Alguno no comió el domingo. Quizás fue Querejeta, quizás Sergio Fernández, quizás Luis Zubeldía, quizás el gabinete de prensa, quizás el zorro Babazorro, quizás más de un aficionado aún indispuesto por colitis, descomposición y pirrilera galopante ante el funesto espectáculo presenciado un rato antes. Lo que es seguro es que uno, al menos uno, no merendó de albiazul. Luis El Breve dejaba de ser oficialmente el pastor del rebaño alavesista a la hora del té, sólo 90 días después de ser presentado como una de las más rutilantes promesas de los banquillos sudamericanos. Sólo Mendilibar, destituido en la tercera jornada de la temporada 2013-14, ha calentado menos banquillo que el argentino. Adiós, Zubeldía, adiós. Ni aún me había aprendido si era Zubeldía, Zubeldia, Luis, Luís? Adiós a una persona con más pinta de joven abogado laboralista que de entrenador, con ese porte elegante, esas maneras de modelo de pasarela, ese hablar pausado y meloso tan propio de los argentinos, que en ocasiones marean, en ocasiones embelesan... Adiós a ese joven que dejó su patria en busca del Dorado. Adiós?

Y el domingo, a la hora del té, con una caña en la mano, me di cuenta de que esa historia no era nueva. En efecto, amigos, lo mismo le paso hace años a un tal Marco, pero al revés. ¿A Marco Polo? ¿A Marco Asensio? No, a Marco Rossi, el niño italiano de dibujos animados que decidió emigrar a Argentina para buscar a su buena y enferma mamá. Vaya dramón. A la mente ilustre que se le ocurrió martirizar a una generación de niños de aquella época, la de los 70 como yo, con un drama como aquél de dimensiones bíblicas había que guillotinarle. En efecto, la historia de Zubeldía es un plagio de la de Marco Rossi, pero cambiando los continentes. Un joven entrenador argentino decide emigrar a Europa para buscar la felicidad futbolística. Dificultades, sinsabores, dramas y derrotas se interponen en su camino hasta que finalmente debe abandonar su objetivo. Bueno, le dan una patada en el orto. La historia se transforma de un De los Apeninos a los Andes a un De los Andes al Gorbea. Para completar el innegable paralelismo entre ambas historias me queda por encontrar acomodo a dos personajes vitales: la madre de Marco y el mono Amedio (no confundir con el Mono Burgos). Para la madre aún no tengo candidata; para el mono?

la guadaña de josean A Querejeta, como a un servidor, no le gustaba cómo cazaba la perrita. El mandamás alavesista, en ocasiones como ésta, acostumbra a sacar a pasear la afilada guadaña cual Eduardo Manostijeras. Corte por lo sano. Ejecución. Al paro obrero. A muy pocos extrañó el domingo la decisión adoptada. El bodrio infame presenciado ante el Villarreal resultó insufrible. Me aumentaron las dioptrías. Muchos no nos levantamos mediada la segunda parte por vergüenza torera. Ni las peores películas del Potro de Vallecas. Ya no es cuestión de no meter -algo muy habitual en Euskadi- sino de imagen, peor que la del dictador norcoreano desfilando por la Madrid Fashion Week.

El último gol oficial alavesista lo clavó Theo en la final copera, el 27 de mayo, hace casi una docena de siglos. Desde entonces, a dos velas. Y yo me pregunto: la culpa de este desastre, ¿es de Marco? ¿O de su madre, Anna Rossi? ¿O de su padre, Pietro Rossi? ¿O de su hermano, Antonio Rossi? ¿O de Fiorina? ¿O de Giulietta? ¿O de Peppino? ¿O de Concetta? ¿O del mono Amedio? Cargarse a Marco era la solución más sencilla, como sucede siempre en estos casos, pero juzgar en exclusiva a Marco resulta a todas luces injusto. Ojalá la perrita vuelva a cazar como en años anteriores. Y ojalá nunca vuelvan a programar a Marco en televisión.

me gusta cómo caza eslovenia La perrita de Eslovenia tiene pedigrí, mucho y bueno. Una nación con dos millones de habitantes, similar al País Vasco, que ha parido nueve jugadores hacia la NBA, que ha maravillado en el Europeo con un baloncesto extraordinario, es un canto a la alegría, a la superación y a la belleza. I love Eslovenia.