san remo - En San Remo, donde late el corazón de la música melódica italiana, el do de pecho lo dio Kwiatkowski, operístico su final, grandioso. Monumental Caruso. “No puedo creer que haya ganado a Sagan”, dijo extasiado el polaco, que se cobró los derechos de autor de la apoteósica obra que compuso Peter Sagan en el pentagrama del Poggio, escenario central de un festival de rock&roll en la Milán-San Remo. Sagan, un monumento andante, no quemó la bicicleta como Jimmy Hendrix hacía con su guitarra, pero emana ese mismo fuego interior, el crepitar de los genios apasionados, entregados a la causa del carpe diem. Aquí y ahora. Sin dobleces ni cálculos. Excelso el eslovaco, una avalancha sobre su arcoíris. Es una bendición Sagan, que deslumbró en otra aparición fulgurante. La luz intensa, empero, no le alcanzó para el flashazo del sprint, donde Kwiatkowski, con mejor pose, le cegó la felicidad. El ácido láctico inundó el paladar de Sagan, las piernas apolilladas, de madera, por un acelerón apresurado que le ahogó a un riñón de meta. La dicha se enlazó al brinco de Kwiatkowski, que también luce la huella de un arcoíris en la manga. Recuerdos multicolores de Ponferrada. Por un hebra arrebató el polaco la gloria a Sagan, un ciclista bañado en las aguas del espectáculo también cuando le rascan el triunfo.
Irresistible cuando sonó la corneta, Sagan arrastró a Kwiatkowski y Alaphilippe, los únicos que sobrevivieron al vendaval en el Poggio. Un huracán. El francés y el polaco opositaron con él en un recta infinita para el eslovaco, que cargó con todo el equipaje desde que decidiera voltear la clásica. La estampida de Sagan, un bisonte, fue el epicentro del seísmo que sacudió la Classicissima. El eslovaco, un Sansón, coceó sobre los pedales sin necesitad de levantarse del sillín. Simplemente se situó en la proa y lanzó un mensaje: el que pueda, que me siga. Con esa estampa, demoledora, troceó el grupo, castigado tras el látigo de Dumoulin, que subió las revoluciones en la Cipressa, donde colapsó el grupo de Julen Amezqueta, memorable su actuación, ensillado desde el amanecer en una fuga que le colocó en el escaparate.
un ataque demoledor El Poggio fue una mesa de autopsias. El matarife fue Sagan. Abrió en canal la Milán-San Remo, despiezado desde ese instante un sprint masivo. El estacazo de Sagan, que no entiende un ciclismo pacato ni errático, alimentó un final donde el peso de la responsabilidad se posó sobre sus hercúleos hombros. Abrumador en la arrancada del Poggio y serpenteante en el descenso, Alaphilippe y Kwiatkowski le tomaron el rebufo a Saga, un halcón peregrino. Con un puñado de segundos sobre la jauría, desactivada tras la explosión de Sagan en el Poggio, ganaron el llano. La coreografía no se alteró ni un milímetro. Sagan, omnipotente, al comando de la escena. Alaphilippe y Kwiatkowski optaron por plegarse tras las cortinas. Se cosieron al dorsal de Sagan, a su ímpetu y a su arrebato de sinceridad. No entiende el eslovaco de disimulos. Derrochó. Afilado, portentoso, se sacrificó en el altar cuando las flores desprendían el olor de la victoria.
Alaphilippe, tremenda su actuación en su debut, y Kwiatkowski, perfecto en la lectura de la carrera, no se enredaron. Los tres fiaron su pelea al estrecho ring del sprint. Sagan al frente, Kwiatkowski en el velcro de su maillot y Alaphilippe dispuesto a jugársela en una tirada de dados. Bizqueaba Sagan tras unas gafas en cinemascope para radiografiar a sus rivales. Jinete enmascarado al descubierto. A Kwiatkowski no le tembló el pulso. Sereno en el instante definitivo. Sagan, irreprochable su despliegue hasta ese punto del libreto, asomó al desenlace con el flanco táctico debilitado, ovillado por la ansiedad. Sagan, acelerado, efervescente, convencido de su colosal fuerza, movió ficha el primero. Se equivocó. Eso le estranguló. El destinó le sacó la lengua. Burla. El eslovaco dispuso de unos metros cuando se encendió, pero no logró cortar el sedal que le unía a Kwiatkowski y Alaphilippe, que pelearon cada palmo del terreno. La impaciencia arengó a Sagan, doliente entonces. Crucificado por su personaje. Los clavos del deseo le anudaron las piernas. Kwiatkowski, ojo de sastre, resistente, pudo con el formidable Sagan. El polaco, emperador de la Strade-Bianche, talló un Monumento en Vía Roma. Se deslizó por el costado de Sagan, que se curvó de un riñonazo para impedir el remonte del polaco, y se coló por delante del francés. Demasiado tarde para Sagan. “Me debe unas cervezas”, cerró el campeón del mundo después de que Kwiatkowski le rebañara la gloria.
Clasificación
1. Michal Kwiatkowski (Sky) 7h.08:39
2. Peter Sagan (Bora) m.t.
3. Julian Alaphilippe (Quick Step) m.t.
4. Alexander Kristoff (Katusha) a 5’’
5. Fernando Gaviria (Quick Step) a 5’’
6. Arnaud Démare (FDJ) a 5’’
7. John Degenkolb (Trek) a 5’’
8. Nacer Bouhanni (Cofidis) a 5’’
9. Elia Viviani (Sky) a 5’’
10. Caleb Ewan (Orica) a 5’’