TOMARES - El esfuerzo de Antequera, donde fue segundo, debilitó a Omar Fraile de tal modo que le abrió la puerta al abandono camino de Tomares. La etapa 13. El número de la mala suerte. “El esfuerzo del día anterior me dejó debilitado, pulido y el virus estomacal, que ya me atacó hace cinco días, ha hecho el resto”, relata el corredor santurtziarra, noqueado por la enfermedad. No pudo reponerse Omar Fraile, que se vio obligado a abandonar entre “vómitos y calambres” cuando aún restaban más de cincuenta kilómetros para la conclusión de la etapa con final en Tomares. Atrapado el organismo por el virus, Fraile, “absolutamente vacío”, tuvo que decir adiós a la Vuelta, sumándose así a la lista de bajas del Dimension Data. En el equipo africano solo resisten tres corredores, entre ellos Igor Antón. “No sabemos a qué se debe, pero todos hemos padecido los mismos síntomas y efectos”, expone Omar Fraile una vez tachado su dorsal de la carrera. “Me da mucha rabia dejarlo, pero no podía seguir. No tengo nada de fuerza. Estoy muerto”, subraya el vizcaíno, que el jueves cenó a duras penas. “No me entraba nada en el cuerpo. Sentía como una bola en la boca del estómago. Me daba asco la comida”, destaca Fraile, consciente de que su tiempo en la carrera se agotaba. “Después de ver qué les pasó a mis compañeros y sabiendo cómo habían acabado, veía muy complicado poder continuar, pero tenía que intentarlo”.

Fraile, luchador y tozudo, quiso esquivar el destino. Trato de restablecer el organismo tras una noche en la que “apenas pude dormir”. El despertar no mejoró la perspectiva del vizcaíno. Al contrario. El desayuno le produjo el mismo rechazo que la cena del día anterior. “Desayuné, pero me costó muchísimo. El estómago no iba bien. Lo tenía claro. Me sentía súper pesado”. A pesar de ello, el vizcaíno colocó los imperdibles. Saldría a competir, o más bien a sobrevivir con la intención de reponerse poco a poco. En Coín, el calor apretaba el gaznate. “No me sentía bien”. Los presagios se cumplieron punto por punto. Su cuerpo, atacado por un virus del que se desconocen las causas, aunque en el equipo creen que lo portó uno de sus corredores que fue contagiando al resto, comenzó a emitir señales de absoluta debilidad en cuanto la carrera tomaba el mínimo impulso. “En cada repecho en el que tenía que forzar un poco, vomitaba. He echado todo lo que tenía dentro”. Un suplicio.

La energía se le escapaba a Fraile sin remedio entre arcadas. “Todo lo que bebía y lo que intentaba comer, lo vomitaba. El agua, los geles, las sales. Comí un bollito y también lo vomité”. Hueco por dentro, sin alimento que le diera fuerza y esperanza, a Fraile, totalmente laminado, le sobrevivieron más problemas en una jornada martilleada por el sol y las elevadas temperaturas. “Sentía una debilidad terrible. Me dolía muchísimo la cabeza”, cuenta de su calvario sobre la bicicleta. “No podía ni beber una gota de agua en una etapa de casi 200 kilómetros y con muchísimo calor”. Aún así, Fraile peleó por seguir en carrera hasta que los calambres tomaron su cuerpo que era un solo espíritu, consumidos los músculos, deshidrato el organismo. “Entonces supe que ya no merecía la pena seguir sufriendo porque era un peligro para mí y para el resto de corredores. Iba ciego”. Un frenazo en el pelotón le advirtió de ello. Fue el anuncio de su abandono. “Hubo un parón y cuando frené, por el brazo noté un calambre tremendo”.

“estoy hecho polvo” El interruptor que acabó con su sueño. “Llegaba muy bien a la Vuelta, me había cuidado y entrenado bien y me veía con opciones para ganar alguna etapa”, proclama Fraile, que a media tarde de ayer aún no había ingerido ningún alimento sólido en su cuerpo. “Estoy hecho polvo”. Además de sentir el cuerpo apaleado, a Fraile le duele el abandono cuando piensa en Suances, a donde no podrá llegar. “Esa etapa la tenía marcada. La sabía de memoria. Me la había hecho en moto y también en bicicleta. Me da mucha rabia tener que dejar la Vuelta”, revela el santurtziarra, el corredor vasco con más opciones de hacerse con un triunfo en la Vuelta. El resto: Pello Bilbao, Mikel Nieve, David López y Markel Irizar están llamados a trabajar para sus respectivos líderes. La misión para Igor Antón, el mejor en la general, es escaparse del virus que ha tumbado a Fraile.