donostia - ¿Nervioso?

-Bueno... No sé cómo llamarlo. Algo de cosquilleo en el estómago sí que siento. Afronto mi última carrera y encima en casa. Siempre he soñado con despedirme en la Clásica y así va a ser. El del sábado -por mañana- será un día bonito y tengo ganas de disfrutarlo.

¿Lo del domingo en los Campos Elíseos también se lo tomó como una despedida?

-Sí, fue como una antesala. Yo siempre he concebido el Tour y la Clásica como dos pruebas unidas, debido a su situación en el calendario. Solo seis días las separan, y si estás en París vas a llegar bien a Donostia.

¿Qué sintió al decir adiós a la ronda gala?

-Entrar en los Campos Elíseos siempre es especial, aunque lo hayas hecho 16 veces. Vas a 60 kilómetros por hora en el adoquín y solo escuchas el rugido del público. Ahí sientes que has sufrido mucho durante casi un mes para alcanzar ese momento. Es muy bonito. ¿El domingo pasado? Saber que no lo iba a volver a vivir sí que lo hizo todo más emotivo.

¿Se habría retirado igualmente en Donostia si no llega a correr el Tour?

-No lo sé. Quedarme fuera del equipo en un principio supuso un palo importante, pero luego el destino quiso que entrara. Y, una vez en carrera, me olvidé de todo lo previo.

¿Pero tomó la decisión estando en Francia?

-Sí, durante el Tour. La retirada rondaba mi cabeza en estos últimos años. Todo el mundo me preguntaba sobre ello. A lo largo de esta última temporada, la opción de decir adiós ha ido cogiendo más peso, tras hablar con la familia, los compañeros y el equipo. Pero la decisión final la tomé en el Tour de Francia.

¿Qué me dice de las reacciones de la gente?

-Que me siento muy querido. Y es algo que me llena. Le estoy muy agradecido a todo el mundo por las muestras de cariño.

¿En el pelotón también las ha recibido?

-Sí. Al día siguiente de anunciar la retirada me preguntaron al respecto muchos ciclistas. Y en la última etapa, ya más tranquilos de camino a París, también se me acercaron compañeros para felicitarme por mi carrera y por mi comportamiento. Se agradece mucho. Igual que, por ejemplo, agradecí la bicicleta personalizada que me prepararon en el equipo para ese último día.

Veinte años de profesional... Se dice pronto.

-Son muchos recuerdos que iré procesando y analizando en el largo plazo. Pero el domingo en París, al ver allí a familia y amigos, resultó inevitable recibir flashes de mi trayectoria profesional. Ahora tengo tiempo por delante para ir ordenándolo todo en mi cabeza.

¿Recuerda su primera carrera?

-Sí, con Euskaltel en la Challenge de Mallorca, en 1998. Aunque, en realidad, mi debut profesional fue con la selección, todavía como amateur, en la Clásica de Sabiñánigo, en 1997. Estábamos preparando precisamente los Mundiales de Donostia.

Como dice, el salto lo dio con Euskaltel.

-Los ciclistas vascos de aquella época fuimos unos privilegiados. Creo que pudimos pasar a profesionales en torno a un centenar. Recientemente, en cambio, hemos notado un vacío importante. Y ahora ha nacido el Murias, que encima parece que va a pegar un salto de categoría el año que viene. Se están dando pasos y ojalá terminemos recuperando lo que tuvimos hasta hace no tanto tiempo. Nuestros chavales se merecen esa oportunidad.

De sus 20 años como profesional, le escuché el otro día quedarse con esas cumbres pirenaicas compartidos con Armstrong, Ullrich e Iban Mayo.

-Tengo triunfos en mi palmarés, pero no he sido un ciclista ganador. En cualquier caso, algo habré hecho bien para permanecer en el pelotón profesional durante veinte temporadas. He tenido muy buenas clasificaciones generales, por ejemplo. Y una de ellas es la del Tour de 2003, en el que fui quinto y del que tengo grabado aquel paso por las últimas rampas del Tourmalet, con los ciclistas que citas, y viendo también caras conocidas entre el público.

