Vitoria - La temporada 2016-17 arrancará huérfana de tres jugadores que han marcado a fuego durante las dos últimas décadas tanto a la NBA como a las estrellas que ahora la gobiernan. Kobe Bryant, Tim Duncan y Kevin Garnett optaron el pasado verano por colgar las botas y, cada uno a su manera, dejan un enorme hueco que cubrir no solo por su calidad y sus títulos, sino por su gran carisma.
Desde que el primero de ellos, Garnett, llegara a la NBA en 1995 -Bryant lo hizo un año después y Duncan en 1997-, entre los tres han sumado once anillos de campeón, cuatro distinciones de MVP, 48 presencias en el All Star, 25 nominaciones para figurar en el mejor equipo de la temporada y tres oros olímpicos. Además, la forma de despedirse de cada uno ha sido una muestra de lo que ha sido su personalidad. Así, Bryant, que anunció con antelación que la 2015-16 iba a ser su última campaña en activo, fue agasajado en todas las canchas que visitó por última vez y se despidió en su casa, en el Staples Center, anotando 60 puntos ante los Utah Jazz. Por su parte, Duncan se marchó como siempre ha sido él, de manera sigilosa, sin acaparar focos ni excesivas atenciones, con un escueto comunicado en la web de los San Antonio Spurs tres semanas después de que acabara el curso. Por último, Garnett entonó el adiós hace un mes después de un par de años luchando contra las lesiones.
Bryant y Duncan pertenecen además a una especie en peligro de extinción, la de aquellos jugadores que fueron fieles a unos colores a lo largo de toda su carrera. Ambos encontraron en Los Angeles Lakers y los San Antonio Spurs ecosistemas notables para desarrollar sus respectivas carreras con éxito. Por su parte, Garnett encontró en los Boston Celtics la gloria que no pudo alcanzar con los Minnesota Timberwolves, la franquicia que le eligió en el draft y a la que regresó en el final de su carrera previo paso por los Brooklyn Nets. - J. Larrauri