Cuando se le pregunta a Pablo Berasaluze sobre sus zagueros se le enciende una bombilla, repasa su camino en el profesionalismo, sus años en la élite, y descubre que ha tenido el placer de estar con casi todos. Él mismo reconoce que “he jugado con los de arriba y con los de abajo. Estuve dos o tres años abajo y estuve muy a gusto con todos. Si tengo que decidirme por unos zagueros, con Rubén Beloki pasé unos años muy buenos. Cuando jugaba con él no tenía el juego de estos últimos años. Para mí ha sido el mejor guardaespaldas que he visto. Con Aritz Begino y Jon Ander Albisu he tenido momentos buenísimos. Me quedo con ellos tres. Me aportaron mucho”. La vida del mago de Berriz, atada al cuero, siempre tuvo un hueco para ellos, que aparecieron en épocas muy distintas de su vida y significaron una revolución propia. Casualmente, tres pegadores, pero de distinta madera. El de Burlata, la exquisitez; el de Autza, la fuerza, y el de Ataun, la palanca.

Tampoco se olvidará el berriztarra de Aitor Zubieta. El zaguero de Etxarri-Aranatz acabó pegado a él por una cuestión de fondo de armario en los cuadros largos de Asegarce en el Parejas de 2015 y fue cedido por Aspe. Les pusieron juntos. Siempre habían querido compartir gerriko. Llegaron a la final y la perdieron. Formaron un dueto ilusionante. Dice el zaguero de Etxarri-Aranatz que “un pelotari que se va después de tanto tiempo en profesionales, gustando a la gente, siendo atractivo para el aficionado, es importante. Vale mucho haber estado 18 años, casi 19, en profesionales. Más que alguna txapela”. El guardaespaldas de Sakana formó un buen combinado, que quedó sin premio: triunfadores en cuartos de final y sufrientes en la liguilla de semifinales, se vieron acosados por el vendaval formado por Oinatz Bengoetxea y Álvaro Untoria (7-22). El zaguero llegó con la zurda entre algodones. El berriztarra reconoció que “sentí que tenía mucha presión encima y no supe aguantarla. No fui yo mismo. No fui el Pablo que suele salir a la cancha, pelotísticamente hablando”.

El látigo de los inicios

Le echa flores Pablo Berasaluze a Rubén Beloki cada vez que tiene la oportunidad. Ambos son deudores de la pelota a mano que vive nacida en los años noventa. Algo distinto. No es lo mismo que ahora, aunque se le parezca. La evolución ha sido brutal. Pablo siempre le recuerda con cariño. El berriztarra debutó en 1998 en Bergara con 20 años. Su juego de ataque era un primor. El vizcaino recuerda que, entonces, el que se estrenaba estaba en una esquina del vestuario y no decía ni pío. Todo ha cambiado.

Ante una pegada más corta, Asegarce, empresa en la que Rubén Beloki se encontraba como el capo de los cuadros largos, siendo la baza más destacada de la empresa dentro del mano a mano, argumentando pose de leyenda desde antes de la veintena, se decantó por coserles. Rubén, entonces, tenía 23 años. Ya era un veterano. Y un pelotari como la copa de un pino. Jugaron juntos el Parejas de 1999, en la temporada en la que estuvieron las operadoras separadas y cada una organizó su propia cita. Pablo compartió gerriko con el Látigo de Burlata y la cosa funcionó. Recuerda el expelotari que “Berasaluze II ya remataba como los ángeles, pero ahora es que es más completo. Era un pelotari letal en los cuadros alegres, pero siempre cerca del frontis. Dentro del uno y medio es el más letal que ha habido y quizás el más bonito de ver, el más estético”.

Evoca el navarro que “ganamos en la liguilla a Nagore-Errandonea y acabamos perdiendo la final contra ellos. Creo que aquel partido Pablo estuvo mejor que yo y el resto del campeonato fue al revés. Berasaluze jugó bien y yo no anduve fino. Éramos chavales. Él tenía 21 y yo 24”.

En 2003 formaron juntos de inicio y Beloki ganó la txapela. Eso sí, con Juantxo Koka, que fue el que disputó la mayoría del campeonato por lesión del berriztarra. Mala suerte.

De feria en feria

“Esos veranos me traen muy buenos recuerdos. Tanto dentro de la cancha como fuera teníamos muy buen rollo”, revela Aritz Begino, con quien Berasaluze II compartió una época dorada. Les calificaron pareja de moda en 2008 y en los veranos de ahí en adelante. “Fuimos compañeros indiscutibles, jugamos muy a gusto. El pegador tiene mucha facilidad para adaptarse a Pablo, porque él lo aprovecha muy bien. Berasaluze II lleva el son del partido desde el saque. Además, terminando es un as. Del tres hacia adelante no ha habido otro”, concreta el exmanista de Autza.

Unidos vivieron la alegría en las ferias en una época en la que había un ramillete de manistas en liza con nombre propio: Irujo, Olaizola II, Xala, Gonzalez, Titín, Bengoetxea VI, Patxi Ruiz, Barriola, Pascual? “Tuve la suerte de surgir con Pablo. Cuando me para la gente por la calle, me recuerda los años con él”, desgrana y agrega que “estaban en las plantillas un montón de pelotaris grandes, pero los pueblos nos llamaban a nosotros. Éramos más humildes, pero dábamos resultados. Hubo una época en la que la gente nos veía como a ídolos”.

Mezclaron en el Parejas, pero no tuvieron la misma suerte veraniega. Compartieron gerriko en innumerables localidades. Enamoraron al público con su descaro. “Fueron unos años buenísimos”, apostilla Aritz.

El padrino

Con Jon Ander Albisu, Pablo Berasaluze tuvo que ejercer de padrino. El zaguero de Ataun llegó a su primer Parejas, en 2012, tras haber sido sustituto de Patxi Ruiz en 2011. Solo por un partido. Lo jugaba con Oinatz Bengoetxea ante Xala-Barriola. Los de Asegarce estaban a diez tantos de semifinales. Se quedaron en ocho. El curso siguiente, el guipuzcoano formó con Berasaluze II. Misma fórmula. Mismo invento. Distinto guarda espaldas. Pegador y rematador. Funcionalidad. Las turbulencias del primer campeonato finalizaron con el billete a la liguilla de semifinales. El siguiente año volvieron a formar. Llegó la final. La de 2013 ante Irujo-Zabaleta, en la que Pablo se rompió el tendón de Aquiles. En aquel campeonato, el guardaespaldas no estuvo acertado, pasó partidos de muchos errores y acabó enmendándolos en la liguilla de semifinales. Pablo fue su ancla, su faro. Disfrutaron. La maldita lesión les frenó. En 2014 volvieron al mismo escenario sin suerte. Con el berriztarra, Albisu levantó su primer trofeo en Primera, el de San Fermín en 2015.