BILBAO - “Todavía es pronto y ya estoy enfermo del estómago. No es porque hayan ganado los Republicanos ni nada de eso, sino por el tono desagradable de todos los comentarios xenófobos, homófobos, racistas y misóginos que hemos escuchado últimamente y porque vivo en un país en el que la mitad de la población no los ha tenido en cuenta a la hora de elegir presidente. Esa es la parte que más me asusta”. Estas palabras, pronunciadas el día siguiente a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pertenecen a Gregg Popovich y en su país, cuando Popovich, cinco veces campeón de la NBA como entrenador de los San Antonio Spurs, antiguo miembro de las Fuerzas Aéreas y graduado en Estudios Soviéticos, se pone delante de los micrófonos todo el mundo escucha porque sabe que jamás habla por hablar, que la diplomacia no es precisamente lo suyo.

Popovich ha sido una de las voces más críticas de la NBA y del deporte estadounidense en general al respecto de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La competición baloncestística, con clara mayoría afroamericana entre sus jugadores, tomó claro partido por el bando de Hillary Clinton durante las elecciones y las muestras de tristeza, incluso de temor, se multiplicaron por doquier entre sus estrellas, técnicos e incluso propietarios una vez conocidos los resultados. Franquicias que se negaron a hospedarse en las cadenas hoteleras propiedad del nuevo presidente, jugadores que expresaron su negativa a cumplir con la tradicional visita del equipo campeón a la Casa Blanca si Trump es su inquilino... Adam Silver, comisionado de la liga, tuvo que salir a escena en diciembre para calmar los ánimos y asegurar que “no tenemos expectativas de que la transición al nuevo presidente tenga un impacto en nuestro negocio. Sé que el presidente Trump es un gran aficionado al baloncesto. Ha estado en varios partidos de la NBA, sobre todo de los Knicks. No le conozco bien, solo conozco un poco a su familia y son grandes aficionados al deporte”.

Lo que Silver quizás no entiende es que las críticas de las estrellas de su liga tienen poco que ver con el temor respecto al negocio, sino con la conciencia social. Ya ocurrió con las protestas de estrellas como LeBron James, Derrick Rose, Carmelo Anthony o Chris Paul por las tensiones raciales tras el asesinato en Florida del adolescente Trayvon Martin por un vigilante de barrio en 2012 o el homicidio imprudente de Eric Garner a manos de un policía en 2014 (muchos jugadores lucieron camisetas con el lema I can’t Breathe, No puedo respirar), también con el importante respaldo a la Marcha de las Mujeres en Washington tras la toma de posesión de Trump. “El mensaje que han dado ha sido genial. Nuestro presidente llega con el peor porcentaje de aprobación de la historia. Y hay una mayoría, ya que Hillary Clinton ganó el voto popular, que no está de acuerdo con él. Y yo solo pienso que ojalá fuera o tuviera la capacidad de ser lo suficientemente maduro como para intentar incluir a todo el mundo. Podría dirigirse a los grupos a los que faltó al respeto durante las primarias para intentar que alguien le crea. Pero por ahora seguimos sin poder creer una sola palabra de lo que sale de su boca”, denunció el que es también nuevo seleccionador estadounidense de baloncesto. Popovich añadió: “Yo simplemente me sentiría mejor si la persona que está en esa posición mostrara la madurez y el nivel psicológico y emocional que se le supone a alguien de su edad. Es peligroso y no nos hace ningún bien. Espero que haga un gran trabajo, pero hay una diferencia entre respetar la Oficina del presidente y respetar a quien la ocupa. Y ese respeto hay que ganárselo. Es muy difícil respetar a alguien cuando todos tenemos niños y le estamos viendo ser misógino, xenófobo y racista, además de reírse de la gente con minusvalías. Y lo que de verdad me molesta es la gente que tiene a su alrededor. Gente que sabe de verdad quién es y tienen la poca vergüenza de defenderle e intentar que parezca que no dijo lo que dijo”.

Deng y Maker, señalados

La última polémica tiene que ver con la entrada en vigor del decreto que prohibe durante 90 días la entrada en el país de ciudadanos de Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia, Yemen e Irak, todos ellos de mayoría musulmana, y que el viernes fue suspendida por el juez federal James Robart, aunque Trump recalcó ayer mismo su intención de mantenerse en sus trece.

