río de janeiro - The End. Se acabó. Como en la mayoría de las películas, al final ha ganado el bueno, han ganado los buenos. Michael Phelps cerró su vida olímpica con su vigésimo tercera medalla de oro, la vigésimo octava de un palmarés que su entrenador Bob Bowman piensa que nadie igualará “hasta que pasen diez generaciones”. Pero el nadador de Baltimore fue el malo de la película después de los Juegos de Londres, cuando se extravió al salir del agua y cayó en esas adicciones socialmente mal vistas que le llevaron a un callejón que tenía la salida por la piscina. Por eso, quiso volver para rehabilitarse de una manera acorde con su leyenda.

Ayer se despidió del deporte que le ha encumbrado a la gloria olímpica entre lágrimas y en medio de una enorme ovación del público del Centro Acuático de Río de Janeiro. Ya no habrá más un Phelps fiero competidor y acaparador de medallas, ahora un Phelps ser humano, hijo, padre y marido. “Soy esto que ven. En Río me han visto a mí. Le dije a mucha gente que el mundo vería quién soy yo. Y esto es lo que soy”, comentó en su última rueda de prensa como campeón olímpico.

Lo hizo junto a sus compañeros del relevo 4x100 estilos. Phelps ha capitaneado por primera vez a la selección de Estados Unidos y ha sido un ejemplo para sus compañeros. “Me gustó mucho hacerlo con ellos”, contó después. “Nos cogió antes de la prueba y nos dijo: chicos, vamos a por ello por última vez”, explicaron sus entregados compañeros.

Ryan Murphy, doble campeón en Londres, batió el récord del mundo en la primera posta de espalda, pero Gran Bretaña dominaba a media carrera gracias a un prodigios 100 braza del campeón olímpico Adam Peaty, que también batió por un segundo su propio récord del mundo. Pero en una extraordinaria posta de mariposa el Tiburón dejó a Nathan Adrian en ventaja para el último tramo de crol y no lo desaprovecharon. Pararon el cronómetro en 3.27:95, nuevo récord olímpico. Gran Bretaña fue plata y Australia se quedó con el bronce.

El cuarteto estadounidense se colgó el último oro en la piscina de Río, donde su país ha dominado el medallero con la autoridad que se esperaba. Esa medalla de oro fue el número 1.001 de la historia olímpica de la selección de Estados Unidos en los Juegos de verano. La 1.000 la habían conseguido poco antes las chicas del relevo de estilos (Kathleen Baker, Lilly King, Dana Vollmer y Simone Manuel) por delante de Australia y Dinamarca, a las que separó solo una centésima, para prolongar el dominio en la prueba de los nadadores de las barras y estrellas.

exitosa natación La natación ha sumado 247 de esas medallas, 16 en Río de Janeiro, y el de Baltimore ha contribuido desde Sydney 2000 con 23 a esa gigantesca conquista que ha alumbrado mitos del olimpismo como James B. Connolly, el primer oro de Estados Unidos en los Juegos de Atenas en 1896, Jesse Owens, Wilma Rudolph, Muhammad Ali, Al Oerter, Mark Spitz, Tommy Smith, Bob Beamon, Mary Lou Retton, Carl Lewis, desde ya Katie Ledecky, tantos y tantos y, claro, Michael Phelps, el deportista con más medallas olímpicos de la historia. “No habrá nunca otro Michael Phelps, ni siquiera lo estoy buscando. Espero que él no me busque a mí”, insistió Bob Bowman.

“Esto es todo, definitivamente. Miro mi carrera y veo que he logrado todo lo que he querido, algo que nadie hubiera hecho antes. Ha sido un desafío volver a este punto. Es la manera perfecta de terminar”, añadió Michael Phelps, que sale de Río con cinco oros y una plata, una cosecha más generosa que la que obtuvo hace cuatro años en Londres y que ahorra las discusiones y las comparaciones sobre quién es el más grande nadador de la historia y, probablemente, el más grande deportista olímpico.

Aquel niño al que sus padres echaron al agua para combatir su hiperactividad es ya un mito eterno, un deportista que ha sobrepasado todos los límites. Ha disputado cinco Juegos Olímpicos, el 93% de sus pruebas las terminó con una medalla al cuello, ha batido 39 récords del mundo en su carrera y ha ganado más metales en las citas olímpicas que 108 países: “Pero ahora quiero pasar mucho más tiempo con mi hijo y con mi pareja. Estaré en Tokio, pero no para nadar”. The End. Gracias, Michael Phelps.