Hace unos meses escribía un servidor sobre ellos, pero creo que no me leyeron. Es más, creo que no saben leer. Son fácilmente reconocibles por sus afilados colmillos, por la sangre que destilan a través de sus mandíbulas, por la peste que rezuman, por sus garras letales, por sus temibles aullidos, por sus inconexos movimientos propios de un ser que no ha evolucionado desde la primera repetición de Verano azul. Han podido verse algunos ejemplares en la serie The walking dead, así como en el capítulo 66 de El hombre y la tierra. En efecto, como ustedes ya habrán podido adivinar hablo de los padres que se lían a hostias en los campos de fútbol. Hace dos semanas un vídeo -como el de los de animales de La 2- retrataba a la manada soltándose puñetazos delante de indefensos niños en Baleares. El fin de semana pasado la historia se repetía en Logroño, ¡coño!, donde dos de esos aborígenes proclamaban su pretendida supremacía con la razón de los puños. Hace unos meses, con motivo del Alavés-Barcelona, varios seres del averno trataron de sacarse los ojos en la terraza de un bar gasteiztarra. La pena es que no lo hicieron. La excusa, demostrar su imbecilidad hasta Júpiter y volver.

Menos mal que este problema lo solucionan los rusos con la diplomacia que les caracteriza. Un exponente de ellos es el salao Igor Lebedev, diputado del Partido Ultraderechista ruso LDPR y vicepresidente de la cámara baja. Igor, hombre dialogante donde los haya, ha propuesto legalizar las luchas entre ultras mediante una serie de reglas y convertirlas en un espectáculo más para los espectadores, como una exhibición de elefantes en el Circo Mundial cuando el Circo Mundial tenía elefantes. El amigo Igor lo tiene bien claro, como las instrucciones de una pajita: enfrentamientos con 20 ultras en cada bando, desarmados y obligados a cumplir ciertas normas. “Rusia puede ser pionera en un nuevo deporte”, ha esgrimido con orgullo Lebedev, quien también es miembro de la Junta Ejecutiva de la Federación Rusa de Fútbol. Y lo arregla definitivamente al expresar su opinión sobre los hooligans. “No son ultras, son aficionados que apoyan cordialmente a sus equipos”, ha dicho este elemento que, tal y como ocurre también en este país, acostumbra a culpar de todos los males del mundo mundial al mensajero. “Los ultras son víctimas de una campaña mediática. A veces pelean contra fans de otros equipos, sí, pero nunca tocan a otros civiles”, ha insistido sin ruborizarse. El bueno de Igor es colega de Alexander Shpriguin, líder de los ultras rusos que la liaron parda en la pasada Eurocopa de Francia. “No veo nada malo en las peleas entre hinchas. Todo lo contrario, que sigan así”, escribió entonces Lebedev.

Coincido plenamente con el posicionamiento de Igor. Apoyo totalmente las peleas legalizadas entre ultras. De hecho, las fomentaría y publicitaría. Sólo pondría una condición: que tan bello espectáculo, que algo tan hermoso como una pelea entre ultras bravos y machotes, con tirabuzones en el pelo del pecho, tuvieran como escenarios parajes tan bellos como las propias contiendas, lugares incomparables a la altura de tan magnánimos cónclaves. Por ejemplo, la cascada de Gujuli en invierno o verano, el desierto del Gobi a mediados de agosto, el río Orinoco con sus pirañitas, el volcán Etna en plena erupción, las cataratas del Niágara cualquier día del año, la fosa de las Marianas bien abajo o, mi preferida, la jaula de los leones del zoo de Madrid en época de celo. Naturaleza y machotes, machotes y naturaleza, juntos de la mano se les ve por el jardín, no puede haber nadie en este mundo tan feliz? Y de paso que el amigo Igor Lebedev les acompañe en la multiplicación de los panes, de los peces y de las hostias, y les aplauda, y los eche cacahuetes como a los monos. La desgracia es que estas bestias cavernícolas no se van a extinguir como los dinosaurios y que ejemplos como los de Baleares y Logroño seguirán repitiéndose para desgracia de futuras generaciones. El ser humano es un cabestro que no aprende de sus errores y que cuando va en manada se crece y saca a pasear su más absoluta estupidez. Como diría Igor, dejad que los ultras se acerquen a mí.

Araski, grandes, grandes, grandes Las chicas del Lacturale Araski se merecen una calle, una plaza o una rotonda bien grande. Tras una magnífica temporada regular, la brillante eliminación del Gernika les ha catapultado a las semifinales. ¡Glorioso lo vuestro, chicas! Ahora, a por el potente Girona. ¿Quién dijo miedo? Otro éxito iría dedicado a su compañera Margaret Roundtree, quien sufrió la rotura del tendón de Aquiles frente a las vizcaínas. ¡Ánimo Margaret! Aurrera, Araski!