Todo lo que es Theo Hernández se puede resumir en una jugada de la primera parte contra Osasuna. Fue una acción defensiva en la parte derecha del área en la que Oier tenía ventaja hasta que el carrilero del Alavés llegó al cruce. Lo hizo con la exuberancia que Theo hace todo, rebañando el balón y mandando tres metros por ahí al liviano Oier en una carga legal. No hay área ni amenaza de penalti que coarte la exhibición de poderío en la que el francés convierte cada intervención. Hernández es la sensación de la temporada en el Alavés y una de las sorpresas de LaLiga porque inmediatamente evoca a proyecto de jugador muy importante, quién sabe si llamado a marcar el fútbol en su posición. Theo pertenece a esa rara estirpe de futbolista con carrocería y zancada de velocista unidas a una conducción excelente y claridad para decidir bien en los metros finales. Cuando la coge, en Mendizorroza ya se empieza a notar ese rumor expectante de la grada, ansiosa de ver al pura sangre en acción. Hay un placer diferente en ver galopar a hombres como Cristiano en su plenitud, Bale o este Theo, del habilidoso y embelesador fútbol de salón y balón pegado al pie de Messi, Hazard o Silva. Tampoco tiene nada que ver con regateadores como Robben. Al ser humano siempre le ha fascinado saber cómo de rápido puede correr o cómo de alto puede saltar uno de su misma especie. Verles arrancar es el inicio de una tormenta, la sublimación física de hombres desafiando a la naturaleza. Guardiola, después de que le metieran cuatro entrenando al Bayern de Múnich, dijo con un tono peyorativo que “son atletas”. A día de hoy, Theo todavía es un futbolista que necesita mostrar su superioridad física en cada jugada para sentirse realizado. El rumor de la platea seguro que alimenta sus ganas de mostrar al mundo que es un prodigio de la evolución. Hay una historia de Seve Ballesteros en la previa de una última jornada de un Open Británico que define bien al genio cántabro. Durante su entrenamiento, muchos aficionados se congregaron a ver su rutina de calentamiento y pronto, cada driver que probaba se convirtió en una algarabía del público, que le pedía apretar más. Seve, alentado por la gente y cómplice con sus gestos, convirtió lo que debía ser una estudiada sucesión de golpes variados para entrar en calor en una exhibición que le sacó de ritmo y después le penalizó en el campo. Theo todavía está en ese punto en el que no le niega una carrera al público (ni a sí mismo) y eso le hace bajar sus prestaciones en la segunda mitad. Le falta entender que, aunque pueda, no tiene que intentar llevar cada balón a línea de fondo. Ni Usain Bolt pretende ganar solo el relevo de 4x100. Lejos de ser esto una crítica, simplemente refleja una cuestión de edad. En el fondo, tiene que ser muy reconfortante para Theo darse cuenta desde sus primeras apariciones en Primera que las virtudes que le han hecho marcar las diferencias en todas las categorías inferiores las puede trasladar al máximo nivel. Junto con Marcos Llorente, Theo es el jugador más importante de este Alavés. Si el primero pone la armonía y el cartesianismo futbolístico, el segundo ofrece el desequilibrio y la sorpresa.
una huida hacia adelante Muchas de la decisiones tácticas de Mauricio Pellegrino están relacionadas con concederle la mayor libertad posible al canterano del Atlético de Madrid. La famosa defensa de cinco no tiene tanto que ver con resguardarse más ante los equipos más potentes, sino con liberar a Theo para ser el generador de fútbol desde la izquierda, donde los errores penalizan mucho menos que en los carriles interiores, y donde los grandes suelen ser más vulnerables porque sus delanteros no ayudan defensivamente en las orillas. A su manera, él y Llorente son las dos salidas de balón de cabecera de este Alavés. La académica y la del caos. El madridista pone todas las piezas en orden y el equipo avanza progresivamente como un ejército. Lo de Theo es una huída hacia delante en la que sus compañeros tienen que llegar como buenamente puedan para darle apoyo, por si decide utilizarlo, o para aprovechar esos centros planos con tanta precisión pone al segundo palo. La carrera que tiene este chico ante sí no hay banda izquierda que la abarque.