El pasado 12 de octubre, Burgui, jugador extremeño del Alavés, puso un tuit celebrando el día de la Hispanidad y exhibiendo su sentimiento español. Algunos usuarios anónimos respondieron al futbolista con mensajes xenófobos y amenazas. Vivimos unos tiempos muy confusos para la lingüística. Una serie de rufianes han mandado a la turba a utilizar términos como fascista, facha o represión como parapetos que intentan vestir de democracia o libertad de expresión prácticas claramente reaccionarias. En 2017 hay gente que se ha creído que España es un estado policial o un lugar donde no están garantizados los derechos básicos fundamentales. Solo hay una manera en la que esto es posible: mucha gente no sabe lo que es un estado policial. Recientemente hemos asistidos a uno de los mayores atentados contra el estado de derecho y la división de poderes: una Policía desoyendo las directrices de un juez y defendiendo los intereses de un gobierno golpista. Es lo más próximo a un estado policial que España ha vivido en democracia. Una de las respuestas al tuit de Bugui que me llamó la atención fue una que le venía a decir que eso (la bandera española supongo), no está dentro del núcleo de valores del alavesismo. Me pareció significativo porque es imposible adscribir a toda una afición, un ente heterogéneo como pocos, a una ideología política o social. Sea cual sea. Incluso dentro de un grupo más homogéneo como puede ser Iraultza seguro que hay personas que tienen un pensamiento extradeportivo diferente al que se visiblemente se adhiere el grupo pero comparten la pasión por el Alavés. Hace un par de semanas, y antes del 1-O, vimos en el fondo de Polideportivo varias banderas independentistas de Cataluña. Sin entrar en qué me parecen las exhibiciones políticas en campos de fútbol, es un hecho que es algo que existe. Hubo esteladas, se expresaron libremente y no ocurrió nada. Como debe ser, asumido el trance de que estos temas se lleven al deporte. A tenor de las expresiones políticas y sociales que vemos en Mendizorroza, un observador externo podría pensar que, como le decía aquel a Burgui, efectivamente la afición del Alavés no se identifica con la enseña española. Nunca se ve la rojigualda en las gradas. De todas formas, en una ciudad que suele ganar el Partido Popular, que no se vea la bandera española de vez en cuando solo puede tener dos explicaciones. Que esa gente no ve el campo de fútbol como un foro político o que son escépticos de donde quedaría la libertad de expresión si se presentan con la enseña nacional a celebrar el 12 de octubre, por ejemplo. También se podría pensar que las reivindicaciones sociales de izquierdas (derechos laborales, etc.) que a veces se exhiben en el fondo son las que realmente preocupan a la masa social albiazul, pero soy escéptico de que el paro o sucedáneos sean una preocupación central a día de hoy de un territorio que está entre los cinco con menos tasa de desempleo de España y ocupa los primeros puestos en renta per cápita.
Está bien tener una ideología proletaria y de izquierdas pero las inquietudes de un colectivo, por más que sea el más activo públicamente, no tienen por qué coincidir con la realidad. Vitoria no es Vallecas. Si las elecciones son un barómetro político/demográfico, es evidente que Vitoria es más una ciudad de centro-derecha (nacionalista o no) que de izquierda. Y por supuesto que de izquierda abertzale. Que no lo digo yo, lo dice la fiesta de la democracia. Lo que es un hecho es que nadie puede decir a Burgui que el sentimiento de pertenencia a España no está dentro del alavesismo. Hay muchos aficionados al Glorioso orgullosos de ser españoles. Aunque no tengan la necesidad, el atrevimiento o las ganas de exhibirlo en Mendizorroza.
prigioni hizo el ridículo Pablo Prigioni hizo el ridículo en Fuenlabrada. Se borró del partido y se hizo expulsar en un momento crítico para su equipo. Cuando parecía que no se podía superar el bochorno de ver a un líder desbocado y completamente superado por la situación, vino a decir que todo había sido parte de una estrategia para enchufar al equipo emocionalmente. Señor Prigioni, se le paga, entre otras cosas, por mantener la cabeza fría y tomar decisiones. Si de verdad cree que la manera en la que puede ayudar a su equipo es haciéndose expulsar es que todavía no sabe el puesto que ocupa. El argentino está sobrepasado y, con cosas como estas, parece más parte del problema que de la solución.