Quedaban 21 vueltas para la conclusión de la 101 edición de las 500 Millas de Indianápolis; se habían agotado 179 abrazos al Indianápolis Motor Speedway, el circuito con más capacidad de espectadores del mundo, ayer con 380.000 almas en sus graderíos y más de 100.000 en los aledaños disfrutando desde las pantallas gigantes de la carrera; el reloj marcaba cerca de 3 horas y 40 minutos de prueba transcurrida; de pronto el motor del monoplaza con el dorsal 29, del equipo McLaren Andretti Honda, expulsaba una nebulosa de humo, el coche se detenía irremediablemente ensuciando de aceite la pista; el motor japonés decía basta. “He sentido fricción, he visto humo... Una pena. Merecíamos acabar. No sé en qué posición, pero acabar”. Los sueños eran devorados por la frustración. La miel se quedaba en la comisura de los labios.
Fernando Alonso cambió de escenario en su búsqueda de proyectar al mundo cuán tamañas son sus dotes como piloto. En vista de que en la Fórmula 1 vive horas lamentables, incluso presentando los resultados más discretos de su carrera deportiva, dirigió su mirada hacia nuevos horizontes que le permitieran poner en pista todo su talento, sin condicionamientos mecánicos. Y su equipo, McLaren Honda en la F-1, para contentarle de alguna manera, para además promocionarse publicitariamente, aceptó el reto. Se contempló como una manera de que la temporada no fuese nula para todos, en vista de lo que acontece en el Gran Circo, y de que Alonso termina contrato este año e interesa tenerle contento porque difícil tiene McLaren resultar destino atractivo para pilotos de relumbrón. “Para ser el mejor piloto del mundo y el más completo tienes que ganar las mejores carreras que hay, tienes que ganar ocho campeonatos del mundo de F-1, para tener uno más que Michael (Schumacher), cosa bastante improbable, sobre todo en mi caso (por sus 35 años), y también en el de todos, es algo muy complicado. Si no, tienes que ganar el Campeonato del Mundo de Resistencia, el de Rallys, el París-Dakar, las 24 Horas de Le Mans, las 500 Millas de Indianápolis... Todo. Vamos a ir una a una, primero vamos a empezar por las 500 Millas”, justificaba Alonso. Ansiaba el asturiano llegar y besar el santo. Pero en Indianápolis también defectos mecánicos. Abandonó a falta de 21 vueltas por... Adivínen. Rotura de motor, el segundo de la semana. Alonso se llevó su cruz a Indianápolis. No obstante, el equipo McLaren Andretti Honda vivió las dos caras de la misma moneda, ya que el compañero de equipo de Alonso, Takuma Sato, se proclamó ganador de la prueba después de haber permanecido rezagado entre las primeras posiciones, lugares que ocupó Alonso mientras permaneció en pista. De hecho, ambos rodaron juntos prácticamente las 179 vueltas que Alonso pudo divertirse. Fernando se lanzó quinto en el ciclópeo óvalo, justo a la zaga de Sato, con una salida lanzada con líneas de tres coches en paralelo. Temeroso, el asturiano descendió de inmediato posiciones. Bajó al noveno escalón. Ahí se dio unos segundos para asimilar lo que acontecía. Hizo de novato, de debutante como era. Pero la prudencia no detuvo sus intenciones de brillar. En apenas 30 vueltas de las 200 programadas para completar las 500 millas, Alonso encabezada la estampida de los 33 coches que tomaron la salida.