Alrededor de la figura del centrocampista defensivo se han levantado mitos y creencias. Se ha llegado a convencer del carácter imprescindible de este especialista para construir un equipo ganador. Durante un tiempo, el stopper fue el paradigma de la teórica modernización y tecnificación que parecía encaminar el fútbol hacia una vertiente más física. Fueron los años dorados de Makeleles de la vida, un jugador a cuya marcha se sigue asociando la muerte súbita del Madrid de los Galácticos. En ese periodo entre finales de los noventa y mediados de la década siguiente, sin una escuela dominante, se llegó a asumir como innegociable la presencia de un centrocampista tan limitado con el balón que a duras penas sabía dárselo a un compañero con la misma camiseta. Se entendió que esto había evolucionado tanto que hacía falta un tipo que simplemente corriera lo que las estrellas no querían correr y, de alguna manera, lo equilibrara todo. A medida que la popularidad de estos jugadores crecía entre los analistas deportivos, también se imponían en los estadios en el concurso del populismo. Las carreras, el sacrificio, el tackle. La estadística de kilómetros recorridos. Todo eso se elevó a una categoría de arte. Junto con el pívot reboteador y correoso, no hay deportista que invite más a la demagogia que el mediocentro defensivo. En Vitoria se vio con un año de margen la diferencia entre tener un Colton Iverson y un Bourousis. Crees que estás enamorado de lo primero, pero solo hasta que vuelves a tener de lo segundo. Salvando las distancias, es un Casemiro-Xabi Alonso. Marcos Llorente pertenece a ese exclusivo grupo de mediocentros puros, que dista mucho de defensivo, que evocan la esencia de esa posición. Es un futbolista de colocación excelente, minimalista a la hora de dar el primer pase, con jerarquía para pedirla siempre e iniciar la construcción y con sentido del juego para empujar al equipo hacia delante y acelerar la transición. Llorente es un mediocentro alrededor del que crear un equipo, o más bien de definir con nitidez cómo va a jugar. El chico, que es blanco, de apariencia frágil y rostro descomprimido, es uno de los líderes de las ligas europeas en cuanto a la recuperación de balones. Como Alonso o Sergio Busquets, su colocación y excepcional entendimiento del juego le lleva a ser un extraordinario recuperador aunque, a simple vista, no cumpla con los cánones físicos de los jugadores a los que se les adhiere esa fama. “La de balones que roba fulanito” suele ser el halago que se le concede al cinco al que no se le puede hacer otro.
¿se agita chamartín, tiembla alavés? Con Llorente, como con el mediocentro del Bayern o el Barcelona, esta virtud pasa a un segundo plano ante su personalidad para jerarquizar el juego. Entre Makeleles y Alonsos podría situarse Casemiro, un jugador que conoce tan bien sus limitaciones con el balón que le da para ser de los cinco mejores del mundo en su puesto. Reconocida su importancia capital en el Madrid, ya roza la esquizofrenia analítica relacionar la imposibilidad para ganar a Villarreal, Las Palmas y Eibar directamente con su ausencia. Precisamente ese estado a agitación casi perenne que vive Chamartín puede afectar, si él deja que le afecte, al Alavés. Convocado por la selección Sub’21, en una crisis de resultados y lesionado Casemiro, empezó a sonar la pasada semana la opción de que el Madrid quisiera sentarse a hablar de repescar a Llorente en enero, algo que contraviene lo firmado en el contrato.
Uno al que esto le toca por los dos costados lo tiene claro. Lo mejor para el futbolista, como bien trazó el Madrid en verano, es completar este curso en el Alavés. No creo que recuperado Casemiro gozara de muchas oportunidades esta temporada, más teniendo en cuenta el trazo futbolístico que se le empieza a ver a un Zidane claramente influenciado por sus años en Italia. Llegada la petición desde Madrid, sería interesante ver la postura de Vitoria. Siempre suma tener buenas relaciones con el club de Florentino Pérez para conseguir cesiones de jugadores tan buenos como Marcos Llorente en el futuro. Pero una parte muy importante de ese futuro pasa por la permanencia y este es un jugador capital al que solo se entendería dejar marchar si el objetivo está muy encaminado y el Alavés ya tiene 25-28 puntos antes de Nochevieja. Dure lo que dure en Vitoria, habrá que recordarlo en toda su dimensión cuando toque romperse las manos a aplaudir, yo qué sé? a un Pablo García random.