En el rostro de Oinatz Bengoetxea se vislumbró la satisfacción plena. “Esto es la felicidad máxima”, repitió una y otra vez. Su cabeza no paró de rememorar imágenes de su victoria en la final del Manomanista ante Iker Irribarria, “un partido memorable y que no olvidaré nunca”, afirmó. Recuerdos de alegría y llenos de emotividad fluyendo mientras sus ojos no paraban de mirar a la txapela recién conquistada. La cuarta tras la Triple Corona cerrada en 2016 e iniciada en 2008, también en una final del Manomanista. Un ciclo que todavía no se ha acabado, pero al que Oinatz no pone ninguna objeción, ya que “no puedo pedirle más a la pelota”.
No todo fue alegría en la final del Manomanista para Bengoetxea. Irribarria le puso las cosas muy difíciles, le obligó a ejercer una defensa espartana y a tener que aprovechar cada una de sus oportunidades para sacar el partido adelante. “Para disfrutar hay que sufrir. Estoy muy feliz por la txapela, pero también con el partido que he hecho. Lo he dado todo en la cancha, he peleado mucho y la verdad es que estoy el doble de feliz”. El leitzarra, además, tuvo que empezar con el choque muy cuesta arriba, después de que Irribarria dominara en el juego y en el marcador con solvencia, dejando unas sensaciones no muy halagüeñas para el navarro: “Sabía que él podía empezar marcando las diferencias. Cuando está fresco, con el golpe que tiene, la engancha muy bien. Pero he seguido sufriendo y sabía que si seguía así, se cansaría. Ha sido duro, he tenido que sufrir mucho, pero él también. Esa dureza le ha hecho fallar algunas pelotas que normalmente no falla”.
la misión de incomodar Una de las estrategias llevadas a cabo por el delantero de Leitza fue tratar de incomodar a Irribarria y minimizar los daños de su potente pegada. “A Iker hay que buscarle las cosquillas porque si no empieza a pegar y se queda solo en el frontón. Goza todo y pone la pelota atrás con mucha potencia. Al principio me ha costado, pero poco a poco esa balanza de su superioridad se ha igualado”, explicó Bengoetxea, que no le dio ni un momento de calma al de Arama y ya desde el disparo inicial empezó a enredarle una y otra vez, alternando golpes desde el ancho y desde el txoko: “Sabía que el saque era primordial y he acertado. He arriesgado en algunos momentos, él también se ha puesto nervioso y le costaban mucho hacer los tantos”.
Los últimos momentos fueron un cara a cara letal en el que ningún error estuvo permitido. Momento para cabezas frías y corazones calientes. Escenario donde el leitzarra disfrutó más en esta ocasión. “Tenía algo menos que perder. Irribarria era el favorito, es más joven, tiene veinte años solo y es un chaval”, reconoció Bengoetxea, que no escatimó halagos para el que fue su rival en la final disputada en el frontón Bizkaia: “Es un pelotari que sabe estar y la madurez que muestra es grande. Creo que también ha hecho un gran partido, pero en momentos importantes he sacado mi ciento veinte por cien y ahí, él se ha puesto nervioso. Nadie es aquí de hielo y presionándole ha cometido varios errores”.