¿Están infravalorados los ‘top ten’ en grandes vueltas?

-Cuesta mucho estar ahí en carreras tan largas y duras. Cada día es un examen. ¿Infravalorados? No lo sé. Sí que lo están, por ejemplo, los podios que en su día consiguió Joseba Beloki. Ahora estamos hablando todos de que Mikel Landa se ha quedado a un segundo de ser tercero haciendo un Tour estupendo, igual que los que completó Joseba hace unos años.

En 2009 fichó por el Astana.

-Durante el año anterior percibí que mi ciclo en Euskaltel había terminado. Tenía ganas de probar con otro ciclismo y pienso que acerté con el cambio. Puede decirse que me dio alas. Rejuvenecí. Pasé de tener compañeros que vivían todos en cien kilómetros a la redonda a correr con ciclistas de muchos países diferentes, que además tenían aspiraciones máximas. Ganamos el Tour con Contador, y también metimos a Armstrong en el podio, tercero. Además, nos llevamos la crono por equipos y la general por escuadras. Fue un cambio grande, en lo colectivo y en lo personal.

Porque su rol cambió...

-Sí. Desde entonces he tenido siempre en mi equipo a grandes líderes. Pero también he contado con mis oportunidades para intentarlo. Eso es algo que te da la experiencia: saber cuándo van a existir opciones de luchar por un éxito individual. Siempre he dicho que hay que ser camaleónico y saber adaptarse a las circunstancias.

Tras un año en Astana, recaló en la estructura del actual Trek.

-El equipo es como una familia. Su filosofía de empresa es esa. Y tratan de aplicárnosla a los corredores. Empezaron haciendo bicis en un garaje y mira en lo que se ha convertido la marca. Yo siempre he percibido este espíritu durante los últimos nueve años. Se ha cambiado de nombre y de patrocinadores, pero la estructura y el ambiente siempre han sido los mismos. Se han vivido malos momentos a lo largo de todo este tiempo, pero el balance es muy positivo.

¿Pese a la última experiencia con Contador?

-Su llegada al equipo este año ha supuesto un plus de motivación para mí. Prácticamente hemos calcado nuestros calendarios. Es cierto que volvemos del Tour sin el objetivo con el que fuimos, pero tampoco lo hacemos de vacío, gracias al triunfo de Mollema.

¿Y usted qué tal se ha encontrado?

-Bien, me he encontrado bien. La semana previa al Tour no resultó la mejor para mí, y en las primeras etapas me costó un poco. Además, tengo 40 años y sí que he notado que la recuperación cada vez es más complicada. Tampoco sientes esa explosividad que sí tienen los jóvenes. Vienen pidiendo paso y hay cosas que simplemente son ley de vida. Por esto he tomado también la decisión de dejarlo...

Se despedirá con el número uno a la espalda.

-Ese maillot y ese dorsal los voy a guardar siempre. Como te decía antes, mi final soñado consistía en correr el Tour de Francia y decir adiós en la Clásica. Hacerlo con el uno lo redondea todo muchísimo más. Es un detallazo de Bauke Mollema.

¿Qué papel cree que puede realizar? El cambio al recorrido de estos últimos años le perjudica.

-Al final, el que está bien está bien, independientemente del circuito. En su día detectaron que a la carrera quizás le faltaba algo de dureza e introdujeron la subida final a Igeldo. Este año ponen además la subida a Alkiza mediada la prueba. Me gusta cómo ha quedado todo. Si ves el perfil, es muy atractivo.

¿Y después, qué?

-El domingo por la noche en París hablé con Ivan Basso, que también se ha retirado hace poco tiempo. Me recomendó que no tome decisiones deprisa y corriendo, que deje pasar un poco el tiempo, y eso voy a hacer.

¿Seguirá relacionado con el ciclismo?

-Es lo que quiero. Me encanta la bici. Hay cosas que no puedes hacer con ella cuando eres profesional porque te puedes lesionar. Pero ahora ya tengo algún proyecto en mente. En otras disciplinas. Y a otra intensidad, claro.