Sorprendente no es lo que uno hace cuando es lo que se espera de él. Marc Márquez no sorprende. Es ganador, por antecedentes y presente, que gana. Hechos cotidianos. Rutina en las carreras de motos.
Andrea Dovizioso (23-III-1986, Forlimpopoli) es sorprendente. Que alce la mano quien contó con él para el debate por el título de MotoGP (si hubiera quién, sentido reconocimiento desde estas líneas). No ya en 2017, sino a lo largo de su carrera deportiva. Y eso que corrió en el equipo oficial de Honda, suministrador de la máquina que todo piloto querría montar. Allí donde más cerca se le pudo situar como candidato a la corona de la categoría reina. Jamás se perfiló como aspirante. Ha sido actor secundario. Gregario. Y, tras pasar por el equipo de referencia, el futuro de Dovi hacía pensar que su oportunidad se había esfumado, que el tren se le escapó. Pero este error es comprensible. Ni quien trabaja codo con codo con él sabía lo que estaba por acontecer. Ni ellos sabían del potencial y los límites de Dovizioso.
La sorpresa es ser capaz de hacer algo que quizá nadie podía esperar. Dovizioso es sorprendente. Además de por lo que cabía esperar de su palmarés (2 victorias en MotoGP en nueve temporadas hasta 2017), también porque su máquina, la Ducati, la conduce Jorge Lorenzo. Cuando se confirmó que el mallorquín trabajaría para la marca italiana, el director general de Ducati realizó una declaración que hoy suena irrespetuosa o, cuanto menos, imprecisa por una ignorancia que Dovi ha puesto en evidencia. “No nos gustan las excusas y por eso fichamos a Lorenzo. No queremos ninguna excusa para no ganar el Mundial”. Vamos, que con buenas manos, los malos resultados son causa del impreciso trabajo de ingenieros y mecánicos, vino a decir.
Transcurridas 15 carreras de 2017, Dovizioso duplica los puntos de Lorenzo en el campeonato (233 y 116); le quintuplica en victorias (5 y 0); le triplica en podios (7 y 2), y, lo más trascendente, es el único piloto en condición de discutir el título a Márquez en las tres carreras que dilucidarán al campeón de MotoGP. Gigi Dall’Igna estaba confundido. No sabía lo que tenía en casa. He ahí la excusa para quienes injustamente no tuvieron en cuenta a Dovi allá por el pasado invierno. Ni en Ducati pueden creerse lo que ven. Agotadas 15 carreras y poseedor a estas alturas de las mismas victorias que Márquez, la casualidad o la fortuna no tienen lugar para juzgar la actuación de Dovi.
Los hechos dictan verdades. Dovi es el jerarca de Ducati. La marca boloñesa confió en la nacionalidad y la regularidad como virtudes del italiano, y se ha cantado un bingo. Cierto es que Dovi es un hombre récord: el piloto con más carreras consecutivas de la historia, 272. O lo que es lo mismo: no se ha perdido una cita en su trayectoria en el Mundial, iniciada en abril de 2002 (la presente es su 17ª campaña). Valentino Rossi, segundo en esta clasificación, sumó 230; Max Biaggi, tercero, 201.
las razones del éxito Si la máquina no hace vencedor a quien la posee y Dovi no era ganador nato, ¿cómo se explica su éxito? “Hay varios factores”, puntualiza en una entrevista publicada en El País. “Se ha trabajado mucho, el equipo ha mejorado, la moto también, los neumáticos funcionan bien y, además, encaro las carreras y la vida de forma distinta”. Descartada la trascendencia del apartado mecánico, dado que Lorenzo no gana y sus dotes están contrastadas, he ahí la clave: “Algunas personas me han hecho entender algunas cosas que me hacen vivir mejor y eso repercute en todo lo que hago, en mi relación con la gente, en cómo gestiono las carreras, en cómo me comporto en casa. Y, al final, eso se observa en los resultados”. De modo que este Dovi es otro Dovi. Un Dovi, ahora sí, candidato.
Dado que todos los pilotos tienen acceso a los más innovadores métodos de entrenamiento, la psicología se ha erigido en el factor diferencial. “Cuando hace tiempo que no consigues tus objetivos acabas pensando cosas que no son; tu cabeza da vueltas y más vueltas, y te dice cosas que aunque no sean verdad condicionan todo lo que haces”, describe. “Lo que más cuesta entender, incluso a los atletas, es que uno tiene que conocerse. Todos creemos conocernos al 100%, pero no es así”, prosigue, para concluir: “No es cuestión de trabajar más o menos, sino de entender cómo eres y qué hacer para mejorar”. Así nace el nuevo Dovizioso, remozado, desconocido, candidato a la cúspide de MotoGP. De ahí su apodo, El Profesor, porque no cesa en el aprendizaje.
Es un tipo racional, premisa que antepone a las sensaciones por las que se rigen tantos pilotos. Él no se deja engañar por estados de ánimo. “Soy poco irracional, raramente me equivoco (de ahí su falta de incomparecencias), pero a veces puede ser también un inconveniente”, explica. Eso le ha podido privar de victorias, lo admite, pero también le ha conducido a su situación actual. “Lo voy a intentar hasta el final y veremos si será suficiente”, dijo tras ganar en Japón. Respeto para Márquez.
Debe saber el mundo que Dovi llora a solas con cada triunfo como lo hace un juvenil, que se reconoce como “un piloto diferente, no porque sea mejor o peor”. Se debe a que lleva “una vida como la de una persona que gana poco, no porque no gaste, sino porque convivo con personas que tienen sueldos normales”. Este es Andrea, tranquilo, sensato, sigiloso, camaleónico... y único con posibilidad de doblegar al genial Márquez. Justicia para Dovizioso.