PEYRAGUDES - Landa abrió los brazos, pero no para festejar una victoria, que tuvo a un palmo en Peyragudes, donde fue cuarto. Al lado del autobús del Sky, el alavés se defendía con gestos de los reproches que le lanzó en público Nicolas Portal, director del equipo. El técnico francés le pedía explicaciones por su comportamiento en la tremenda rampa final donde se astilló Froome, venció Romain Bardet y Fabio Aru trincó el liderato del Tour por media docena de segundos sobre Froome, que llegó con la lengua fuera. Derrotado el británico, la carrera francesa respira más viva que nunca, en menos de 35 segundos. El tiempo que transcurre entre Aru, Froome, Bardet y Urán. En ese radio de acción podría estar Landa, que nació para ser libre, pero corre con camisa de fuerza y aún así es séptimo en la general. Más duro que el muro, fue para Landa recibir la reprimenda de Nicolas Portal. El de Murgia no comprendió la desmesurada reacción del director francés, al que le venció la presión después de que se le rompiera la pizarra -la estrategia del Sky saltó por los aires en una rampa con colmillo- y se resquebrajara de manera inopinada el espejo más preciado la mansión inglesa, donde se refleja Chris Froome. En apenas 300 metros, el Sky pasó del cielo al infierno. Su maillot blanco, fundido a negro.

En esa distancia se atascó Froome de mala manera mientras Landa trataba de rascar una bonificación para proteger a su líder. La cuesta era una pared y el británico se estampó en ella. Se hizo añicos. Entró en crisis Froome como nunca se le había visto en el Tour. “He pasado por unos momentos difíciles y no voy a poner excusas. Era una llegada muy, muy dura. No tuve piernas al final, pero queda mucha carrera todavía. Hay que felicitar a Bardet, quien ha merecido ganar la etapa y ha logrado una victoria muy bonita, y también a Fabio Aru por haber conseguido el maillot amarillo”, zanjó Froome. Así de simple. “A Chris le ha faltado un pelín que han tenido los demás y hemos perdido el liderato”, explicó Landa. Peor fue el desplome de Contador y Quintana, tachados definitivamente en un día aniquilador en los Pirineos. Au revoir.

En Peyragudes no había socorrista capaz de reanimar al británico, que gateaba en una cuesta para escaladores explosivos, diestros con los crampones y el piolet. Froome, atragantado, no encontró consuelo ni en el potenciómetro, su hogar. Los números se le apagaron. Pantalla en blanco. Estalló por dentro. Implosión. Desahuciado por un arranque del espumoso Bardet que le desnudó. Aru y Urán también le abandonaron. Landa les siguió. Frome se quedó solo, en la intemperie. El kevlar de su liderato era un trapo. “Ha sido un sprint de 200 metros en el que más que perder tiempo se estaba disputando la etapa y no se me ha ocurrido mirar para atrás”, analizó Landa. En una empalizada como la de Peyragudes no había mosquetón de seguridad, ni escalera de incendios que rescatara a Froome. En ese pasaje de supervivencia Nicolas Portal entendió que el alavés dejó a su suerte a Froome, al que debía rendir pleitesía. El británico estaba completamente bloqueado, sin respuesta. Atrapado por la agonía, inundado por el ácido láctico. “Mikel Landa ha estado muy bien, no me he enfadado con él. Era mejor estar delante para coger bonificaciones”, trató de amainar Portal después de que las cámaras enfocaran su bronca. Landa, que disfruta con el humor, se sumó al mensaje de paz del Sky. Colgó una fotografía en las redes sociales en la que simulaba el estrangulamiento de su director con una acreditación de carrera. En el texto se leía: realizada la reunión tras la carrera.

Lo cierto es que Landa corre sin retrovisor. No le gusta girar el cuello. Se lo tienen que retorcer. Astana se lo estrujó en el Giro de 2015. Landa pedaleó entre lágrimas cuando tuvo que apagarse para encender a Fabio Aru cuando él era el más fuerte. En el Tour, donde es el mejor relevista de Froome, el hombre que le cuida en las zonas erógenas de la etapa, le invade esa misma sensación opresiva. El frac del Sky le aprieta el gaznate a un corredor al que le encanta romperse la camisa. Landa es el séptimo en la general, a 2:55 de Aru, y sus piernas son las más fuertes del Sky, pero al de Murgia le ata el nudo de corbata del equipo. Landa corre con una bola de presidiario. Incluso con ese lastre, Landa es el mejor haltera de las cumbres. Hace press de banca con ellas.

el plan se cae Sky manejó la etapa a su antojo, con su lujosas carroza paseando una colección de estrellas, cada una para un paisaje. Una pasarela de ciclistas estupendos al servicio de Froome. El relato fue fluido, -Cummings y el resto de fugados habían cedido, Quintana y Contador no tenían más futuro- hasta que sucedió lo nunca visto: se derrumbó Froome, con las piernas de trapo en Peyragudes. Cayó con un chasquido el decorado del británico después de que Nieve y Landa le desbrozaran el camino y le posaran sobre una alfombra roja. Se destempló Froome y giró el Tour en un instante. Sucede con los cambios que no se esperan, como los garabatos de la vida. Las revoluciones suceden así. Froome se mostró de cartón piedra. De piedra es Landa, una roca. Recordó el alavés al Froome al que tuvo que frenar el Sky en 2012 para que se impusiera Wiggins en París. Cavendish compartía entonces maillot con Froome y le entregó una nota en que le animaba a ser un hombre libre, sin servidumbres ni recados que realizar. Desterrado Wiggings, Froome se impuso en el Tour de 2013, 2015 y 2016. Eso persigue Mikel Landa, uno de los corredores más cotizados del pelotón y que queda libre este año. Movistar está más cerca.

Mientras tanto, Landa protegió a Froome, hasta que en esos 300 metros, el británico infalible perdió el aura que le vestía en el Tour. Sus fuerzas dimitieron con un portazo ahogado. Una derrota con silenciador, como la de Indurain en el Tour de 1996. Bardet y Aru se lo recordaron en un final a cámara lenta, en una subida corta pero despiadada. El francés, aferrado al arrojo, y Aru, otro tipo al que le encanta saltarse las normas, aceleraron y a Frome le grapó el plomo. Apenas conseguía reptar. Arrugado, con el gesto torcido y las piernas apolilladas. Landa, que tiene alas, tomó altura e intentó rebañar alguna bonificación para que Froome penalizara menos segundos. Los que contó con intriga Aru, que una vez rebasada la meta tras el éxtasis de Bardet, miró al crono y vio el cielo. El italiano puso en hora el nuevo reloj del Tour, donde el problema de Froome no es Landa.