No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que mejor se adapta al cambio”. El testamento científico que dejó escrito Charles Darwin, autor de El origen de las especies y acta fundacional de la teoría de la evolución, enlaza punto por punto con Bradley Wiggins. El británico es una metamorfosis. Ciclista poderoso, un magnífico pistard, -“yo soy un especialista de esfuerzos de cuatro minutos, me siento muy pesado en una carrera de tres semanas”, decía años atrás Wiggins- el inglés evolucionó y se limó tanto, (adelgazó 14 kilos para aletear en la montaña) que le alcanzó para convertirse en campeón del Tour de Francia. Fue el primer británico de la historia en ver los Campos Elíseos desde el ático de la gloria. Wiggins alcanzó la Luna. Un hito. Allí izó la Union Jack, la bandera que envolvió de orgullo a una nación ajena al ciclismo hasta que supo que podía extender el imperio. El corredor, con ese aspecto mod, un Paul Weller a pedales, pasó a ser una celebridad después de coser a su palmarés el oro olímpico de crono en la cita de Londres. La reina le condecoró por su gesta. Le hizo sir.
Después de aquello, tras centrarse en pruebas de contrarreloj - fue campeón del mundo- y regresar a la pista, su Belén, -el inglés obtuvo otro oro en el velódromo de Río de Janeiro-Wiggins imaginó otra Luna. Otro ecosistema. Otro mundo. Se fijó en el agua. Su Atlántida. Con esa idea se ha lazando de cabeza hacia un desafío colosal. Más grande que doblegar el Tour. Quiere remar con el equipo británico de remo en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2010. “Empecé a remar cuando me retiré únicamente para mantenerme en forma, pero mis números empezaron a ser bastante buenos, así que empecé a tomármelo como un profesional y comencé a entrenar siete días a la semana”, expuso Wiggins al Daily Mail el pasado verano. La próxima semana Wiggins competirá en el velódromo olímpico de Londres en el Campeonato Británico de Remo Indoor, donde se enfrentará al mejor equipo de remo de Gran Bretaña. Ese será su primer punto de anclaje para ser otra especie y formar parte del equipo olímpico de remo en los próximos Juegos Olímpicos. Wiggins desea llegar a Tokio remando. Su otro Tour.
Ciclista de élite, la metamorfosis física del británico es notable, casi tanta como la de Gregor Samsa, el protagonista del libro de Kafka. Nada tiene que ver su armazón con la figura enclenque de los días del Tour. Wiggins es distinto. Una mole forrada de músculos. Su ganancia de masa muscular, unida a una frondosa barba y el pelo largo, imagen que él colgó en las redes sociales, ha generado impacto. En su afán de lograr el éxito como remero, Wiggins ha ganado veinte kilos de masa muscular bajo las órdenes de su compatriota James Cracknell, campeón olímpico de la especialidad en las citas de Sídney y Atenas. El técnico británico considera que las condiciones físicas de su pupilo son óptimas para la disciplina, pero dominar la técnica que se necesita para destacar en el remo es la diferencia entre servir para remar o ser un remero de élite. “Se puede pensar que remar solo se trata de tirar, de hacer fuerza, pero con eso no es suficiente”, desgrana Jon Salsamendi, entrenador del club de remo de Orio y una voz autorizada en la materia.
cuestión de técnica El técnico guipuzcoano, que participó en varias citas mundialistas de remo, expone “desde la distancia” que “probablemente los valores fisiológicos de Wiggins serán muy buenos. Su antropometría, su peso y altura (1,90 metros y 100 kilos en la actualidad) y su físico hacen pensar que es un buen prototipo para ser remero. Además, el ciclismo y el remo se parecen porque ambos deportes requieren un esfuerzo agonístico y en ese aspecto, físicamente, estará preparado”. Para Salsamendi las dificultades salpicarán a Wiggins desde otros frentes. “Hay dos claves, desde mi punto de vista. La primera, el aspecto psicológico o motivacional. No es lo mismo tener un rol de protagonista absoluto cuando era ciclista, de ser un número uno, que tener que empezar desde abajo en el remo. La segunda, y probablemente, más determinante, es dominar la técnica de remo”, describe el experto. “Hay gente que tira como un animal en el ergómetro, pero que no se adapta al agua porque no rema como es debido al no dominar la técnica. Eso necesita su tiempo y no todos son capaces de dominar la técnica”.
El dominio de la técnica es una cuestión de sensibilidad, tacto y coordinación. Se trata de una coreografía que no todo el mundo es capaz de seguir. “Solo con el uso de la fuerza el bote no avanza ni se desliza. Hay que enganchar la remada. La fase aérea, cuando se levanta el remo del agua, y uno se mueve en sentido contrario a la marcha, no es sencilla de dominar. Si engancha la remada tendrá mucho ganado. Si no, es imposible”, apunta Salsamendi. “Es como si eres muy bueno corriendo, pero si no sabes patinar, da lo mismo lo rápido que seas que nunca vas a ser bueno patinando”, compara el técnico. Añade Salsamendi otro elemento a su reflexión y no se trata, precisamente, de una cuestión menor. Wiggins desea remar con el equipo británico, una de las grandes potencias mundiales junto a países como Alemania, Holanda o Nueva Zelanda, donde no hay lugar para los aprendices. “Para ser parte del equipo olímpico de Gran Bretaña tienes que ser muy, muy bueno. Es muy complicado entrar en ese equipo porque solo entran los mejores. Allí todos son unos patas negras”. Los remeros británicos no aspiran a competir en Tokio, su idea es obtener victorias. “Lograr ese nivel es dificilísimo”, enfatiza Salsamendi, que determina que el camino contrario es más sencillo de recorrer porque en el ciclismo no se requiere tanta técnica “Eso es un ventaja”. Hamish Bond, dos veces campeón olímpico de remo con Nueva Zelanda, ejemplifica ese trasvase. Bond, que en su juventud probó con las bicis, obtuvo la medalla de bronce en los campeonatos nacionales de contrarreloj tras tocar el cielo con el remo. Bond quiere competir en Tokio sobre una bicicleta de contrarreloj, donde siempre destacó el inconformista ciclista británico, que busca en el remo su próxima evolución. Veinte kilos más de Wiggins.