El fútbol podría ser una herramienta para mejorar la sociedad y hacerla más justa. De hecho, lo es. En los últimos años ha ayudado a combatir el racismo. Pero hay un tema tabú, un aspecto en el que el fútbol está mirando hacia otro lado alejándose de una realidad de la sociedad. ¿Es posible que no haya homosexuales en el fútbol profesional? Las matemáticas dicen que es imposible. Entre los futbolistas, como en cualquier otro muestreo de la sociedad, debe haber un porcentaje de personas homosexuales. Queda claro que ninguno quiere dar el paso al frente y revelar su condición sexual. Es el último tabú del fútbol.

El Thinking Football proyectó ayer The Pass, un filme de ficción sobre dos jóvenes futbolistas que mantienen una relación homosexual. Su director, Ben A. Williams, y su productor, Duncan Kenworthy, visitaron ayer Bilbao y explicaron por qué se abalanzaron sobre este tema tan controvertido. “La película está basada en una obra de teatro que se representó en Londres”, explica el director, “la escribió John Donelly, que estaba muy interesado en el tema de la identidad y en trabajar en qué pasa cuando tienes que ocultar una parte de tu identidad”.

Para Williams es muy difícil explicar por qué ningún futbolista de élite ha salido del armario: “El mundo del fútbol tiene una cultura muy conservadora y le cuesta mucho evolucionar. Está lleno de miedos, normalmente a lo diferente. También es un negocio y tienen miedo a poner en riesgo parte de ese negocio. Y no se fían de sus propios fans y de sus reacciones. Para mí la razón de que exista ese tabú es que es un mundo que va unos años por detrás de la sociedad”.

Duncan explica que ayer mismo visitaron Lezama para charlar con la plantilla del Athletic sobre este asunto: “Uno nos ha dicho que cree que aquí no habría ningún problema si alguno se declarara homosexual, pero yo le he preguntado: ¿Si no hay ningún problema, por qué no ha salido nadie del armario? Ha sido un diálogo divertido. Otro de ellos nos señalaba que tienen una carrera en la que tienen que centrarse y puede ser un problema convertirse excesivamente en el centro de atención. Sería un peso que tendrían que llevar además del de su carrera. Yo creo que hay un componente importante también en el hecho de la tensión sexual en el vestuario. Quizás para algunos pueda resultar un poco incómodo. Creo que en breve cambiará, porque la mayoría de los jóvenes no entienden que tengas que ocultar a qué persona amas. Eso sí, tiene que ser muy difícil ser el primero en dar el paso estando en activo como jugador”.

La película podría ser un buen test de cómo reciben los aficionados al fútbol este asunto, pero el director de The Pass, asegura que no se puede generalizar. “Conozco a mucha gente aficionada al fútbol que ha ido a ver la película, pero no es una película sobre fútbol”, explicaba ayer a DNA, “es una película sobre relaciones humanas”. Duncan se lamentaba de un dato que dice mucho del miedo que tiene el fútbol a este asunto: “Hay un montón de profesores que nos han llamado pidiendo permiso para proyectar la película a sus alumnos, pero no nos ha llamado ningún club de fútbol para hacer lo mismo con sus equipos”.

Los dos cineastas creen que en los próximos años alguien acabará con este tabú. “Ojalá alguna estrella dé ese paso, pero el objetivo final es que no importe que un tipo diga que es gay”, matiza Ben A. Williams, “un síntoma de normalidad es que la gente no se cuestione la sexualidad de otro”. Duncan Kenworthy va un paso más allá: “Otro objetivo es que en un futuro sea noticia que alguien diga que es heterosexual”. Pero todo parece indicar que ese día en el que la sociedad no necesite colgar etiquetas a las personas está todavía demasiado lejos. Una muestra de ello son los problemas que está teniendo la película La bella y la bestia de Disney. “Los problemas están en la audiencia, que es la que reacciona mal a veces”, explica Williams, “en La bella y la bestia hay un personaje que es gay y ha tenido problemas en Rusia, por ejemplo”.

Películas como The Pass demuestran que el cine puede ser una herramienta de denuncia social. “Estaríamos muy orgullosos si la película sirviera a la gente para salir del armario con más normalidad”, confiesa Duncan, “un amigo mío vio la película y salió del armario después. Al ver la película, me dijo: es que es mi vida”. Él, que trabajó como productor de Barrio Sésamo y Fraggel Rock, describe por qué dio el paso a un filme tan polémico: “Nunca he hecho nada por dinero. Hay muchas cosas que me interesan: historias para niños y contar mi propia historia. Cuando yo era joven, no era legal ser gay y había mucha gente a la que no se lo podía decir. Esta película es mi historia y nunca me he sentido del todo realizado hasta que no la he hecho. Es una buena metáfora de cómo era antes de opresivo el mundo”.