donostia - Jokin Altuna, cuando levantó los brazos en el Atano III de Donostia, tenía un rictus de que no terminaba de creerse todo lo que le estaba pasando. Primero se agachó. Después fue a saludar a Aimar Olaizola y, más tarde, fue a brindar la victoria a todos los que le acompañaban en las gradas del frontón guipuzcoano, santo y seña de su crecimiento en el campeonato. El amezketarra señalaba al cielo y respiraba mientras un mar de sudor le perlaba la cara y le goteaba por el cuello, inundando su camiseta. La victoria lo merecía. El premio: la final del Cuatro y Medio. Una cita a la que accede después de haber estado más fuera que dentro, más eliminado que clasificado para las semifinales, y con la vitola de víctima. Pero Altuna III es de otra pasta. Altuna III es ratonería y saltar la banca. Altuna III forma parte de una pelota distinta, la que crece en el descaro y no en el tubo de ensayo. Altuna III rompió los pronósticos y los bolsillos a muchos para llenar los de algunos poseedores de fe ciega en una figura emergente que vivirá el próximo 27 de noviembre su bautismo de fuego. Altuna III destronó a Aimar de nuevo en el mismo escenario que el curso pasado. Volvió a asomar hipervitaminado en el remate. El mordisco venenoso de la víbora.
Espídico Jokin, la realidad de su resurrección se tramitó en dos semanas de pasar por el diván y recomponerse. La presión de la derrota ante Mikel Urrutikoetxea (un 22-7 claro) y de la victoria sobre la bocina ante Víctor Esteban, siendo un manista redivivo por los yerros rivales, cuajó en la moneda al aire que fue el duelo contra Iker Irribarria. Le salió cara por oficio -con dos cursos y cuatro meses en profesionales, cuestión que dice mucho de su categoría-. Ayer volvió a lanzar la misma moneda. Otra cara. Pero más autoritaria. Más real. Más grande. Por el adversario, el pelotari más laureado en el Cuatro y Medio, y por el desarrollo. Príncipe del azar. Bien es cierto que el Olaizola II presente en el Atano III no fue ni de lejos el que se asomó en las primeras contiendas de la liguilla de cuartos de final. Aimar asomó romo y sin el acierto en el gancho con el que dio inicio a la cita. Tampoco restó bien. Esas cuestiones fueron disparos en el pie. Si uno vivió la loa, el otro vio la cruz.
Jokin fue un escorpión, un tipo cargado de veneno. Soltó picotazos en los momentos clave. Apuró con el saque. Salió a muerte. Reveló espumosidad a la hora de afilar el tanto, de buscar las líneas, de jugar a los pies y de buscar el boquete. Altuna III facturó un partido de funambulista, esbozando distancias en toda la semifinal, sin admitir cortesía en el pleiteo y tratando de sonrojar a su rival. Es la definición de puntillero, porque Altuna, el redivivo, vive eternamente en el remate. Una delicia. Y la moneda salió cara. La final del Cuatro y Medio ante Oinatz Bengoetxea se le despliega ante los ojos. Dio una lección a la cátedra. La fe mueve montañas.
Estilísticamente dotado, el amezketarra inició la cita con el viento favorable en un descorche bonito y con espectáculo. Terminó en un gancho del guipuzcoano que Aimar no llevó. Altuna III buscó los pies del navarro y le alejó del frontis. Después, le metió un saque y marró otro por quedarse corto, por travieso.
Y llegó la distancia que determinó la semifinal con una jugada espectacular trazada por el joven de Aspe en el resto. En un saque complicado por la pared, Jokin fue al aire como un loco y abrió la volea con fuerza ante la imposibilidad del goizuetarra de responder. Después, una cortada al txoko con efecto, una dejada sobre chapa y un saque abrieron una herida al luminoso (1-6), restañada por otra falta de saque.
Aimar puso en marcha su zurda y el viento amainó. La incomodidad quedó aplacada por un saque-remate espectacular, un saque y otro gancho. El 5-6 puso pimienta. El duelo parecía parejo. Pero no.
Molestias y arrancada Fue un fallo con la zurda de aire, con una postura de arriba, la que desentrañó el problema de Olaizola II. Un pinchazo. El hombro izquierdo. Otra vez. Desde ese momento, el de Asegarce no volvió a lamer las líneas con el gancho como al inicio. Su mejor arma quedó varada. Aun así, no desapareció. Entretanto, Altuna III no falló. Miel sobre hojuelas para el amezketarra. Se escapó el guipuzcoano hasta el 5-10 a base de jugar inteligente y tomar riesgos. El gancho del 5-10 fue para enmarcar.
Altuna III agarró las riendas de la eliminatoria y no las soltó. La distancia se tornó abismo en el primer descanso largo (8-12). El veneno ya corría por Aimar. Y se agrandó la distancia hasta el 8-14. Jokin lo hizo perfecto en una dejada por la pared, mitad habilidad mitad suerte, y en una parada al txoko. El navarro no volvió a ser el mismo. Cosa extraña. Consiguió sumar hasta el tanto trece y, de esos cartones, cuatro fueron fallos de su contrincante -dos faltas de saque y una chapa-. No estuvo bien y se le encasquilló la zurda por las molestias. Altuna III, listo, veloz, pelotari hasta el tuétano, dinamitó el boquete. Hasta poner el 13-22 y alzar los brazos. Se lo puede creer.
Duración: 45:34 minutos de juego.
Saques: 3 de Olaizola II (tantos 4, 8 y 12) y 5 de Altuna III (tantos 2, 6, 17, 18 y 2).
Faltas de saque: 2 de Altuna III.
Pelotazos: 188 pelotazos en juego.
Tantos en juego: 6 de Olaizola II y 14 de Altuna III.
Errores: 3 de Olaizola II y 2 de Altuna III.
Marcador: 0-2, 1-2, 1-3, 2-6, 5-7, 6-10, 6-11, 7-11, 8-12, 9-14, 9-15, 10-15, 12-16, 13-18, 13-19 y 13-22.
Botilleros: Ejercieron de botilleros Asier Olaizola (con su hermano Aimar) y Ekaitz Saralegi (con Jokin Altuna).
Apuestas: Se cantaron de salida posturas de 100 a 40 a favor de Aimar Olaizola.
Incidencias: Partido correspondiente a las semifinales del Cuatro y Medio de Primera disputado en el frontón Atano III de Donostia. Lleno.