Para que Haimar Zubeldia pudiera disfrutar de su primera bicicleta, de la primera de las muchas que le han acompañado durante tres décadas por las carreteras de medio mundo, tuvo que haber un chantaje, uno de esos inocentes pactos entre críos y madres en los que los primeros consiguen el objeto de sus sueños y las segundas obtienen tranquilidad, esa paz que no se paga con dinero. Haimar era un crío inquieto que se alborotaba todavía más cuando veía a su padre, cicloturista, salir en bici con sus amigos. A él no le dejaban ir. Con 6 o 7 años, aquel niño cayó enfermo de hepatitis y el médico fue claro: prohibido moverse de la cama. Su madre, que sabía perfectamente que eso iba a ser misión imposible, negoció con habilidad: si obedecía, su premio sería una bicicleta de carreras. “Ni me moví”, ha recordado en más de una ocasión Zubeldia, rememorando el punto de partida de su pasión por el ciclismo, de una afición que nació en la escuela de ciclismo de Usurbil, su pueblo natal, para convertirse durante veinte años, desde su debut en 1998 en Euskaltel-Euskadi, en su profesión, en una fantástica singladura a la que él mismo puso ayer fecha de caducidad. El próximo día 29 tras la Clásica de San Sebastián, colgará la bicicleta.

A sus 40 años, Zubeldia anunció su retirada aprovechando la segunda jornada de descanso del Tour de Francia, la carrera en la que más ha lucido, con sus 16 participaciones, a una del récord absoluto, y sus cinco presencias en el top 10: cuarto en 2007, quinto en 2003, sexto en 2012 y octavo en 2006 y 2014. “Después de tantos kilómetros y de veinte años de profesional, he decidido retirarme del ciclismo después de la Clásica de San Sebastián. Viví en el Euskaltel años mágicos, luego corrí al lado de grandes líderes, campeones como Jan Ullrich, Lance Armstrong, Ivan Basso, Fabian Cancellara y Joseba Beloki y me despido compartiendo pelotón con Chris Froome y Alberto Contador”, dijo el corredor del Trek.

Zubeldia no ha sido un ganador. Estrenó pronto su palmarés, en 2000, al adjudicarse la general y una etapa en la Euskal Bizikleta y posteriormente solo sumó otro triunfo parcial y la general final del Tour de l’Ain en 2010. Sus virtudes, admiradas y reconocidas en el pelotón internacional, han sido otras, sobre todo una notable fiabilidad en todos los terrenos, su capacidad para ofrecer un gran rendimiento tanto en alta montaña como en las cronos en sus campañas en plenitud y, posteriormente, su gran trabajo en favor de sus líderes tanto en Astana, donde recaló en 2009 tras salir de la formación naranja, como en la estructura de RadioShack y Trek, donde ha militado desde 2010. “Han sido veinte años de pocas palabras y muchos sentimientos, inolvidables. Llevaba tiempo pensándolo, pero este invierno tomé la decisión definitiva. En este Tour lo he visto claro, por eso decidí poner punto final. Hay que saber dejarlo. Han podido ser 17 Tours, pero ya está bien. Fui cinco veces top 10. Se me puso el listón muy alto, pero hice lo que pude. Lo dejaré muy tranquilo en ese sentido”, aseguró.

Haimar dirá adiós en la Clásica de Donostia, la cita de sus sueños infantiles, “la que veía desde pequeño desde la puerta de casa”, pero no descarta seguir vinculado al ciclismo. Lo que tiene claro es que “voy a seguir andando en bici”, sumando más recuerdos a los que ha acumulado desde que recibió su primera bicicleta de carreras a cambio de no moverse de la cama. “Como aquellas ascensiones en los Pirineos, en el Tourmalet, cuando pasaba en cabeza algunos puertos animado por la afición”, recordó ayer emocionado.