La NBA se puso en contacto de inmediato con el Departamento de Estado para conocer las consecuencias que podría tener “esta orden ejecutiva en los jugadores -Luol Deng y Thon Maker- que proceden de los países afectados”, reconoció Mike Bass, portavoz de la NBA, quien a renglón seguido añadió que “somos una competición mundial y estamos orgullosos de atraer a los mejores jugadores del mundo”. Tanto Deng (Los Angeles Lakers) como Maker (Milwaukee Bucks) tienen raíces sudanesas aunque nacieron en Wau, una ciudad que actualmente pertenece a Sudán del Sur, país independiente desde 2011. Los dos cuentan con doble nacionalidad -el primero viaja con pasaporte británico; el segundo, con uno australiano-, pero según el Wall Street Journal esta medida afectaría también a las personas con doble nacionalidad. Además, en el caso de Maker hay que tener en cuenta que el jugador, de solo 19 años, sigue contando con estatus de refugiado. Ninguno de los dos puede ser deportado, según diversas autoridades jurídicas consultadas por medios estadounidenses, pero podrían tener problemas para regresar a Estados Unidos si salen del país. Ni Lakers ni Bucks tienen que jugar ya en Toronto en temporada regular, pero un enfrentamiento entre Milwaukee y los Raptors en play-off no sería a día de hoy en absoluto disparatado. Teniendo en cuenta que las eliminatorias por el título arrancan el 15 de abril, es decir, dentro de ese plazo de 90 días de prohibición, ¿podría desplazarse Maker a Toronto y luego volver a entrar en Milwaukee? Nadie es capaz de asegurarlo a día de hoy, pues se desconoce qué acabará ocurriendo con el decreto.

Las reacciones ante esta nueva medida de Donald Trump no se han hecho esperar. Rondae Hollis-Price, jugador musulmán de los Brooklyn Nets, aseguró en The New York Post que “no se puede juzgar a todos por las acciones de unos pocos. Eso no está bien, no es justo. No se puede generalizar porque los corazones de todos los musulmanes no son así. La mayoría de ellos son puros”. Más directo y contundente fue Kyle Lowry, base all star de los Toronto Raptors, que calificó el decreto de “absoluta mierda. Nuestro país es la casa de los libres y si queremos que siga siendo así... No quiero entrar en el tema en profundidad, pero opino que es una mierda”. Luol Deng, uno de los posibles afectados por el decreto, colgó un mensaje en su cuenta de Twitter para expresar su respaldo “a todos los refugiados y emigrantes de cualquier religión, así como a las políticas que históricamente han permitido acogerles”.

Popovych tampoco se ha callado sobre esta tema y hace un par de días recalcó que “sigo dándole vueltas al daño que nos hemos hecho a nosotros mismos como país y a lo que hemos permitido que pasara. El despliegue (para frenar a los inmigrantes) me ha recordado a los Keystone Kops, me parece escalofriante”. Keystone Kops era el apodo por el que se conoce a aquellos policías de las películas mudas de los años 20 que se caracterizaban por su inutilidad y sus escasas luces.

Steve Kerr y el terror

Tampoco se ha quedado atrás Steve Kerr, técnico de los Golden State Warriors. Se trata de una voz autorizada, ya que su padre, Malcolm, un académico especializado en Oriente Medio, fue asesinado en 1984 en Beirut por un yihadista islámico cuando era presidente de la Universidad Americana de esta ciudad. “Como alguien cuyos familiares fueron víctimas del terrorismo, en mi caso por haber perdido a mi padre, digo que si tratamos de combatir el terrorismo con la prohibición de llegar a nuestro país, vamos en contra de nuestros propios principios. En todo caso, podríamos estar criando ira y terror, así que estoy totalmente en contra de lo que está pasando”, valoró Kerr, que calificó de “espantoso y horrible” el ideario que se desprende del decreto de Trump: “Las familias están siendo desgarradas y me preocupa en gran medida lo que esto significa para la seguridad del mundo. Está pasando todo lo contrario, si (Trump) quiere resolver el terror, si quiere resolver el crimen, ésta no es la manera de hacerlo”.