuencia de una sanción de la liga y de su ingreso en una clínica de desintoxicación. Pese a su prolongado barbecho, el receptor de 26 años ha demostrado que sigue manteniendo todas las características que hace un lustro le alumbraron como un proyecto de gran estrella. En su primer partido en la NFL desde diciembre de 2014, cosechó la nada despreciable cifra de 85 yardas y la semana pasada anotó un touchdown.
En una dura entrevista concedida en noviembre a la revista GQ, Gordon reconoció haber bebido o tomado drogas “probablemente antes de cada uno de mis partidos en la NCAA y en la NFL”, añadiendo la certeza de que estaba inmerso en esa dinámica en el momento en el que hizo historia en 2013 con sus dos duelos seguidos con más de 200 yardas.
La historia de Gordon no es nueva ni en la NFL ni en el deporte profesional americano (el exNBA Keon Clark aseguró hace una década que nunca jugó un partido sobrio y que llegó a beber ginebra en los descansos de los partidos), pero ha sido seguida con gran atención porque no se trataba de un jugador más. El receptor de los Browns estaba llamado a ser un jugador dominador a pesar de que sus problemas con las sustancias prohibidas eran conocidos desde su llegada a Baylor. Ya en la NCAA, fue suspendido en un par de ocasiones por dar positivo por marihuana. En la NFL sus escándalos fueron mayores y solo en su año de novato, en 2012, pudo jugar toda la temporada. En su histórico 2013 se perdió los dos primeros choques del curso por violar la política de sustancias prohibidas de la liga; en 2014 solo jugó cinco partidos después de ser detenido por conducir bajo los efectos de sustancias prohibidas, por una nueva sanción de la liga y por otra de los Browns por violación de su código de conducta, mientras que se pasó en blanco 2015 por decisión de la NFL. En julio de 2016 fue readmitido por la liga, pero en septiembre, por iniciativa propia, decidió ingresar en un centro de rehabilitación. “Necesito dejar a un lado mi objetivo de retomar mi carrera profesional para antes recuperar el pleno control de mi vida”, dijo en un comunicado.
UNA PERSONA NUEVA Gordon asegura ahora que es una persona nueva, que la diferencia respecto a sus anteriores intentos de enderezar su vida radica en que “entonces lo hacía por los motivos equivocados, por un golpe publicitario, porque me lo pedía mi entorno, por salvar mi carrera... Ahora lo hago por mí mismo, quiero algo mejor para mí y tengo el refuerzo de mi hija de dos años”. En la entrevista en GQ, el receptor reconoce que empezó a utilizar sustancias prohibidas, Xanax y marihuana, a los 13 años. “Sentía que no encajaba, sentía miedo y ansiedad constantemente. Temía hablar con la gente, me incomodaba decirles dónde vivía porque era pobre y los que me rodeaban tenían mejores cosas que yo... Ni siquiera esperaba llegar vivo a los 18, el plan era superar cada día. Entre en esa espiral siendo un niño, por lo que con 20 años vivía sin frenos”, rememoraba. Gordon fue poco a poco abriéndose camino en la vida gracias al fútbol americano, pero nunca se separó ni de las drogas ni del alcohol. “Creo que en la NFL todo el mundo sospechaba de mis problemas desde el día en el que me eligieron en el ‘draft’. Les daba muchas razones para dudar de mí: falté a muchas reuniones, llegué tarde a todo tipo de actos, tenía casi siempre los ojos inyectados en sangre...”, reconocía.
El receptor natural de Houston reconoció que “llegué a pensar que había derrotado al sistema, que era más listo que los demás; evidentemente no era así porque acababan pillándome”. En este sentido, aseguró que “llegué a desarrollar un ritual. Si a comienzos de semana pasaba un control, creía que tenía una ventana de un par de días para consumir lo que quería y luego limpiar mi sistema. Entonces, me fumaba el mayor bong que encontraba y bebía chupitos. Me encantaba el Grand Marnier, podía beber enormes cantidades, pero también bebía whisky. Era mi forma de calentar mi cuerpo, de encender mi motor”. Un severo accidente de tráfico el verano pasado por exceso de velocidad fue el detonante en su cambio de vida, que ha desembocado ahora en el renacer de una carrera deportiva que parecía ya extinta. ¿Sabrá aprovecharla?