BOSTON - Kyrie Irving, Derrick Williams, Enes Kanter, Tristan Thompson... y así hasta 59 nombres. Algunos, ilustres, como los de Klay Thompson, Kemba Walker o Jimmy Butler; otros, absolutamente anónimos y de gloriosa trayectoria, como Chukwudiebere Maduabum, un nigeriano que milita a día de hoy en la Segunda División japonesa después acumular experiencias en países como Finlandia, Estonia, Islandia e incluso Mongolia. En 2011, cuando decidió saltar a la NBA, Isaiah Thomas (7-II-1989, Tacoma) tuvo que ver cómo 59 jugadores eran elegidos antes que él en el draft, cómo su nombre era obviado hasta que los Sacramento Kings le seleccionaron con el último pick del sorteo. Pero Thomas no se rindió. Acostumbrado a las dudas que siempre había generado su corta estatura (1,75) en un mundo de gigantes, utilizó lo que él consideraba una afrenta como combustible para demostrar que tenía sitio en la NBA. Y lo ha hecho con creces. Casi siete años después de aquella noche en la que llegó al profesionalismo por la puerta de atrás, prácticamente de relleno, Thomas es, además del jugador más bajo de la liga junto a Kay Felder (Cleveland Cavaliers), toda una megaestrella y el líder de unos Boston Celtics dispuestos a luchar hasta la última jornada para acabar primeros de la Conferencia Este en la temporada regular.
Ya en su primer año en la NBA, Thomas demostró que aquellos que le juzgaron por su corta estatura y por su posición en el draft iban a llevarse un serio disgusto. Sus 11,5 puntos y 4,1 asistencias en apenas 25 minutos de juego le valieron para entrar en el segundo mejor quinteto rookie y dejaron claro todo el potencial que había demostrado en sus notables tres cursos universitarios en Washington. En su tercera campaña profesional promedió ya más de 20 puntos por partido, en 2014 dio un paso al frente al recalar en los Phoenix Suns, pero ha sido en Boston, donde llegó tras apenas medio curso en la franquicia de Arizona, donde ha destapado lo mejor de su juego, lo que le ha valido para ser seleccionado para dos All Stars, algo que ningún otro jugador de 1,75 había logrado jamás.
Anotador incansable, penetrador voraz, musculoso y rocoso para afrontar sin miedo el choque contra las torres rivales y capaz de generarse sus propios lanzamientos desde el perímetro, ha sido esta la temporada en la que Thomas ha elevado su juego al nivel de los elegidos. Si no fuera por la estratosférica campaña de Russell Westbrook a ritmo de triple-doble y del brutal nivel de James Harden, su nombre estaría entre los candidatos con más galones para el premio de MVP. Sus promedios hablan por sí solos: 29,2 puntos por partido, tercero en la liga, y 5,9 asistencias, siendo además sus porcentajes de acierto (46,4% en lanzamientos de dos puntos, 38,3% en triples y 90,9% en tiros libres) mejores que los de Westbrook y Harden. Pero lo verdaderamente asombroso de Thomas en el presente curso está siendo su capacidad anotadora en los últimos cuartos. Desde que la NBA registra esta estadística, temporada 1996-97, nadie había anotado más en los doce minutos finales de los choques que Kobe Bryant en la 2005-06: 9,5 puntos. Pues bien, Thomas lleva este curso una media de 9,9 -llegó a promediar 10,1-, igualado con Westbrook pero con porcentajes de acierto superiores no solo al base de los Oklahoma City Thunder, sino también a los cuatro jugadores que persiguen a ambos en esta faceta del juego: Kyle Lowry, DeMarcus Cousins, Kawhi Leonard y Lou Williams.
A Thomas, que debe su nombre a una apuesta -su padre se jugó con un amigo que su equipo favorito, los Lakers, iban a ganar la final de 1989 a los Pistons, pero como Detroit barrió por 4-0 quedó obligado a ponerle el nombre del base de los Bad Boys, Isiah Thomas, aunque su madre intervino para modificarlo a Isaiah porque quería “un nombre bíblico”- nunca le vino grande el baloncesto. Ni en high school, ni en la universidad, ni en la NBA. Fueron otros los que vieron en su estatura una barrera que él se ha encargado de derribar constantemente. Por eso la cancha que lleva su nombre en su Tacoma natal está presidida por el lema Pick me last again (volved a elegirme último).