Los Juegos Olímpicos recibieron en Barcelona hace 25 años el impulso definitivo hacia lo que son en la actualidad. Se cerraba a su vez la 25ª Olimpiada de la historia y fueron un evento para siempre no solo por el lema y el himno que se hicieron famosos en lass voces de Josep Carreras y Sarah Brightman primero y de Los Manolos después, sino sobre todo por el legado que dejaron y por la dimensión que adquirieron ya que se abrieron a un público masivo, algo a lo que supo anticiparse Juan Antonio Samaranch, el presidente del Comité Internacional Olímpico que logró llevar los Juegos a su ciudad. Gran parte de los actuales consumidores de deporte a nivel mundial, que lo han convertido en una grandísima industria y en un lucrativo y a veces discutible negocio, nacieron o se consolidaron con los Juegos de Barcelona, donde se compitió sin trabas y en un horario accesible para todo el planeta.

Los boicots a Montreal 76, Moscú 80 y Los Ángeles 84, el desfase horario con los de Seúl 88, donde además estalló el escándalo de dopaje de Ben Johnson, habían dejado al movimiento olímpico muy tocado en su credibilidad. Pero Barcelona fue una inyección de ilusión, de aires renovados, en un entorno que acogía por primera vez unos Juegos. La aparición en el baloncesto del Dream Team estadounidense, que mereció por sí mismo un capítulo aparte, fue el símbolo de esa apertura, de esa tendencia que aún se mantiene de tener a los mejores de cada disciplina, de darles la oportunidad de competir por la gloria olímpica o, al menos, de elegir si quieren hacerlo. Los Juegos de Barcelona supieron resolver el problema creado con la ruptura del bloque comunista europeo y adaptarse a todos los cambios políticos y sociales que ya se habían desencadenado en aquellos años.

Las antiguas repúblicas yugoslavas, Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina, aparecieron por primera vez, aunque faltó Serbia por las sanciones de la ONU. Pero sus deportistas estuvieron presentes bajo la bandera olímpica. Y la ruptura de la Unión Soviética se solucionó con la creación de lo que se llamó el Equipo Unificado, que permitió competir a los deportistas de la multitud de países que estuvieron tantos años bajo el manto rojo de la URSS con la excepción del trío báltico, Estonia, Letonia y Lituania, que volvieron a ser independientes y lucieron sus banderas una cita olímpica 56 años después. A los Juegos regresaron Corea del Norte y Cuba, que habían faltado en 1984 y 1988, y Suráfrica, tras el final del apartheid. La presencia de estas fue subrayada por Fidel Castro y Nelson Mandela, dos de las grandes personalidades que acudieron a la inolvidable ceremonia de inauguración del 25 de julio. También Barcelona vio la aparición de la Alemania unificada después de que cuatro años antes la República Democrática acabara segunda en el medallero y alentara las sospechas, y algo más, de practicar un dopaje de estado. En definitiva, todos los comités olímpicos, un total entonces de 169, estuvieron presentes en los Juegos de 1992, algo que llevaba 20 años sin ocurrir.

épica y triunfo Así, desde antes de empezar, los Juegos Olímpicos se integraron en Barcelona gracias a la extraordinario labor de los más de 100.000 voluntarios y la ciudad, sus habitantes, se integró en los Juegos para crear un ambiente único. Y la magia se desplegó cuando Antonio Rebollo hizo prender la llama del pebetero. La mascota Cobi se hizo omnipresente durante quince días y las 22 medallas que consiguió la delegación española, algunas en pruebas emblemáticas, elevaron aún más la temperatura ambiental para provocar momentos de gran importancia deportiva y simbólica en las distintas sedes de las competiciones.

En el Estadio Olímpico de Montjuic, Fermín Cacho logró el oro en los 1.500 metros, que entonces era una prueba fetiche en el programa olímpico. Allí también la etíope Derartu Tulu, oro, y la surafricana Elana Mayer, plata, compartieron la vuelta de honor tras los 10.000 metros como anunciando una nueva convivencia en África. De ese continente llegó también Hassiba Boulmerka, que pese a las amenazas que sufrió en su propio país dio la primera medalla de oro de su historia a Argelia en los 1.500 metros. La gran sorpresa del atletismo fue la estrepitosa derrota en el salto con pértiga de Sergei Bubka, que no pudo hacer ni un solo intento válido y provocó una de las mayores decepciones de la historia olímpica.

