Vitoria - A Vicente Herrero todo el fútbol alavés le conoce como Tito. A él le gusta. Así se ha identificado durante treinta años por los campos de Vitoria, Álava y demás provincias donde ha acudido con su equipo txiki del Deportivo Alavés. Tres décadas después de empezar su gran labor siente que su dedicación ha terminado. “Todo en la vida tiene un principio y un final. Yo creo que ya he hecho lo que más me ilusionaba, que era trabajar con los más pequeños y por eso lo dejo. Han sido muchos años y ahora es tiempo para ver las cosas de otra manera”, cuenta en una conversación con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Ha sido habitual verle en los partidos de Mendizorroza salir al césped en los prolegómenos con varios niños y niñas para que pudieran fotografiarse con sus ídolos. Ese para él ha sido un bonito momento cargado de significado y que ha tenido su razón de ser en la escuela del club albiazul. No han sido pocas las veces que ha tenido la ayuda de futbolistas de la primera plantilla muchos sábados en Betoño para dar consejos a las futuras promesas. “La primera experiencia que viví con Pepe Crespi fue imborrable. Lloraba porque los chavales le vacilaban y no le hacían caso, no sabía cómo mantenerlos formales. Me acuerdo también de Serrano, Codina y de Eggen, que alguna vez también se acercaba hasta el polideportivo de Betoño para saber qué hacíamos”, apostilla Tito.

Hay que remontarse a la década de los noventa del siglo pasado. Aunque fue realmente en 1988 con Juan Arregui como presidente cuando comenzó su causa desinteresada por el fútbol base. “Me pidio Nacho Pérez que le echara una mano y me acuerdo que entrenábamos en el IVEF. Mi primera equipación era una sudadera de la marca Copy. Así estuve tres temporadas. Hasta que cinco años después pusimos en marcha cuatro escuelas, una de ellas en Jesús Obrero”, rememora Tito. Aprendices de futbolistas de entre 9 y 13 años. Cuatro días de entrenamiento bajo la supervisión de Tomás Balbás. Decenas de jóvenes a los que se educaba primero y luego enseñaba a jugar al fútbol. “Nunca he tenido problema alguno con un padre o chaval. Siempre les he dicho que lo primero el respeto al compañero. Que cada uno tiene su nombre y nada de llamar al otro por un mote”, manifiesta en un tono serio.

Ha sido esa una de sus premisas de trabajo y a tenor del número de chicos y chicas que han pasado por sus manos no le ha ido mal. “No sabría decirte cuántos, pero en tantos años puedes hacerte una idea, lo mismo que entrenadores”, describe sin precisar la cifra exacta. Algunos de los que hoy están en las categorías superiores como Sergio Herrera, Alex Vallejo, Iván Pérez o Ander Guevara han recibido sus consejos. De ahí surgió después la creación de la escuela txiki del Deportivo Alavés en 2002. “Veía que con los que venían de 9 y 10 años traían unas carencias importantes. No sabían sacar de banda o hacer un pase. Cuando nos pedían jugadores para unos equipos nos dábamos cuenta que había cosas que mejorar. Entonces por eso creamos la escuela, para que tuvieran un aprendizaje anterior”, cuenta Tito. Y la respuesta fue mejor de lo esperado. Casi un centenar de inscritos.

El alavesismo se expandía por todos los rincones por el efecto Dortmund y era el momento de aprovecharlo. “Para mí Gonzalo Antón ha sido el presidente que más se ha preocupado por nosotros. El único que ha venido al polideportivo de Betoño a vernos, el que ha hablado con los padres y los niños. Ha sido el que más me ha marcado, sobre todo por la cercanía con la escuela”, valora. Era la época en la que los hijos de los futbolistas del primer equipo pasaban por sus manos. “Tuve a los de Desio, al de Pellegrino, al de Lluís Carreras, el de Astudillo o al de Delfí Geli”, rememora con orgullo. El veterano técnico nunca ha querido tratar con jóvenes de mayor edad. Siempre ha apostado por los más pequeños. “Más que nada por la enseñanza. Ahora echaba en falta que no íbamos a jugar torneos a otros sitios con los chavales y eso realmente nos enriquecía. El fútbol base siempre ha sido una familia. Tenemos que hacer una labor más de educación que de formación”, evoca con cierta nostalgia. Tiene claro que ha hecho lo que ha querido y que si volviera a empezar desempeñaría la misma función.

Tampoco ha querido cambiar de club y eso que ha habido otros que le han llamado varias veces para incorporarlo a su estructura. “Siempre llevaré al Alavés en mi corazón. Los buenos ratos con el difunto Txutxi Aranguren nunca se me olvidarán. Siempre que me veía llegar a Betoño venía a saludarme y se preocupaba por el trabajo que hacíamos. Tampoco olvidaré la corona de flores azules y blancas con una cinta grande en la que ponía Deportivo Alavés y que el club hizo llegar al tanatorio de Alsasua cuando mi padre falleció en el año 2000. Aquello me llenó”, apunta quien ha sido responsable de la escuela albiazul las últimas tres décadas. No ha parado de recibir mensajes de cariño y agradecimiento durante estos últimos días y es que su huella perdurará siempre. “Un amigo de Madrid que vive en Toronto se enteró por las redes sociales que lo dejó y me ha mandado un mensaje. Me gustó la alegoría de Dafne Triviño también”, agradece. Se va con una cierta amargura al comprobar que el trabajo en Ibaia no está siendo el que durante muchos años se desarrolló. “Hace unas semanas vi al juvenil contra la Real Sociedad y sólo Peciña de los nuestros ha pasado por la escuela y en el otro bando estaba Urko González de Zárate, cuyo aita me envió un mensaje. Me da pena que el Alavés no apueste más por la cantera. Por ejemplo, los tres que se han ido al Aurrera no tendrían sitio en el filial”, se pregunta con tristeza quien ha disfrutado con su escuela al sacar futbolistas para todas las categoría superiores del club. Tito veía que el trabajo que se hacía con las promesas tenía una recompensa y se muestra esperanzado de que se vuelva a apostar por lo de casa. Es su legado.