Baskonia y Alavés han disputado diez partidos cada uno esta temporada. El equipo de fútbol lleva dos meses y medio compitiendo y el de baloncesto uno. Ambos han cambiado ya de entrenador y los dos dejan la sensación de estar en una fase experimental que no se corresponde con el punto en el que te esperas encontrar a un equipo en esta hoja del calendario. Por el camino de las probaturas, probablemente necesarias, se van perdiendo los puntos y escapando los rivales. En el Alavés hay tan poca competencia y calidad en algunas posiciones que vivimos una especie de casting hasta encontrar al menos malo. Maripan tuvo sus cameos y ahora es el turno de Diéguez, que regaló el gol de Zaza. En el centro del campo también ha habido varias mezclas. Los que parecían fijos (Torres) ahora no se ven y otros de los que no había noticias (Pina) vuelven a escena. Santos es un caso significativo. Fue titular en Leganés, desapareció en la era Zubeldia y mantuvo su status de invisible con Javi Cabello y De Biasi hasta su gol en Getafe, que le propulsó a la titularidad en el último partido contra el Valencia. Quien más quien menos reza por llegar vivos a enero y traer refuerzos en demarcaciones clave como pueden ser la delantera y el centro de la defensa. Un nueve comprado en el mercado de invierno y una reaparición de calidad de Laguardia, de la que soy plenamente escéptico, podrían cambiar la realidad del Alavés. Gente que le conceda jerarquía en las dos áreas, agujeros negros durante todo el curso. Porque contra el Valencia, probablemente el mejor EQUIPO en el sentido más amplio de la palabra de lo que llevamos de Liga, el Alavés no fue inferior. De hecho durante varios tramos de la segunda mitad fue claramente superior. El desarrollo del partido habla bien del planteamiento de De Biasi, que anuló algunas de las piezas diferenciales de un conjunto que está volando. Guedes, la sensación del campeonato, no se meneó y Carlos Soler, jugador interesantísimo, tampoco. Después de cambios de sistema y personal y de algunas decisiones difíciles de entender contra Real Sociedad y Betis es probable que el técnico haya encontrado su dibujo y sus hombres. Siendo mejor, el Alavés perdió el partido por varios motivos. Si su inercia pesimista es la explicación cabalística, la futbolística hay que buscarla en su debilidad en las dos áreas, que es donde se ganan los partidos. Es imposible que este equipo esté en condición de salvarse si sigue regalando casi un gol por tarde. Al Valencia le puso los dos en bandeja en errores no forzados impropios de defensas de élite.

la situación ya es crítica Ha vuelto a encadenar tres derrotas consecutivas y la coyuntura clasificatoria empieza a ser preocupante. La salvación ya se atisba a cinco puntos y conjuntos que parecían muertos parecen reaccionar. Los tres recién ascendidos suman doce puntos y un equipo como el Leganés tiene casi la mitad del camino recorrido. El Girona demostró el domingo que cualquier cosa puede ocurrir una tarde cualquiera, pero tampoco van a ser todos los días fiesta en las visitas a Wanda, Pizjuán, Bernabéu, Camp Nou, El Madrigal, Mestalla, San Mamés o Anoeta. De los 28 partidos que quedan hay diez en los que es complicado pensar en una gran cosecha. El Alavés se juega en los próximos siete el fabricarse una oportunidad y el darnos el derecho a sufrir. Los enfrentamientos ante Espanyol, Eibar, Las Palmas y Málaga en casa y las visitas a Getafe y Girona (y al Atlético) son la temporada. Después de casi tres meses dando tumbos la posibilidad de subsistir se la juega en seis semanas, empezando este sábado y terminando el 20 de diciembre.

La caída libre del Baskonia sigue tras la salida de Prigioni. Pedro Martínez se ha encontrado un vestuario que no gana para divanes y, sorpresa, también una plantilla incompleta o descompensada. Se habla de si tiene que venir un cuatro o un cinco y de que hay que restituir la confianza de un grupo laminado por la falta de rumbo y la crisis de resultados. En su segunda pretemporada, o primera, le vienen Panathinaikos y Unicaja y la necesidad de empezar a ganar para, como el Alavés, no tener que hacer el trabajo de ocho meses en tres o cuatro de fuera de categoría.