madrid - “Una noche de fútbol puro”, en palabras del técnico Diego Simeone, le aguarda hoy al Atlético de Madrid en el estadio King Power frente al Leicester City, la resolución de los cuartos de final de la Liga de Campeones, con un gol de ventaja y muchísima presión para el bloque rojiblanco. Es el asalto definitivo a las semifinales. A ellas aspira el Atlético, subcampeón y presente en esa ronda en dos de las últimas tres ediciones, y a él se opone el Leicester, ganador de sus cuatro duelos como local en esta edición del torneo; un combate de indudable intensidad, por cada rechace, cada balón y cada sector.

Una lucha ante la vibrante e imponente animosidad de la grada, un pulso frente a Jamie Vardy o Riyad Mahrez, los dos hombres clave del equipo inglés, y un duelo contra un conjunto competitivo que no admite ningún error. Tampoco la renta con la que viaja hasta allí, un 1-0 a priori corto, pero que casi siempre ha sido una garantía. Por ejemplo, de los 45 resultados en la Liga de Campeones de la era Simeone, sólo uno ha sido una derrota por más de un gol, la final ante el Real Madrid de 2014, prórroga incluida (4-1), porque al final de los 90 minutos, el marcador era de 1-1, por lo que ninguno de ellos le elimina. Y sólo tres equilibrarían la eliminatoria. Bajo esos parámetros, con las características que mejor maneja el Leicester -velocidad, intensidad o fútbol directo- y con el aviso reciente de la eliminación del Sevilla, hay asuntos clave en el partido: las segundas jugadas, la concentración en cada milímetro del terreno de juego, la precisión y velocidad al contragolpe y, sobre todo, la contundencia ofensiva en cada ocasión. El objetivo del Atlético es el gol -obligaría al Leicester a anotar tres tantos-, pero también no recibir ninguno, con esa consistencia defensiva que ha rearmado y multiplicado recientemente, con Jan Oblak, Juanfran Torres, Stefan Savic, Diego Godín y Filipe Luis. No ha recibido gol en siete de sus últimos nueve encuentros.

Enfrente, el renovado Leicester resurgido de su depresión tras la marcha de Claudio Ranieri, el técnico que les guió al título de Liga el curso pasado, y la llegada de Craig Shakespeare, se aferra a su poderío en casa para prolongar su sueño europeo. Shakespeare ha regresado al sistema 4-4-2, apostando por el estilo que tantas alegrías les dio el año pasado, con mucha movilidad de sus delanteros, una presión incansable en todo el campo y unas transiciones defensa-ataque rapidísimas. Todo eran sonrisas en el entrenamiento matutino de ayer, y el Leicester parece convencido en remontar la eliminatoria. - Efe