El tiempo, salvo para Jordi Hurtado, transcurre a una velocidad pasmosa. Ayer era 4, hoy ya es 5 y mañana ya no sé qué será. Hoy soy una Comunidad, mañana una República. Ayer fui un incompetente, hoy soy un incompetente y mañana seré la suma de ayer y hoy. Parece que han pasado siglos desde que concluyera la pasada liga ACB de baloncesto y hoy ya estamos inmersos en una nueva competición. Ya casi ni recuerdo a jugadores de la pasada campaña. Pero sí recuerdo la maravillosa lección de baloncesto impartida en el Eurobasket por un pequeño país como Eslovenia, que nos enamoró a muchos. Y enamorarse en Euskadi es bien jodido. Con todo, ayer, hoy y probablemente mañana la liga ACB seguirá siendo lo que siempre ha sido: la competición de la Asociación de Clubes Beligerantes. Pasan los años, los milenios, discurren las temporadas de baloncesto y las de Juego de tronos pero las tensiones entre clubes y federaciones se repiten como un ajo con forma de deja vú. Las riñas de Gran Hermano entre los clubes modestos y los que compiten en Euroliga corren el riesgo de perpetuarse en el tiempo como las películas de Cine de barrio. Al menos el Burgos -más concretamente con el poco baloncestístico nombre de San Pablo Inmobiliaria Burgos- ya es equipo ACB, después de un proceso de ascenso que se ha dilatado durante siglos. Por regla general, los plantes, amenazas, quejas, insinuaciones, dolores de cabeza, síntomas de resfriado, malestar general? se convierten por repetidos en tediosos bolos de verano a imagen y semejanza de La barbacoa de Georgie Dann. Al grano. Las ventanas de la FIBA se han hecho más famosas que los balcones de Pamplona en San Fermín -con paralización de la competición en las semanas del 22 al 28 de noviembre y del 21 al 27 de febrero de 2018-, la competición liguera podrá -en teoría y por fin- establecerse en un par de años en 16 equipos -después de múltiples negociaciones entre la ACB, Corea del Norte y Estados Unidos con la intermediación del Vaticano-, hasta un total de 11 equipos -de un total de 18- jugarán en competición europea -a este paso el Araberri puede ser el siguiente-, cada vez resulta más escasa la presencia de jugadores españoles en la competición doméstica - 70 de 228-, se producen cambios en la reglamentación -con la supresión de los pasos de salida y la expulsión por la acumulación de técnica y antideportiva- pero, en definitiva, con más equilibrio y emoción -en principio- que nunca. Y, al fin y al cabo, para los que vemos los toros desde la barrera y tomamos el vino en copa, eso es lo que más nos importa. Adiós, en teoría, al dominio de Madrid y Barcelona, más preocupados en desintegrarse que en otra cosa, hola a la multiplicidad de aspirantes a los títulos en juego. Y entre los pretendientes a las coronas, el Baskonia debe adquirir un papel protagonista. Carácter y juego, juego y carácter. El 15 de junio de 2010 tocamos por última vez el cielo por obra y gracias del santo, de ‘Saneme’. Han transcurrido siete años, mucho tiempo, quizás demasiado tiempo, y ya nos toca de nuevo volver a sacar tajada. Al frente de las huestes baskonistas, el comandante en jefe, San Pablo, evangelista, novillero antes que fraile, y baskonista de pro. Enchufados, van a salir enchufados desde el primer minuto. De eso se encarga el sheriff, capaz de sacar a pasear el látigo con el carácter y visión de juego que ya poseía cuando vestía de corto. Los soldados también tienen buena pinta. El primer partido ante el Barça ya supuso un test más que aprovechable. Se torció la cosa al final, pero teniendo en cuenta que viajábamos en cuadro y que el rival es de alto calado, la imagen resultó muy positiva. El equipo promete. Ahora sólo hace falta que cumpla con lo prometido y que lo que ocurrió siete años atrás sea sólo el penúltimo de los maravillosos recuerdos que este equipo ha protagonizado. Que así sea.
el glorioso, a por el título liguero Matemáticamente es posible. Vamos a pensar en alto, aunque quizás me haya dejado llevar por la euforia. Ni anteayer éramos tan malos -dejemos que lo del Villarreal fue una triste pesadilla- ni probablemente seamos los mejores, pero el sábado en Levante el equipo evidenció que puede competir a lo largo de toda la temporada. Recuperar la consistencia defensiva y la confianza parecen claves para el futuro. Y ahí Di Biasi parece tener un máster. Que así sea también.