LOGROÑO - “No la he visto, pero me han dicho que es una locura de subida”, disertó Alberto Contador sobre Los Machucos, el último descubrimiento de la Vuelta en su continua búsqueda de paredes imposibles y cuestas que retuercen a los corredores hasta convertirlos en sacos de escombro y padecimiento. En Los Machucos, el “muro” del que habla Froome, pastan las vacas de montaña.

La recóndita cima homenajea al ganado vacuno, fuente de riqueza de la zona. Una estatua recuerda sus virtudes. Entre las cuestas de cabras y los pastos altos de la vacas montesas que tanto entusiasman a la Vuelta se decidirá la carrera, que hoy se adentra a un territorio inhóspito, desconocido. Un canto al sufrimiento. La altimetría del coloso cántabro asusta de solo imaginarla.

Los Machucos enlaza numerosas rampas, una tras otra, con porcentajes por encima del 15% (16, 17, 18, 22 ...) y posee un par de paredes tremendas, que rozan el 28% en los 7,2 kilómetros del agónico puerto. La ascensión hasta la cumbre registra una pendiente media del 8,7 por ciento.

Antes de acceder al infierno vertical, el pelotón deberá enfrentarse al Puerto de Alisas, cuya descenso puede resultar muy peligroso, más si cabe en caso de que aparezca la lluvia, algo que no está descartado. La ascensión al Puerto de Alisas, después de pasar el Portillo de Lunada, es un clásico de la Vuelta. Una ascensión de 10 kilómetros de longitud al 6%. Una subida un tanto tendida y muy regular, puesto que nunca se supera el 7,5 % de desnivel. Ese será el aperitivo de Los Machucos, un puerto que atemoriza al pelotón y que engorda la cartografía de la Vuelta, la de los cuestas de cabras y, ahora, de vacas. - C. Ortuzar