Momento porno, momento de subidón televisivo, de los que hace unas décadas fustigaban con dos rombos las furtivas apariciones de las tetillas de Nadiuska. Cuarenta años después, Mendizorrotza Films reeditó la película. Theo cogió la mochila de Labordeta y se marcó una carrera frenética por la pradera. Superó a uno, superó a otro, superó al autobús de Tuvisa, superó a un repartidor de pizza, superó a Forrest Gump y le hizo un regalo de cumpleaños a Deyverson. El brasileño, cual Fernando VII, aprovechó el regalo y chicharro a la red. Locura colectiva. Locura carioca. Locura albiazul. Deyverson va, vuelve, se marea él solo, hace el amor con Theo y se lanza a por la cámara de televisión. Se planta ante ella, como José Tomás ante un astado, y emula a Kim Bassinger en Nueve semanas y media. El espectador, ojiplático, como Mickey Rourke. El brasileño, como si del sambódromo se tratara, se baja el culote y amaga con enseñar la junta de la trócola. Deyverson, ajeno al horario infantil televisivo, deja margen para mostrar sus pelillos a la mar y exhibe unos labios tatuados junto a su apéndice miembril. Dos rombos y tres estrellas Michelin para Dey. Leo en las crónicas que el colegiado pidió el brasileño que le enseñara el tattoo. Envidioso trencilla. “El suyo es más bonito que el mío”, debió pensar. Y yo me pregunto inquieto: ¿le pueden castigar por exhibir un tatuaje? Si pone ‘I love Isabel Pantoja’, sanción de 5.000€ y un mes sin jugar. Y si aparece Kiko Rivera, castigo de por vida. ¿Qué esperaba ver el árbitro? ¿El nardo de Deyverson? ¿Un tatuaje con ‘Garoña ez’? ¿La imagen de Popeye con la pipa? El delantero albiazul señaló en vestuarios que “quería mandar un beso a mi papá y a mi mamá”. Amores de dos rombos, Dey. No quiero ni pensar qué hubieras enseñado si habrías querido mandar un beso a tu pareja. Tres rombos y una dedicatoria con 140 caracteres en plena trócola. Espero ansioso la próxima dedicatoria del brasileño. Y si marca un hat-trick impediría a mis hijas ver las repeticiones de los goles por si las moscas? o las trócolas. Igual es como ese flipado artista navarro que se acaba de tatuar un mensaje para Donald Trump en el ano? El mérito sería tatuarse El Quijote. Seis rombos y el sillón C mayúscula de la Real Academia de la Lengua. Deyverson es un pecador de la pradera único. Es el brasileño menos brasileño de todos los futbolistas brasileños. Lo mismo decía hace años de Magno Mocelin? Es una mosca cojonera para todas las defensas, un incordio agobiante, como esa factura que te llega todos los meses, un pegajoso Loctite que promete derroche y pelea durante toda la película. Salta como el que más, cabecea como el que más, se vacía como el que más, discute, aplaude, compadrea, suelta el brazo, la pierna, le dan, recibe, consuela, se disculpa, arremete, suelta un felipillo, recibe dos?Y así, partido a partido, como el Cholo. La semana pasada se hizo una foto con mi hija pequeña en la calle. Encantador a más no poder. Es un delantero centro sin excesivo gol, pero que hace que un central con torrija veraniega parezca Gracita Morales en Sor Citroën. Deyverson sería un gran comercial vendiendo enciclopedias a domicilio. Acabarías comprándole la Larousse ilustrada y los 67 tomos de Hazañas Bélicas de los clásicos Real Madrid-Barcelona sólo por no aguantarle. Y si encima te enseña un tatuaje subido de tono le compras toda la colección de Kamasutra: todo lo que quisiste preguntar y no te atreviste. Deyverson pudo ser canonizado el sábado si clava los dos testarazos que le sacó Rulli. Poco importó. La entregada afición de Mendizorrotza le despidió como a Curro Romero en La Maestranza en las tardes de gloria. Sólo le faltó dar uno a uno la mano a los 19.000 alavesistas que le jalearon como a un dios del tatuaje. Grande, Deyverson, grande por su corazón, el del pecho, grande por su lucha, grande por su tatuaje y grande por su trócola, supongo. Por cierto, el Glorioso ganó. Carácter y piña.

rumbo a ‘play off’ El Baskonia ha metido la directa. Negro lo veía tras caer ante el Efes, lo reconozco. Pero a partir de entonces, superación sobre superación, victorias de élite continental, como las sumadas ante el Fenerbahce o el CSKA. Extraordinarias. De gran mérito. Ya no son sólo dos jugadores. Ahora son varios los que se han subido al carro de la excelencia, como en un equipo que aspira a lo más alto. Llegar a lo mejor de la temporada en el mejor momento. Grandes.