Todo ha cambiado”. Lo dice lacónico Oinatz Bengoetxea (Leitza, 1984) mientras se mira las manos. Está concentrado y lo que sucede a su alrededor apenas importa. El pelotari navarro se afana en andar con el esparadrapo en sus manos, de dedos largos, finos y palma pequeña, por la que pocas veces ha sufrido de males de manos galopantes. Sí que rompió dedos, como aquella vez en capilla antes de la final del Manomanista de 2014, a la que no pudo acceder y debió estar de baja durante varios meses. Lo pasó mal entonces. Pero aquello es otra película que, cuando rebobina el delantero, no existe en el procesador. Está “olvidada”. Pero dice que todo ha cambiado. Habla de la final del Cuatro y Medio de 2012. Es una cizalla en su memoria. Oinatz llegó tras pasar de todo: un aplazamiento del rival, un proceso vírico y la mordedura de un perro. Le miró un tuerto. Más aún vestido de blanco. Ese apóstol del infortunio se vistió del Olaizola II más incisivo y no hubo perdón. Impenitente Aimar, en loor de una batalla entre pueblos que se remonta a las leyendas de cómo se decidió hasta dónde llegaba la frontera entre Goizueta y Leitza, Bengoetxea VI encajó de salida un 13-0 que le dejó tocado y, casi, hundido. “Es la final de la que tengo peor recuerdo”, desvela el puntillero de Asegarce.
Ahora dice que ha cambiado todo. Cuestión de perspectiva. “Es el mismo escenario y la misma final. Eso sí, esta vez juego contra Altuna III”, analiza el enérgico pelotari de Lei-tza. Cuatro años de pasadizo, con la txapela del Parejas en medio. Cuatro años de apuntar alto y verse con la miel en los labios en el acotado. Es imposible no mirar atrás desde el pasillo de vestuarios del Ogueta de Gasteiz, con esa red que da el acceso a un escenario brutal con la grada llena y desde la cancha. “En parte, sí quiero quitarme ese sabor de boca. Quiero hacer un gran partido, que los dos juguemos bien y que gane el pelotari que tenga que ganar”, destaca el leitzarra, cuyo único objetivo en el partido del domingo ante el delantero de Amezketa es quedarse “a gusto” con el envite que haga. Y es que, tal y como admite, no le da miedo perder. No le agobia la txapela, la única que le queda por conquistar. Con ella en la cabeza, incluso, pasaría a formar parte de la historia de la pelota a mano profesional como el séptimo manista -por orden de aparición- más completo de la historia al obtener cetros en las tres modalidades oficiales. El selecto club de la Triple Corona lo engrosan Julián Retegi, Fernando Arretxe y los contemporáneos Juan Martínez de Irujo, Aimar Olaizola, Abel Barriola y Mikel Urrutikoetxea. “Ganar sería algo grande, sería muy especial formar parte de ese grupo de grandes pelotaris de la historia, pero no me quita el sueño. El título no me agobia. Estoy muy contento con lo que estoy haciendo. Si gano, sería la hostia; pero lo que espero es estar bien en el encuentro, verme a gusto, disfrutar y también sufrir. Y si después gano, mejor”, manifiesta Oinatz. Más peligro todavía.
De hecho, en 2012 se le achacó el nerviosismo como talón de Aquiles. En esta ocasión, al fondo del túnel está una Espada de Damocles que no le inquieta. Llega mejorado. Quizás los años. Quizás las circunstancias. Quizás el gran momento físico que le ha hecho crecer como un colibrí: cada día más rápido; cada día más diablo. Al de Leitza se le ató al pecho el corazón de un velocista y el aliento de un atleta jamaicano. “Estoy ilusionado por jugar la final frente a un adversario que es un grande de la pelota del momento y lo será de la del futuro”, dice Bengoetxea VI, quien revela que, a pesar de su buen despliegue, no ha cambiado nada de su preparación. Continúa trabajando en el grupo de Beasain junto a Etor Mendia, grupo en el que lleva dos años después de haber pasado por manos de Aritz Altadill y “hacer un gran trabajo”, y que eso no es óbice de su gran rendimiento. “Lo que da el plus es hacer el trabajo con ganas y con ilusión”, apunta. Y hace hincapié en el punto de mira. “Son momentos de juego. A mí me ha llegado el bueno ahora y eso es lo importante. También hace falta tener suerte para ganar. Fíjese, Urrutikoetxea tuvo el partido en la mano con el último saque, pero en esa última jugada se le escapó. Mikel no suele hacer nada mal, pero falló esa pelota”, menciona el leitzarra.