El estadio no se cerró con el atletismo, sino con la final de fútbol en la que España consiguió gracias a un gol de Kiko Narváez un oro agónico ante Polonia que, de alguna manera, sirvió para borrar el amargo recuerdo del Mundial de diez años antes.

En las piscinas Picornell, logró España otro oro inédito, el de Martín López Zubero en los 200 espalda, y su equipo de waterpolo protagonizó una final épica y durísima ante Italia que necesitó tres prórrogas para resolverse a favor de los transalpinos. La natación tuvo su reina en la húngara Kristian Egerszegi, que sumó tres medallas de oro con 18 años.

Pero la gran estrella individual de los Juegos de Barcelona fue el gimnasta Vitaly Scherbo, nacido en Bielorrusia y que compitió con el Equipo Unificado. Su cosecha fue de seis medallas de oro, algo que nunca ha vuelto a conseguir nadie en su deporte y que solo ha superado desde entonces Michael Phelps con sus ocho oros en Pekín 2008.

Muchos son los que no han olvidado qué hacían y dónde estaban en aquellos días del verano de 1992 en los que el deporte se convirtió en un ejemplo de convivencia y camaradería que se extendió hasta la ceremonia de clausura, con los participantes mezclados en una fiesta de música y color. Apagada la llama olìmpica, debía quedar un legado y esa oportunidad la aprovechó Barcelona como casi nadie para convertirse en una ciudad cosmopolita, abierta al mar y muy renovada en la mayoría de sus infraestructuras. Los Juegos de 1992, que estos días se están conmemorando, fueron para siempre.

El Equipo Unificado lideró el medallero, lo mismo que había hecho la Unión Soviética en los Juegos de Seúl de 1988. Vitaly Scherbo, nacido en Bielorrusia, aportó seis de los 45 oros de la delegación.

José Manuel Moreno, oro en la prueba del kilómetro de ciclismo en pista, dio a la delegación española la primera medalla de las 22 que logró en Barcelona 92, una cifra que no ha vuelto a ser superada.

Derek Redmond, atleta británico de 400 metros, dejó una de las imágenes más curiosas de los Juegos cuando se lesionó en el tendón de Aquiles en la semifinal y entró en meta acompañado de su padre, que saltó a la pista de forma inesperada.

Hassiba Boulmerka sufrió amenazas en Argelia por sus ideas políticas e incluso tuvo que exiliarse en Francia, pero dio a su país su primer oro olímpico y segunda de una atleta musulmana tras el de la marroquí Nawal El Moutawakel en 1984.

La judoca Yael Arad dio a Israel la primera medalla olímpica de su historia, una plata. Lo hizo veinte años después de los atentados de Munich 72 y tras vencer en las semifinales a una rival alemana.

7.000 millones de euros es la cantidad estimada de retorno económico que dejaron los Juegos de Barcelona en todo su recorrido, desde la designación en 1986 hasta su conclusión en agosto de 1992.

Los miembros del Dream Team de baloncesto estadounidense fueron las grandes estrellas de los Juegos de Barcelona. Pese al celo con el que se guardaron todos sus movimientos, la atracción que generaron alcanzó a deportistas de todas las disciplinas.

PaísOroPlataBronceTotal

E.U. (*)453829112

EEUU373437108

Alemania33212882

China16221654

Cuba1461131

España137222

Corea Sur1251229

Hungría1112730

Francia851629

Australia791127

* Las siglas E.U. hacen referencia al Equipo Unificado que englobaba a las antiguas repúblicas soviéticas, salvo Estonia, Letonia y Lituania.

9.356

deportistas de 169 países tomaron parte en los Juegos de Barcelona 1992, la cifra más alta hasta entonces.