han pasado 29 años desde que en julio de 1988, a sus 38 años de edad, Ángel María Villar se proclamó nuevo presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en sustitución de José Luis Roca, convirtiéndose así en el hombre más joven en asumir el cargo. Algunas lágrimas, tímidas pero elocuentes al estar marcadas por la emoción, asaltaron entonces al que fuera jugador del Athletic entre 1971 y 1981. Fueron diez temporadas en las que el siempre contenido y a su vez trabajador centrocampista vizcaino, que formó parte de la plantilla que ganó la Copa del Generalísimo en 1973 -un año antes de propinarle a Johan Cruyff un puñetazo que dio la vuelta al mundo-, sumó 361 partidos oficiales y 11 goles como león, época en la que también tuvo tiempo para asomar como uno de los fundadores de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) en 1978, de la que llegó a ser vicepresidente. Un año después se licenció en Derecho por la Universidad de Deusto.

Conocido es que durante su infancia, al vivir en la calle Luis Briñas con las ventanas de su casa proyectando el césped del antiguo San Mamés, Villar fue alimentando una devoción por el Athletic y por el fútbol que se traduciría en hechos años después. Más allá de la pelota, siempre mostró sus dotes de abogado al ayudar en cuestiones administrativas a compañeros menos hábiles en la materia. Son pasajes, no obstante, que tuvieron lugar antes de que el bilbaíno decidiera el colgar las botas con solo 31 años, cambiando así el balón por los despachos al estar plenamente convencido de poder contribuir activamente en la mejora del fútbol desde sus mismísimas entrañas.

Fue bajo esa premisa e intención, tras encabezar la Federación Vizcaína de Fútbol, como Villar se convirtió en presidente de la RFEF. En su discurso de investidura emuló la frase utilizada por John Kennedy cuando llegó a la presidencia de Estados Unidos. “No penséis en lo que os va a dar el Gobierno, sino en lo que vosotros podéis darle”, en referencia a una federación española de la que nadie ha podido separarle desde el lejano 1988, habiendo sido reelegido hasta en ocho ocasiones durante los 29 años que acumula en el cargo. Su última victoria, marcada por una de las tantas polémicas en las que se ha visto envuelto Villar, tuvo lugar el pasado mes de mayo, cuando figuró como candidato único después de que su rival en la carrera electoral, Jorge Pérez, optara finalmente por no presentarse al considerar que había habido falta de claridad en el proceso a las elecciones. Fue la enésima vez que el dirigente vizcaíno vencía sin oposición, al haberla tenido solo en las figuras de Eduardo Herrera en 1988 y de Gerardo González, en 2004. Ni las investigaciones realizadas por la justicia y que le mantenían imputado desde marzo por presunta prevaricación, malversación de fondos y apropiación indebida de 1,2 millones de euros de dinero público; ni la unión previa de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y del Consejo Superior de Deportes, con Javier Tebas y Miguel Cardenal como marcados enemigos durante meses y años, pudieron separar a Villar del inicio de su octavo mandato consecutivo y de la consecuente renovación de su cargo hasta 2020. Tampoco tuvieron efecto negativo alguno en sus intereses con respecto a la RFEF, donde su gestión ha resultado sumamente cuestionada en cuestiones relacionadas con el fondo y las formas, los últimos escándalos acaecidos en UEFA y FIFA, organismos en los que asoma como vicepresidente desde hace más de una década.

éxitos y conflictos En mayo del año pasado tuvo lugar el escándalo de corrupción que obligó a abandonar la presidencia de la UEFA a Michel Platini -lo mismo sucedió con Joseph Blatter, mandamás de la FIFA, en junio de 2015-, lo que colocó a Villar como presidente en funciones del máximo organismo europeo, cargo que ocupó entre mayo y septiembre de 2016. Fue entonces cuando el esloveno Aleksander Ceferin fue elegido para dicha función después de que el dirigente bilbaino, que también había visto de cerca la salida de la FIFA de Blatter sin que llegara a salpicarle tampoco, no presentara finalmente su candidatura al no contar con los apoyos suficientes.

Cabe recordar que Villar, creyente hasta el punto de tener en su despacho de la RFEF una foto del que fuera Papa Juan Pablo II, entró en 1998 en la Comisión de Árbitros Europea, siendo vicepresidente de la UEFA desde 2000 y de la FIFA desde 2002. Ha sido la RFEF, no obstante, el organismo del que Villar ha hecho una especie de cortijo a nivel personal, presidiendo los grandes éxitos de la selección española a nivel internacional. Las Eurocopas ganadas en 2008 y 2012, así como el Mundial de 2010 asoman como sus grandes éxitos, siempre alejado de los medios de comunicación por voluntad propia. Casado y con tres hijos, el aún presidente de la RFEF nunca ha resultado ajeno a las suspicacias relacionadas con el salario recibido por su trabajo en la federación, el cual ha rondado los 150.000 euros brutos, remuneración que se une a las retribuciones de la UEFA y la FIFA. Entre las razones que explican su acumulación de poder tres décadas después de su llegada a los despachos, donde se ha convertido en un hombre de suma relevancia a nivel estatal e internacional, figuran sus habilidades para manejar el entorno futbolístico y su gran relación con la mayoría de las federaciones territoriales, a las que nunca ha descuidado.