Otro de los factores que influyó en su desembarco en la modalidad fue el rodaje previo. Asegarce solamente optó por sus servicios en las ferias de San Fermín y Aste Nagusia y pasó de estelarista indiscutible a alternar distintos roles en la operadora. “El estar parado sí que me ha dado la oportunidad de preparar más concienzudamente el acotado. Está claro que los pelotaris que han estado en primera línea de los partidos veraniegos han tenido más carga física y mental. Creo que el estar en segunda plana me ha permitido estar con más frescura en el Cuatro y Medio”, expone Bengoetxea VI, quien revela que “las empresas tienen momentos en los que quieren apoyar a los jóvenes y se juntó con que también era el verano de Pablo, de la despedida. Disputé otros partidos. Aun y todo, jugué festivales y no hubo problemas. Lo llevé bastante bien”.
Ahora, se encuentra en un estado óptimo, “rápido de piernas”, con las ideas frescas. “No es fácil mantener la chispa porque encaminamos la preparación para la liguilla de cuartos de final. Eso quedó hace un mes. Continuar al cien por cien es complicado”, declara.
La final de las sorpresas “Lo de los dos ha sido un poco sorpresa”, articula Bengoetxea VI, quien afirma que “no es que no mereciéramos que la gente confiara en nosotros, es que Aimar y Urrutikoetxea tienen un historial muy fiable. Es normal que fueran favoritos. Aun así, los dos le dimos la vuelta y jugaremos la final”. Y lanza loas al manista amezketarra, al que califica como un delantero artista de madera noble, de los que nacen cada mucho tiempo. “Jokin Altuna es un fenómeno. Quizás es el pelotari más especial que hay ahora mismo en profesionales. Tiene arte y es explosivo. Además, tiene un don muy particular: hasta que no le sale la pelota de la mano, no sabes a dónde va a ir. Eso desde fuera no se ve, pero cuando juegas contra él, lo sientes. Ese don solo lo tiene él”, afirma Oinatz. De funambulista a funambulista. De ilusionista a ilusionista. La sartén y el cazo. Así, en el Ogueta no habrá red y sí chisteras a tutiplén. “Esa incertidumbre hace que el contrario esté atado. Aimar, que siempre está bien puesto, estuvo incómodo en la cancha. Parte del mérito es de Jokin. Hasta que no le sale la pelota, no sabes a dónde tienes que ir”, agrega el leitzarra.
Confiesa, asimismo, que se trata de una final distinta: “Somos pelotaris similares. No somos de fuerza. Somos habilidosos y el choque puede ir un poco por ahí. El que acierte a sacar sus armas en los cuadros alegres, puede llevarse el partido”. Agrega que, para ganar, “hay que hacer bien todas las facetas del juego”.
El patrón de juego de Oinatz Bengoetxea ya se ha transformado en un lugar común. Suyo es el aire desatado, el toque de corneta y la velocidad pura y dura. Suyo es el suicidio colectivo a base de falta de oxígeno. Suyo es el caza del kamikaze. “Intento meter intensidad al partido. Ese es mi juego. Ahora todos lo hacen así. Todos salimos buscando el aire y los ángulos. Intentamos obligar al contrario. Es un juego muy explosivo, el físico influye mucho y es muy duro. El que busca las líneas tiene mucho ganado”, afirma el navarro, quien certifica que “hemos evolucionado todos a ese mismo sistema. Ahora se busca más el aire. Eso ha hecho que compliques más las cosas al adversario. Aquí el que ataca primero, ataca dos veces. El saque-remate también hace mucho daño”.
Pase lo que pase, lo que parece claro es que Oinatz Bengoetxea saldrá a la cancha gasteiztarra en su quinta final como profesional en 13 años con la vitola de “favorito”. “No me importa. Dentro de mí sé que tengo las mismas posibilidades de ganar y perder. Ser favorito no da ningún tanto”, asimila el de Asegarce, quien argumenta que “sé que, contra Jokin, si él está bien y yo mal, me puede ganar”. “Altuna III está a gran nivel. En los primeros partidos estaba sin toque, saturado. Pero, al final, sabía que iba a estar peleando por las semifinales. Contra Irribarria imaginaba que podía dar la talla. Ante Aimar, además, Jokin jugó muy bien, pero Olaizola II estuvo incómodo, no dio su nivel. Él tiene mérito por haberle incomodado también. Cada vez está mejor y, si está con chispa, es peligrosísimo de defender”, remacha Oinatz. Al final del pasadizo tiene al amezketarra. Y una txapela. Jugoso.