...Y finalmente los chavales respondieron, ¡vaya que sí lo hicieron! Si el pasado lunes, durante su puesta de largo como salvador de un Alavés que agonizaba, pidió a sus jugadores, a sus chicos, a todos sin excepción, que debían dejarse poco menos que la vida en cada sesión de entrenamiento y en cada partido para sacar la empresa de la salvación adelante, éstos asumieron el reto, dieron un paso al frente y cogieron el guante hasta firmar ayer en Levante un partido sobresaliente en lo anímico y cuajado a la imagen y semejanza de De Biasi. Fue un duelo aseado y aspero por momentos, correcto desde el plano táctico y sobre todo defensivo a más no poder hasta el punto de que en determinadas fases del partido, sobre todo en los instantes finales, el italiano recuperó para la causa el mítico catenaccio que en su día hizo célebre al fútbol italiano. Hasta seis defensas en posición numantina contempló el Alavés en su idea de cerrar la portería de Pacheco y asegurar los tres puntos en litigio. Un balón de oxígeno mayúsculo para el Alavés que le permite abandonar ese corredor de la muerte en el que se encontraba y del que pudieron disfrutar el medio centenar de aficionados albiazules que se desplazaron hasta la capital del Turia para asistir no ya solo al primer milagro de De Biasi, sino para celebrar por fin el primer triunfo de la temporada.

verdades como puños Demostró capacidad de reacción el técnico transalpino en varias secuencias del partido -quizá la más evidente fue cuando metió a Vigaray en sustitución de Ibaia para contener la entrada de un segundo punta del Levante-, pero sobre todo cumplió su palabra y lanzó varios mensajes a la grada con cierto tufo tribunero. Quizá uno de los más replicados en las redes sociales fue ese en el que aseguró con ese tono paternalista que tanto le gusta que el “fútbol es un juego democrático en el que no juega el más chulo ni el más guapo sino el que más ganas tiene”. Verdades como puños, aseguraban poco después los aficionados, las de un hombre que en poco menos de una semana ha sido capaz de dar vida a dos jugadores abocados al ostracismo como Katai y Christian Santos, y hacerlos partícipes de un partido de alta tensión como el de ayer en Levante, donde el equipo se jugaba la vida. Un chute de adrenalina en definitiva para mantener viva la llama de la esperanza. Esa misma que debe guiar al club y la afición en el camino de que lo imposible sí es posible. Como se decía, De Biasi cumplió su palabra. Prometió otro Alavés, y sucedió; prometió un cambio de actitud en los jugadores, y ocurrió; prometió dejarse el alma y contar con toda la plantilla, y así fue. “Todos codo con codo, unidos y sin miedo para sacar esto adelante”, les diría a sus “chavales” poco antes de saltar al césped del Ciutat de Valencia. 90 minutos después, el italiano obraba su primer milagro.