París - Thévenet, Kuiper y Van Impe. Ese fue el podio del Tour de 1977. La cuarta plaza la ocupó Paco Galdos, que cuando colgó la bicicleta abrió una pizzería que bautizó con el nombre de Dolomiti en honor a las montañas fastuosas del Giro. De esas fuentes bebió Mikel Landa, un apasionado de la carrera italiana, que ama por encima del resto. El Tour también ha entrado por los ojos al de Murgia después de completar una magnífica actuación, finalmente cuarto. Landa consideró “satisfactoria” la experiencia de alcanzar París con el ganador en el seno de su equipo y expresó su deseo de “volver el año que viene con el maillot amarillo”.

Seguro que esa misión no la realizará con el Sky, equipo que abandonará para enrolarse en otra estructura, al parecer Movistar, si bien el corredor no ha confirmado aún cuál será su destino. “Vamos a ver qué pasa con mi equipo para el año que viene, todavía no hay nada decidido. Ojalá vuelva de amarillo a París el año que viene, sería muy bonito”, expuso el alavés una vez rebasada la meta en los Campos Elíseos.

Landa recordó la dureza del Tour, una exigencia transformada en emoción por las calles de la capital francesa. “Llegar a París es muy emocionante, sobre todo con el maillot amarillo en el equipo”. A un solo segundo Romain Bardet en la general final, más de un pensó que Landa sería capaz de rebañar ese tiempo para escalar al podio con un ataque. El alavés le aplicó ironía al asunto. “¿Saltar para sorprender a Bardet? Si, podría haber saltado para atrás”. No obstante, reconoció que “había tensión entre nosotros, si se llega a despistar le hubiese robado el podio”, apuntó Landa tras su explosión en el Tour. - C. Ortuzar